Casado con mi secretaria

Capítulo 38

La rodeo con mis brazos y la apego a mi cuerpo, su rostro descansa en la curvatura de mi cuello y puedo sentir cómo su respiración va calmándose.

—Dime que te cuidas —digo, luego de unos minutos en esta posición, la siento asentir.

—Mi período está más loco que yo, así que necesito tomar pastillas —me hace reír, ella termina riéndose conmigo y levanta su rostro para ver mis ojos.

La luz de la luna es la única que alumbra de manera suave la sala de su apartamento, aun así sus ojos se ven preciosos, ahora la miro más bella.

—Qué bien… —resoplo, con una sonrisa, acomodo dos rizos rubios que caen por su frente.

Ella se remueve un poco para bajarse del mueble y la ayudo para luego acomodar mi bóxer y mi pantalón. Logro ver que toma su braga y va hasta el apagador de la luz, justo cuando la enciende un sonido proveniente de la puerta de su apartamento nos estremece.

No puede ser.

El maldito de David está sosteniendo a la amiga de Natalie a horcajadas contra la puerta, tocándose ambos en lugares prohibidos, busco en otra dirección para ver y observo un cuadro con figuras extrañas en la pared, por un momento siento que el cuadro es jodidamente interesante, todo es interesante siempre y cuando no sea ver a David de esa forma.

Alex también mira en otra dirección y en algún momento de su desenfrenada pasión se percatan de nuestra presencia. David mira a Alex y me mira a mí, mira a Alex y me mira a mí, aclara su garganta y cuando los ojos de Natalie nos enfocan se baja y acomoda su vestido. David acomoda su saco y aclara su garganta.

Alex toma mi mano y me dirige a su habitación, se lo agradezco interiormente, lo bueno de todo esto es que quizás David mañana no pregunte el por qué yo estaba aquí. No soportaría sus burlas, aunque… yo me puedo burlar mejor que él.

—¿Tomamos un baño? —Alex llama mi atención, asiento.

Me pide ayuda con su traje y yo comienzo a quitar los jodidos broches uno por uno, si me hubiese puesto a hacerlo cuando recién llegamos aquí lo más seguro es que siguiera quitándolo y ya me hubiese corrido sin contacto sexual.

Su espalda va quedando desnuda ante mis ojos, me percato de que no lleva sostén, supongo que con ese traje no era necesario, pues no se notaba, paso mis manos por su espalda y comienzo un recorrido de besos por su cuello luego de apartar su cabello, el vestido se desliza y cae en sus pies, sale de él; sigue de espaldas a mí, pero de inmediato se gira… quedando expuesta ante mis ojos, su piel desnuda, sus pechos, su cintura, sus caderas, sus piernas; su piel se adhiere a la perfección a cada parte de su cuerpo y mis manos contornean cada espacio de su deliciosa figura.

Beso su cuello y ella jadea de una manera suave y mis manos van a sus pechos, hermosos y naturales. Beso sus labios y de un tirón saco mi corbata y mi saco. Ella se deshace de mi camisa y lleva sus manos hasta mi pantalón, comienza a quitármelo, cae en mis pies seguido de mis bóxeres.

Todo esto sucede con nuestros labios rozándose, pero no a tal punto de besarnos, solo deseándonos y esa es la mejor parte. Ahora sí beso sus labios y comienza a dirigirse hacia su cama con sus brazos alrededor de mí, se deja caer de manera suave guiándome para posesionarme sobre ella. Me apoyo en mis codos a ambos costados suyos, nuestros cuerpos desnudos están rozándose, estoy entre sus piernas y mi miembro de inmediato reclama el suyo.

Entro en ella nuevamente, de una manera suave, con delicadeza me abro paso en su interior, ella gime y me gusta que lo haga, son gemidos suaves, que apenas son alcanzados por mi oído, eso me gusta. Me gusta todo de ella.

Mirándonos a los ojos, me muevo dentro de ella, acaricio su pierna desnuda con una de mis manos, su interior es como terciopelo. Besos sus labios dejando pequeños mordiscos en el inferior, mi frente reposa en la suya, cierro mis ojos para sentir esta unión de nuestros cuerpos.

Ella es mía.

Lleva sus manos a mi espalda y la acaricia solo con roces, me encanta, me encanta tanto que gimo con mi rostro en su cuello. Sus brazos rodean mi nuca y en un ágil movimiento ahora ella está sobre mí. Me deleito en su danza, me deleito en sus pechos, en su cabello rubio, en su cintura.

¡Joder!

Nunca alguien me había hecho sentir todo esto.

Mis dedos se entierran en su piel por estos movimientos, aumenta el ritmo y me encanta.

Me vuelvo loco.

Tiro de ella suavemente para que se incline hacia mí, beso sus labios con pasión mientras mis brazos rodean su cintura y muevo mis caderas debajo de ella. ¡Maldición! Qué bien se siente esto.

Ella me aferra a su cuerpo, me aferra tanto que siento que la sangre no corre por mi cuerpo y me gusta. Me gusta esa sensación de saber lo que le hago sentir, abre sus ojos y sonrío de una manera traviesa, ella me sonríe igual con su respiración agitada, sostengo su cintura y me ubico sobre ella nuevamente ahora de una manera más pasional, siento que ya no doy más. Llego al clímax con mis labios sobre los suyos, con mis manos en las suyas y nuestros dedos se entrelazan.

Continuamos los besos suaves y delicados intentando recuperarnos, ella acaricia mi espalda, aún estoy sobre ella y salgo de su interior lentamente para acostarme a su lado. Ella se recuesta sobre su estómago con su rostro en mi dirección, observo su espalda, su piel tersa es iluminada por la poca luz que entra por la ventana, la acaricio solo con la yema de mis dedos, sus ojos están cerrados y me acerco a ella para besar su mejilla, sonríe.

—¿No es que no lo hacías con una persona dos veces? —ironiza, de inmediato suelto una risa, aún recuerdo cuando dije eso.

—Tenías razón, nadie me lo había sabido hacer —ahora ella ríe, me gusta verla reír.

Ella comienza a hablar y me cuenta sobre su niñez, yo quiero saber más sobre su padre, al parecer ella está cómoda hablando de otras cosas, también me cuenta de cuando recién se mudó aquí con Natalie y que odia las mudanzas.



#735 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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