Casado con mi secretaria

Capítulo 32

Cuando viene corriendo detrás de mí no me queda de otra más que abrazarla y besarla, sé que así se controla, y sí que funciona, luego está riendo conmigo por lo que acaba de pasar y la levanto en mi hombro, para mi sorpresa no hace resistencia, al menos me liberé de unos cuantos golpes.

—Aquí es cuando me arrepiento de haberte dicho que Paul es gay —dice, mientras caminamos por la orilla de la playa.

—Si no lo hubieses hecho los mato a ambos —contesto casi de inmediato, fingiendo un gesto de odio.

—Sé que estás loco, pero no creo que llegues a esos extremos —suelta una risita, me hace sonreír verla alegre.

Alex comienza a quitarse los zapatos, hago lo mismo porque la arena ya se está metiendo dentro de los míos. No recuerdo cuándo fue que hice algo así.

Observo a Alex que está embelesada viendo un enorme oso de felpa que cuelga del techo de un establecimiento, ella y sus gustos por esas cosas horribles.

—¿Te gusta? —pregunto, pero qué pregunta, Oliver.

—¿A ti no? —miro el oso y frunzo el ceño, al que estoy seguro de que le gustaría es a Paul.

—La verdad no, muy femenino para mi gusto —ella sonríe—, pero lo conseguiré para ti.

Y lo haré, luego de poner nuestros zapatos de regreso en nuestros pies, me dirijo hacia el lugar y ella intenta llevar mi paso tomados de la mano.

—Tienen que derribar 10 soldaditos con esta escopeta —afirma el hombre con un gran afro, por su camiseta con el logo de la feria parece ser el encargado del lugar. Me da la escopeta, la verdad tengo mucho de no practicar tiro al blanco, pero cuando lo hacía era bueno.

—Practiqué tiro al blanco hace unos años, espero aún recordarlo —digo a Alex, mientras apunto al primer soldado, y no, al parecer ya olvidé cómo hacer esto—. ¡Mierda!

Ahora siento vergüenza.

Ella sonríe y niega con su cabeza. Tengo que atinar esta vez.

—Una bala menos —exclama el tipo, lo que está buscando es que la siguiente la use con él.

—Qué mala puntería, señor Carlin —riñe Alex, mientras apunto al soldado causándome risas haciendo que no dispare con éxito.

—Esto es tu culpa, Alex —la miro con desapruebo, pero no puedo evitar sonreír.

—Déjame intentar —dice, tomando el arma, bueno ya qué, pagaré otros tres intentos—, si derribo los soldados es tuyo —asiento.

—Solo les queda un intento más, señores —ya lo sé, me dan ganas de golpear a este tipo.

Me cruzo de brazos mientras Alex apunta al primer soldado, se ve preciosa, como esas mujeres rudas y sexis de los videojuegos, recuerdo cuando era adolescente, me decía a mí mismo que me tenía que conseguir una chica como esas de los videojuegos y bueno ya la tengo.

Los sueños sí se hacen realidad, señores.

No puedo evitar reír ante mi propio pensamiento hasta que salgo de él al escuchar cuatro tiros e inmediatamente vuelvo a ver los soldados derribados. Miro a Alex atónito, y continúa hasta tumbar el número 10, no me lo creo… Al instante la alarma de que hay un ganador comienza a sonar y varias luces de colores dan vuelta por todo el establecimiento, hasta el idiota del afro la mira sorprendido, baja el enorme oso que es casi del tamaño de Alex y se lo entrega. ¿Cómo es que…? Eso no es simplemente puntería. Ella me estrecha el oso.

—Es tuyo —exclama—, un trato es un trato —tomo el oso aún con mi cerebro dando mil vueltas al asunto, ella comienza a caminar y cuando reacciono sigo sus pasos.

—Alex. ¿Qué… Qué fue eso? —la rodeo a paso rápido para verla a los ojos.

—Escuela militar —dice luego de un resoplo.

—¿Escuela militar?

—Sí, fueron más bien unos campamentos a los que el señor Carlin me obligó a ir por cinco años seguidos mientras mi hermana visitaba una academia de ballet en el verano.

—¿Y eso por qué? —ya no sé ni qué pensar de todo esto.

—Ya te lo comenté, me odia —vuelve a suspirar y continúa su camino pasando a mi lado.

—Tu padre no te odia, Alex —sigo sus pasos—, de hecho, el día que hablé con él me habló bien de ti.

Alex se detiene de golpe, tal vez no debí mencionar eso. Gira hacia mí y su expresión es de molestia mientras da unos pasos para acercarse a mí.

—¿Tú hablaste con mi padre? Me comentaste de mi madre, pero jamás de mi padre —rasco la parte de atrás de mi cabeza.

Mierda.

—No te molestes, Alex.

—¿Cuándo? —cuestiona de inmediato.

—El mismo día que llamó tu madre, y me pidió que no te comentara al respecto —logro decir con voz derrotada.

—No ha contestado mis llamadas desde que me mudé a Nueva York —alza su voz, y siento que todo lo que he trabajado por agradarle se va a la mierda.

—Tal vez deberías ir a verlo, yo puedo ir contigo…

—¿Qué? ¡No! —me interrumpe—. ¿Es que no lo entiendes? Él ahora sí quiere dárselas del padre responsable solo porque estoy casada contigo, Oliver.

—Eso no lo sab…

No me deja ni terminar, comienza a caminar a paso firme y con los puños apretados, qué mujer más difícil, cuando veo que no se va a detener recuesto el oso sobre una pared marrón muy cerca de nosotros y camino a paso rápido hacia Alex, la tomo de la cintura y comienzo a hacerle cosquillas.

—¡Oliver! ¡No! —comienza a reír a carcajadas, bien, ¿quién era la enojada?—. ¡Oliver! Bas... Bas... ¡Basta! ¡Por Dios! —balbucea, no puede parar de reír, la suelto y choca contra una pared deslizando su espalda sobre la misma—. ¡Te odio! —exclama, limpiándose las lágrimas que las risas le han provocado, voy por el jodido oso y regreso a ella extendiendo mi mano para que se levante de ese lugar.

—Vamos por ese vestigio que tienes por celular.

—¿Vestigio? ¡Uy! Señor culto, diccionario andante, enciclopedia humana...

Suspiro.

—Alex, a veces desearía que fueras muda, en serio.

—Si fuese muda, ¿quién te diría cuando te mires guapo? ¿Eh? —la miro, quiero verme molesto, pero no puedo, esta mujer me gana siempre, no puedo creerlo. Termino riéndome por sus comentarios.



#727 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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