Casado con mi secretaria

Capítulo 37

Alex me ha hecho más falta de la que pensé, me dirijo a mi gimnasio personal y comienzo mi rutina de bíceps, es un milagro que David no esté aquí y luego recuerdo que es nuestro día libre, ¡maldición! ¿Y así me desperté a estas horas? Hasta esas cosas se me olvidan; necesito comenzar a relajarme.

Casi dos horas después cuando ya estoy por irme David se aparece, con su cabello hecho un lío y me mira con sus pequeños ojos que parece que aún no ha terminado de abrir. Esa imagen de David recién levantado es épica.

—¿Qué hay? —saluda, sosteniendo un gran mug de café y con la otra mano golpea mi hombro mientras termino una serie en la polea.

—Veo que estás con los mejores ánimos —contesto, una vez recuperada mi respiración por el esfuerzo en este ejercicio.

—No sabes cuánto, wujuuu —exclama, con entusiasmo fingido levantando ambas manos haciendo que un poco de café se derrame de su mug y caiga en su brazo.

—¡Puta! —exclama, poniendo el mug sobre una banca de pecho plana y limpia su mano con una toalla que llevaba sobre su hombro.

—David, en mi casa no permito malas palabras —expreso, a tono de sarcasmo.

—Entiendo completamente, señora Anderson —ríe a carcajadas, esa es la típica frase de mi madre que si incumplías te tocaba limpiar todo el patio, por esa razón David y yo siempre parecíamos los jardineros de la casa cada vez que David se pasaba de visita. Luego dejó de llegar y casi de inmediato entendí por qué.

—Por cierto, iremos a la fiesta de Halloween —él se voltea a verme.

—Apuesto que Alex va a ir —lo miro con desaprobación—, lo sabía.

—David… Es en serio… Y una amiga suya va a ir, así que pensé que tú podías entretenerla.

—¿Y yo el payasito?

La verdad sí.

—David… —riño.

—Bien… —suelta luego de un suspiro—. ¿Al menos está buena?

—Bueno, se ve que le gusta ir al gimnasio, así que… creo que te va a gustar —él me mira y se queda pensativo.

—Entonces… suena bien. Por suerte ya había comprado nuestros trajes por Amazon. Porque de alguna forma te iba a convencer, te lo hago llegar luego —asiento con mi cabeza y salgo de ahí golpeando su hombro mientras comienza a calentar.

Solo espero que no sea un pirata o algo así porque, en serio, prefiero no ir.

Llego a mi cuarto y comienzo a teclear un mensaje para Alex en mi celular, siento la necesidad de saber de mi rubia loca.

 

Oliver

Buenos días, muñeca.

 

Tal vez no esté despierta en estos momentos, dejo el celular sobre mi cama y me voy a tomar una ducha, me despojo de mi ropa y dejo que el agua tibia relaje mi cuerpo, se siente tan bien, cierro los ojos y siento una paz interior recorrerme.

Escucho el sonido de mi teléfono, salgo inmediatamente sin siquiera terminar de enjuagarme, deslizo mi dedo como cinco veces porque el maldito no se desbloquea por mi dedo húmedo, seco mis manos y por fin lo consigo solo para ver que es un puto mensaje de la telefónica. ¡Maldición!, tiro mi celular sobre la cama y regreso a ducharme, al pasar por la puerta del baño el celular vuelve a sonar y rápidamente regreso y lo tomo en mis manos, ahora sí, es Alex, siento algo recorrer mi interior que no voy a describir porque yo soy hombre muy macho.

 

Alex

Buenos días, princeso.

 

¿Qué?

Oliver

¿Princeso?

 

Le envío el mensaje de regreso.

Alex

Es de cariño ;)

 

Contesta de inmediato y con un guiño, no me quiero imaginar cómo me debe decir no estando cariñosa.

Compartimos unos cuantos textos más, no sé cuántos. Me siento un adolescente otra vez con estos mensajes de texto y caritas felices. Ahora sí puedo ducharme tranquilo y con una sonrisa en mi rostro termino de sacar el jabón de mi cuerpo.

Aproximadamente a las seis David regresa con los trajes, y me entrega el mío, le resto importancia, a mí no me interesan este tipo de cosas, yo solo voy por Alex, no puede estar sola en ese lugar. Me pongo el bendito traje y David insiste en hacer un estúpido maquillaje en mi rostro, para él maquillaje en el rostro es echarse talco encima.

Ajusto mi reloj y termino de peinar mi cabello poniendo mi loción en mi cuerpo, al menos me miro bien. Conduzco y David va conmigo, las chicas insistieron en llegar solas, así que por instinto sé que llegarán tarde, por esta ocasión no le pongo reglas de horario a Alex, y luego me arrepiento, ya me estoy comenzando a aburrir en esta barra, terminaré borracho antes de que Alex llegue.

Dejo de tomar, ya pasé vergüenzas con ella por culpa de los tragos, miro alrededor del lugar, hay luces de colores por todos lados, bastantes disfraces, unos buenos y otros ridículos como el de David que insistió en ser un mago y hay como veinte magos en este lugar, al menos no se llenó la cara de talco.

—Oliver, el sombrero va en tu cabeza —me distrae de mis pensamientos, poniendo el maldito sombrero en mi cabeza, lo fulmino con la mirada y lo pongo de regreso sobre la barra—, es parte de tu disfraz de vampiro reptil. ¿Sí o no que se mira bien? —pregunta al barman, quien solo sonríe y asiente, me da una copa y la sostengo con mi mano derecha, dirijo mi mirada hacia mi costado derecho y unas chicas se acercan y al llegar bastante cerca de mí, descubro que es Alex.

Mi vista se pierde en ella.

Por un momento no creo que sea ella.

No puedo creerlo, tengo que ver dos veces, nunca había visto a Alex de esta forma, lleva un traje de algo que creo que es un lobo, y me cercioro de que sí es un lobo al ver que su amiga es Caperucita Roja, ahora entiendo por qué me dijo que a su amiga le gusta combinar trajes.

A ese lobito yo me lo comería.

La miro de pies a cabeza, unos zapatos negros bastante altos que hacen ver sus piernas cubiertas por unas medias caladas del mismo color bastantes largas, la falda que supongo de pelo sintético cubre menos de la mitad de sus muslos y la parte superior del traje realza sus pechos, tengo que desviar la mirada inmediatamente para evitar que me encuentre mirando donde no debo, aunque a ella ya la he visto mirando donde no debe.



#733 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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