Casado con mi secretaria

Capítulo 39

Salgo de aquella oficina dejando a una Alex feliz tras esa puerta, no puedo evitar reír una vez dentro de mi ascensor, no sé qué esperarme cuando regrese. Tomo mi celular una vez en la sala de conferencias y marco el número de David, no está por aquí, pero si no ha venido juro que lo agarro a golpes cuando le vea.

—¿Hola? —contesta casi de inmediato.

—¿Dónde rayos estás?

—Detrás de ti.

Y volteo, sí, ahí está, y lleva unas enormes gafas de sol con un traje verde grisáceo, al menos se ha peinado. Lo observo, separando mi celular de mi oreja y cuelgo la llamada, tomo sus gafas y las quito de sus ojos; pestañea varias veces por la claridad, aprieta los ojos y se masajea la sien. En ese preciso instante la imagen de David con Natalie viene a mi cabeza y no puedo evitar reír. David frunce el ceño y me mira esbozando una sonrisa.

—Qué buen humor te traes, Anderson. Algo me dice que la pasaste bien anoche —guiña un ojo.

—No más que tú —guiño mi ojo igualmente y su expresión cambia a una más seria.

—No pasó nada, nos quedamos dormidos; maldita borrachera.

—Qué bien que lo reconoces, ahora a trabajar sin estas porquerías —deposito las gafas en una papelera y él me mira de mala gana, disimuladamente las saca y las guarda en su bolsillo.

Comienzo a saludar a dos socios importantes que ya estaban en la sala y David igual intentando ocultar su resaca, me siento en la cabeza de la enorme mesa y David a mi derecha. El resto de personas empiezan a llegar y la reunión inicia, no hay momento que Alex no pase por mi cabeza, estoy tan distraído que no sé qué es lo que están hablando.

Me la imagino en mi silla giratoria, poniendo a sudar a todas esas mujeres, algo me dice que terminaré con una anciana como secretaria, no puedo evitar arquear la comisura de mis labios y David me mira, articula una sonrisa de burla en el rostro e inmediatamente mis labios pasan a ser una raya recta mientras lo fulmino con la mirada, intenta contener una carcajada.

Termina la reunión y comenzamos a despedirnos de los socios. Una vez que todos han salido vamos hacia el ascensor. Marco el piso en el que trabajamos, ya quiero ver a mi esposa.

—¿Salimos a almorzar juntos hoy? Con nuestras chicas —David lleva su mano en su bolsillo y con la otra sostiene su laptop.

—¿Nuestras chicas? —enarco una ceja. Escuchar a David decir «nuestras chicas» es extraño. Siempre dice «tu chica y su amiga».

—Sí, me gusta esa mujer y va a ser mía —río a carcajadas y el ascensor se abre en nuestro piso. Me dirijo hacia la oficina de Alex a toda prisa y entro sin tocar. Hay una mujer de unos 45 años frente a ella, pero no le presto atención.

—Anderson, ya tienes secretaria. Ella es Cristal Ross —me dice, casi de inmediato. No levanta la mirada, solo escribe.

Llevo mi vista a la señora frente a ella, enarco una ceja y ella sonríe, me estrecha su regordeta mano y con la otra acomoda un mechón de su cabello negro con gris detrás de su oreja.

Me imaginé que Alex haría algo así.

Me quiero reír, pero no lo haré enfrente de la señora. Miro su mano, yo no estrecho mano con mis empleados, miro a Alex, quien me hace un gesto de que tome su mano y no tengo de otra, lo hago de una manera rápida.

—Puede retirarse, señora Ross, mañana la veo —ella asiente, toma sus cosas y se retira. La observo salir de la oficina, usa pantalones como los míos. Enarco una ceja y la miro.

—Sabía que harías algo así, Alex —recuesto mis caderas sobre mi escritorio.

—¿Algo cómo, mi amor? —ironiza, sonrío y la observo—. Por cierto, su esposa y ella adoptaron 10 niños. ¿Puedes creerlo? —abre sus ojos verdes a modo de sorpresa, pero sé que es fingido, solo quiere recalcarme que tiene esposa.

¿Esposa? ¿Cómo?

—¿Esposa? —arqueo una ceja y ella sonríe triunfante, no… No solo le bastó con que sea mayor. No.

Tiene que ser lesbiana.

—Bueno, tú dijiste que confiabas en mí, ¿no? —me hace reír. Mucho más con ese gesto de seriedad con el que está trabajando.

—¿Vamos a almorzar con Natalie y David? —cuestiono, ella de inmediato levanta la vista hacia mí y frunce su entrecejo.

—¿Natalie y David? —para mí también es extraño.

—Sí, al parecer quedaron encantados el uno con el otro.

Ella se levanta de la silla, comienza a ordenar los papeles y le ayudo. Llegamos al restaurante, David y Natalie están muy sonrientes tomados de la mano en el parqueo recostando sus caderas sobre el auto de David, como siempre Natalie y Alex salen corriendo a gritos y se abrazan. ¡Por Dios! Se acaban de ver hace unas 12 horas, David las observa con el ceño fruncido.

—Acostúmbrate —le digo, al ver que sacude su oído derecho con su dedo.

El lugar no está mal, David comienza a hacernos carcajear durante todo el almuerzo, al menos se ve que Natalie se la pasa bien con él, punto a su favor, solo estoy esperando que David caiga y comenzarme a burlar de él como lo ha hecho todo este tiempo conmigo.

—¿Y ustedes también son amigas desde niñas? —pregunta David, tomando un sorbo de jugo del vaso de cristal que sostiene.

—No —exclama Natalie—, nos conocemos desde los dieciséis, luego que salimos con el mismo tipo —arqueo mis cejas al igual que David, nunca le había preguntado a Alex cómo se habían conocido.

—Pobre tipo —expresa Alex pensativa, y eso dispara mis alarmas. ¿Qué le habrán hecho?

—Sí, no sabía que ambas estábamos en el grupo de kick-boxing. Y bueno, usó muletas como por tres meses —Alex ríe a carcajadas ante el comentario de Natalie.

—Así que ya sabes, David, si quieres jugar con Natalie ambas sabemos kick-boxing —Alex comienza a echar leña al fuego y David ya no puede ni sonreír, se debe estar replanteando la idea de salir con Natalie, mejor me río por no llorar.

—Aplica para ti también, Oliver —Alex me mira, seriamente—, a mí no me importa romper esa bella nariz que tienes.



#736 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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