Casado con mi secretaria

Capítulo 34

Tomo la primera habitación que encuentro, y es la mejor, tiene una gran vista hacia una posa rodeada de frondosos árboles a través de la pequeña ventana que posee.

Salimos de la habitación y me encuentro con Henry, quien aprovechando que mi padre se encuentra afuera con sus amigos me muestra un documento de su empresa que le ayudo a comprender cerca de la chimenea, aquí arriba hace un poco de frío, Alex observa a través de una ventana cerca de nosotros, luego sale del lugar, no pregunto nada, ya que aquí no hay muchos lugares a los que pueda ir.

Continúo mi interpretación acerca del documento y le muestro unos de mi empresa para que se dé una idea. Prácticamente hago su trabajo porque me estresa explicar y que no entiendan, solo a Alex le permito eso.

—Oliver. ¿Es esa tu Alex? —cuestiona, «mi Alex», eso sí se escucha bien.

Levanto la mirada hacia Henry que está observando a través de la ventana y dirijo mis ojos en dirección a lo que está viendo. Alex está en el patio riendo a carcajadas con todos los amigos de mi padre, toma el bate y el señor Chris lanza una pelota, Alex comienza a correr, y es que la imagen de todos estos señores de más de cincuenta años intentando alcanzar a Alex es bien cómica, es que esta mujer es una caja de sorpresas.

—Tengo que ir a ver eso más de cerca —digo a Henry, quien está viendo la escena divertido. Él asiente con su cabeza y salimos para dirigirnos al patio.

Llego al lugar y no puedo evitar ver a Alex, la primera mujer que conozco que se divierte jugando al béisbol, me acerco a mi padre.

—¿Puedo lanzar? —él asiente con su cabeza mientras Chris se retira a la banca.

Voy a probarla bajo presión, y ella me mira desafiante, le sonrío maliciosamente. Yo no le tengo compasión, si puede con esta curva es porque es cierto que es buena.

Tiene su mirada puesta en mí, me preparo y lanzo, solo observo sus movimientos, miro atónito la pelota salirse del campo y aún no me lo creo, volteo a ver a Alex incrédulo, ella sonríe triunfante y comienza a disfrutar su home run incluso caminando.

¿Qué? No…

Pasa a mi lado y me guiña un ojo, niego con mi cabeza mientras me aguanto una carcajada, qué clase de mujer es esta que me he encontrado.

Luego de completar su carrera llega hasta mi padre quien ríe a carcajadas al igual que los otros miembros del equipo. Camino con ellos hasta la mesa que mi madre ha preparado en el patio trasero, estos almuerzos al aire libre son los mejores, la comida huele estupendo, muero de hambre. Alex se detiene por un momento para continuar su conversación sobre béisbol con los señores, no solo se ha ganado a mi padre, sino también a toda su pandilla, Alex me sorprende.

Me siento un momento al lado de mi madre quien me extiende un refrescante vaso de limonada y observa a Alex.

—Al parecer ya encontraron su octavo miembro —ríe, haciendo que arquee las comisuras de mis labios en una sonrisa.

Alex se acerca a nosotros y saco la silla a mi otro costado para ella, me da un beso en la mejilla, estos actos de dulzura de Alex me encantan.

—Así que… ¿También béisbol? —ella me mira y se encoge de hombros mientras se incorpora en su lugar.

—Pasé bastante tiempo con mi abuelo que jugaba béisbol profesional en su juventud —habla y frunzo mi entrecejo, no sé nada de ella por lo que veo.

—¿En serio? —la observo curioso y sonrío—. Nunca en mi vida me imaginé casarme con una mujer que supiera más de béisbol que yo.

—Bueno, tampoco te imaginaste casarte —responde.

Tampoco me imaginé llegar a enamorarme.

Comemos en silencio mientras escuchamos a mi madre contar sobre cuando no tenían todo esto y vivían en un apartamento rentado, cuando yo nací ya todo esto existía, así que no entiendo esa sensación y espero nunca vivirla.

Ya casi está anocheciendo y ya no hay nadie en la mesa más que Alex, Lindsey y yo. Lindsey está sumergida en su celular escuchando música. Me levanto un momento para ir por una botella de vino pidiéndole a Alex que me espere mientras vuelvo, ella asiente. Me dirijo al interior de la casa y mi madre me indica donde está el vino, voy por él y me cuesta dar con el lugar donde está, ya que la casa solo está iluminada con unos candelabros antiguos.

Salgo por la parte trasera, mientras camino hacia el exterior leo la etiqueta del vino, una voz que reconozco al instante llama mi atención.

—Y me arrepiento. No sabes cuánto —levanto la mirada, Raymond está frente a Alex y pasa una mano sobre su cabello—, volverte a ver fue como un golpe a mi corazón.

Un golpe en su cara es lo que va a sentir. Alex lo mira sorprendida, tengo curiosidad por lo que vaya a contestar, me escondo tras unos arbustos, tengo que escuchar esto.

Ella no contesta.

—¿Te parece si salimos cuando llegue a Nueva York?

—¿Te refieres a los cuatro? —Alex intenta verse relajada, pero la conozco demasiado como para reconocer lo incómoda que está.

—No, solo tú y yo —pone su mano sobre la pierna de Alex, nadie pone su mano sobre esas piernas, lo mato.

 

 

 

 

 

 



#727 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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