Casado con mi secretaria

Capítulo 41

—¿Y bien, supongo que es mi deber preguntar cómo está Alexander? —pregunta Alex, sé que lo que quiere es desviar la plática.

—¿Tu padre, dirás? —cuestiona su madre casi de inmediato.

¿Alexander? Era de imaginarse, al parecer no solo yo comparto nombre con mi padre.

—¿Tu padre se llama Alexander? —pregunto, mirando sus verdes ojos.

—¿Qué ironía, no? —contesta sarcástica.

—Alex... —riñe su madre.

—Mamá, él fue el que dijo que si me iba de la casa dejaba de ser su hija.

—Y se arrepiente, Alex —contesta la señora Alicia casi de inmediato. Alex suspira.

—¿Entonces por qué no está aquí? —un silencio incómodo reina, me gustaría decirle yo mismo que está enfermo, pero no me voy a adelantar, este es un tema entre ellas.

—Nos encantaría ir a Miami, señora Alicia —interrumpo el silencio incómodo. Alex, mátame si quieres, pero esto tiene que pasar.

Ella de inmediato voltea su mirada hacia mí.

—¿Qué? —pregunta.

—Alex, en dos días es el cumpleaños de papá —Stefanie la mira a los ojos— y él quiere que estés presente.

—¿Desde cuándo? —Alex se pone a la defensiva, por lo que me ha contado sé que tiene razón, pero si de algo estoy seguro es que las personas cambian, yo he cambiado desde que me enamoré de ella, hasta yo mismo me asombro de eso.

—Desde que enfermó —su madre habla— y estuvo internado en el hospital por varios días.

—No lo creo, él dice que es fuerte y que nunca se enferma...

—Alex... —la interrumpo, que al menos escuche lo que tienen por decirle.

—Nunca sabes cuándo pueda ser el último cumpleaños —añade Stefanie, con melancolía en su voz.

Alex la observa, no sé qué estará pensando, pero por su mirada no es nada bueno y yo estoy a punto de ser crucificado por las siguientes palabras que voy a decir.

—Mañana iremos con ustedes —de inmediato los ojos verdes furiosos de Alex me enfocan.

—¿Mañana? —pregunta—. ¿No es muy pronto? Acabamos de regresar.

—David hace un excelente trabajo, podemos desaparecer un par de días sin problemas. Se quedarán en nuestra casa, ¿cierto? —miro a su madre y a su hermana y ellas se vuelven a ver entre sí.

—Bueno, habíamos reservado en un hotel... —contesta la señora Alicia, no, ahora ellas son parte de mi familia, no se pueden quedar por ahí.

—No, ustedes se tienen que quedar con nosotros, no se preocupen por nada, además, mandé su maleta a nuestra casa. Llamaré a David para que prepare el jet.

—¿Jet? ¿Tienen un jet? —pregunta su hermana con expresión de asombro en su rostro.

—Bueno, Oliver tiene un jet.

—Alex, es tuyo también. Y, por cierto, ella odia esos tipos de regalos, por esa razón no tiene uno personal —tengo que aclarar ese punto, no quiero que piensen que soy tacaño y no le regalo un jet a mi esposa.

—Alex y sus orgullos —exclama su madre, viéndola a los ojos con una sonrisa—. Igual que su padre en muchos aspectos —tanto que escucho de ese señor que me siento más interesado por conocerlo.

Llegamos a casa y Alex ha estado pensativa todo el camino, sé que se está replanteando la idea de ir allá una y otra vez. No sé por qué también presiento que está pensando los miles de formas de torturarme por decir que iríamos.

Rosa enseña sus cuartos a la señora Alicia y Stefanie quien mira con emoción toda mi casa desde que entró al jardín. Llamo a David con urgencia, me estresan las cosas que alteran mis planes, aunque en parte moría por conocer la familia de Alex.

—¿Qué pasó, perro? —contesta, su voz agitada me da mucho que pensar.

—David. ¿Qué putas estás haciendo? —el muy maldito ríe.

—Necesitas ir a algún lugar que te laven ese cerebro contaminado —ríe nuevamente—. He comprado un sillón nuevo para los dos minutos que me dejas descansar y lo estoy llevando al interior de mi casa.

—Mañana Alex y yo vamos para Miami, ¿puedo contar contigo en la empresa?

—¿Qué clase de pregunta es esa? —sonrío mientras llevo mi mano libre a mi cintura apartando mi saco.

—Así me gusta. Ya sabes, cualquier cosa me lo haces saber.

—Por supuesto. ¿Y qué se siente ser domado?

Sus risas burlescas del otro lado, será hijo de p, no hayo las horas de burlarme de él igualmente.

—¿No van a ir al apartamento más tarde? —pregunta, ya controlando las risas, estoy a punto de ir a su casa y golpearlo.

—No lo creo… ¿Por qué?

—Bueno, tengo ganas de ver a Natalie y ya no quiero situaciones incómodas —levanta su voz con eso último y tengo que apartar mi teléfono celular antes de que me reviente el tímpano.

—BIEN —contesto, con el mismo tono.

—Maldito, me vas a dejar sordo.

Carcajeo y cuelgo la llamada. ¿Dónde diablos estará Alex? Camino por el pasillo y la única puerta abierta es la del cuarto de su hermana. No dudo en asomarme y sí, ahí está sentada en el borde de la cama con ella y la abraza, al notar mi presencia Alex vuelve su mirada a mí y se pone de pie.

—Lo siento, no te encontraba, me imaginé que estabas aquí —digo, puedo ver los ojos llorosos de su hermana, pero no me quiero entrometer.

—Bueno, te dejo descansar, lo necesitas —se dirige a Stefanie y le da un beso en la mejilla, sale y cierra la puerta a sus espaldas. Caminamos hacia nuestra habitación.

—Buenas noches, mamá —dice, en la siguiente habitación golpeando la puerta, «Buenas noches, mi amor» se escucha desde el otro lado.

No creo que tenga una mala relación con su madre.

Pero sí me interesa saber más sobre su padre. Parece ser el único motivo por el cual no los visita.

Entiendo eso, yo de mi parte no hablara con mi padre si no es porque necesito estar en comunicación por la revista.

Llegamos a la habitación y de inmediato que cierro la puerta, gira hacia mí y me observa.

—¿Por qué, Oliver? —riñe, frunzo mi entrecejo—. Te expliqué muchas veces que no tengo una buena relación con mi padre y no quiero verlo —¡ah! Sabía que esto pasaría, la tomo por sus hombros para hablar con ella con tranquilidad y se suelta de mi agarre.



#731 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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