Casado con mi secretaria

Capítulo 44

—¿Papá? —pregunta, observo al señor Carlin y sí que es verdad, son bastante parecidos, a excepción de las canas del señor Alexander que se asoman a través de su cabello rubio, y las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos verdes, tan claros como los de ella, a la edad de Alex ha de haber sido idéntico solo que en masculino, ellos se observan sin decir una palabra.

—Señor Carlin, es un placer conocerlo en persona —tenía que desvanecer el incómodo silencio, él dirige su mirada hacia mí y sonríe, me acerco a él y extiendo mi mano, él hace lo mismo y la sacude, se ve bastante amable.

—El placer es mío, señor Anderson —expresa.

—Oliver, por favor —digo de manera amable, él asiente y ahora vuelve su mirada a Alex.

—¿Cómo estás, Alex? —pregunta, esbozando una agradable sonrisa hacia Alex.

—Bien —contesta ella, arqueando la comisura de sus labios, pero la conozco bien y sé que es una sonrisa bastante fingida, más silencio incómodo y yo ya no sé qué hacer.

—Es normal que Alex no le hable a nadie de la marca de vino que poseemos —añade, finalmente, siento un gran alivio porque ya surgió un tema de plática, él aún observa a Alex, ¿marca de vinos?

—¿Poseen una marca de vino? —pregunto, intrigado. Esto es algo que Alex no me había dicho ni pensaba decirme. El señor Carlin asiente con la cabeza.

—Si me das tiempo Frank y yo podemos llevarte a recorrer el viñedo y pruebas nuestro vino.

Eso suena bien para comenzar a conocerlo, la verdad quiero comprender muchas cosas y escuchar su versión sobre lo que Alex dice de él ayudaría bastante, nunca sabes la verdad hasta que no escuchas de ambos.

—Eso sería estupendo, creo que me voy a emborrachar hoy —bromeo, y él ríe, aún tiene una dentadura perfecta como la de Alex, ya puedo sentir cómo la tensión se va esfumando.

—Todas las visitas que llegamos a tener aquí terminan ebrias —agrega, en ese preciso momento Frank baja rápidamente los escalones, tomando nuestras maletas.

—Señor Frank, no es necesario —me volteo y camino hacia él— yo puedo llevarlas —no puedo permitir que crean que los tendré como empleados.

—No, sobrino, Walter y yo vamos a ayudarles.

—¿Walter? —interroga Alex, viendo a Frank con desconcierto.

—Y yo que creí que ibas a ser lesbiana —una voz a nuestro costado nos hace voltear la mirada en esa dirección, un joven delgado y bastante alto mira a Alex divertido, ¿lesbiana?

—¡TÚ! —Alex con una sonrisa mira al chico—. Necesitas una hamburguesa, muchacho —me hace reír, casi olvido que no me ha contado nada sobre el viñedo, Walter la mira con toda seriedad y Alex corre hacia él y lo abraza. Luego me di cuenta de que es el hijo de Frank.

—Bueno, Oliver, te contaré todas las veces que Alex casi me mata, desde un árbol, desde el segundo piso, desde estos escalones de aquí...

—Walter... —Alex lo mira, con sus ojos verdes enfurecidos.

—Yo en tu lugar tengo cuidado —continúa. Creo que eso ya lo sé.

—Cuando Alex se enoja mejor desaparece —agrega el señor Frank, tirando de mi maleta sobre las ruedas que posee.

—Eso ya lo sé —añado, y la observo divertido. Lo que ellos no saben es que con un buen beso se calma.

—Pasen, por favor. Supongo que deben de estar cansados —habla el señor Carlin, extendiendo su mano en dirección al interior de la casa, tomo a Alex de la cintura y nos dirigimos hacia esa dirección, abro la puerta para que pase ella, seguido de ella el señor Carlin y luego yo cerrándola a mis espaldas.

—Tu habitación es la misma, Alex —Alex voltea a ver a su padre intrigada luego de ese comentario.

—¿Aún tengo habitación en esta casa?

—¿Por qué no? Esta es tu casa también —él le sonríe, una sonrisa que al parecer ella no toma muy bien—, descansen por hoy, mañana podemos hacer el recorrido, Oliver.

—Eso suena espectacular, señor Carlin —añado, de una forma amable, hasta ahora estoy conociendo mi lado amable.

—Alexander, por favor —contesta el señor Carlin. Asiento con mi cabeza y él se retira, perdiéndose al entrar por la puerta del comedor.

Caminamos por las escaleras y veo el pasillo de la segunda planta, esta casa es más grande que la mía.

Frank y Walter dejan las maletas en la habitación. No puedo dejar de pensar que Alex no me había comentado de la marca de vino que poseen. Cierra la puerta y se voltea quedando sus ojos verdes frente a los míos y los miro fijamente.

—¿Poseen una marca de vino y no me lo habías comentado? —me cruzo de brazos y enarco una ceja, quiero respuestas.

—Oliver, no es la gran cosa —ella pasa hacia su cama.

—Sí lo es, Alex. Es parte de tu vida, siento que no sé nada de ti —me giro en su dirección.

—¿No era que me habías investigado? —ella también enarca una ceja y se cruza de brazos.

Pensándolo bien, ¿por qué mejor no contraté un investigador privado?

—Te dije que no, no te había investigado, la única que me comentó cosas sobre ti fue Natalie, pero cosas que yo ya sabía, nunca me comentó que tenías dinero.

—Yo no tengo dinero —se defiende—, esta cosa es de mi padre y sus hermanos. Yo no sé nada de esto porque mi padre nunca me permitió aprender por esas tonteras machistas que las mujeres no son para ese tipo de trabajo.

—Creo que tienes un mal concepto sobre tu padre —ella me mira atenta y da un paso hacia mí.

—Tú no conoces a mi padre, Oliver. ¿Cómo vas a defender a alguien que me decía todo el tiempo que yo era un fracaso?

—Creo que exageras.

—¡No, Oliver! —ahora camina más cerca de mí—. Y no puedo creer que ese mismo hombre nos esté haciendo discutir en este mismo momento.

—Alex, no estamos discutiendo, tú eres la que está… —suspiro, puede que sí estemos empezando a discutir y es lo que menos quiero, me siento en el borde de la cama con suaves sábanas rosadas—, ven acá, mi amor —doy palmaditas suaves sobre el colchón para que se siente a mi lado. Ella me observa y accede, finalmente, me acomodo para tomar su rostro con ambas manos.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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