Casado con mi secretaria

Capítulo 46

Y en ese preciso momento comienzan a sonar unas matracas del otro lado y unos silbatos, miro a Alex y ella me mira a mí con desconcierto, muero de risa, ya no lo soporto, quiero grabar esto para burlarme de David por el resto de su vida.

—Ustedes dos se acaban de conocer —dice Alex, luego de algunos minutos de bullicios de la otra línea y risas por parte de nosotros.

—¿Y? Ustedeezz también y azzi se casarrorn.

—Esto fue diferente —interrumpo a David, mostrándome serio, que sepa que dejar mi empresa sola no está bien.

—Alexxx, puedes creer… Creerlo... —ahora Natalie toma el celular y murmura—. No tuvimozzz sexooo haszzta el matrimonnnio.

Pero está en altavoz, así que, aunque susurre yo lo escucho, me contengo las risas porque se supone que eso solo Alex lo debía saber.

—Guau, a tu madre le encantará escuchar eso, Natalie —contesta, con fingida emoción, claro, a toda madre le encantaría saber que su hija se casó en Las Vegas y borracha.

—Oliverrr —ahora David—, ya que meee me acabo de cazzsar tiennezz que daarrrme unos díasss librezzs.

—¡Una mierda es que te voy a dar! Regresas mañana mismo antes...

Alex me interrumpe con una estruendosa carcajada. La observo intimidantemente, su risa no ayuda mucho a mi seriedad.

—Alex, maldición, tú no me ayudas —susurro, intento contenerme la risa, pero me es imposible, termino carcajeándome junto con ella y los dos borrachos al otro lado.

Alex aclara su garganta y con toda la seriedad posible toma el celular.

—David, regresas mañana y punto —riñe, dice ella que molesta, pero sus ojos brillan por la risa que está intentando ocultar.

—Biennn, porrr culpaa de uztedddes no tenndremoz lunaa de mielll, ahora zi nosssz dizcullpann tenemossz un matrimmonio que conzumaar.

—Ootra vvezz.

No me quiero imaginar la vida de esos dos casados, lo último que se escucha es aquel celular cayendo al suelo y la llamada se corta, el celular de Alex está lleno de notificaciones de Natalie en sus redes sociales y comienza a verlas, son fotos de la supuesta boda, mis ojos se van directamente al traje amarillo de rayas que David está usando y me suelto a carcajadas, no puedo creer esto, tengo que descargar estas fotos y pasarlas a mi celular, me burlo porque me burlo. La chica con un vestido rojo de látex, botas y velo blanco, pero al menos se ve mejor que David, quien parece un recluso que acaba de escapar de la cárcel y acaba de fumar marihuana.

Oh Dios… No es todo, hay capilla, el sacerdote, hombres con vestidos rosados de tul. ¿Qué se supone que son? ¡Ah! Damas de honor dice el pie de la foto, esto es increíble.

—Juro que me burlaré de David por el resto de su vida —digo, balbuceando y sí que lo haré.

Luego de varios minutos de intentar aplacar las risas Alex tiene que apagar el celular porque ver eso una y otra vez no ayuda de mucho. No me imagino a David casado, y esto se me va a hacer bastante divertido.

—Tal vez deberíamos casarnos de esa forma Oliver —habla Alex, y la observo, jamás y nunca.

—Estás loca, yo quiero casarme en una boda normal, sobrios y que lo recordemos al día siguiente.

—Oliver... ¿no eras tú el que odiaba las cosas románticas? —mierda, es verdad.

—Lo sé, esto es tu culpa —acaricio su mejilla y recuerdo el regalo que traía para ella—, tengo algo para ti —digo, levantándome de la cama. Llego hasta mi maleta y tomo la cajita con el moño.

—¿Q… Qué es? —dice, balbuceando. Sus ojos brillan de emoción.

—Una sorpresa —digo, le entrego la cajita y casi me la arrebata de las manos, comienza a abrirla desesperadamente que hasta enreda más el moño, mujer más impaciente, algo me dice que le gustan los regalos, me siento junto a ella y le ayudo a desatar el moño con delicadeza, abre la cajita y observa el collar de oro blanco con el colgante de perla que vio en California, abre sus ojos como platos, sé que no se lo esperaba.

—Oliver, te dije que...

—No —interrumpo—, tú me dijiste que no querías un yate o un helicóptero. No hablaste nada de esto.

No dice nada, y solo me observa, sé que está emocionada y me encanta verla así.

—En serio, gracias —me abraza efusivamente, estos abrazos de ella sí me gustan, la rodeo con mis brazos y sonrío. Ella se separa de mí y por unos largos segundos nos vemos a los ojos, esos ojos tan enigmáticos dignos de ella que me traen loco, tomo su rostro con ambas manos y junto mis labios con los suyos. Tomo el collar y me acomodo a sus espaldas para ponerlo en su cuello, ella aparta su melena rubia y suavemente enrosco el collar en su nuca, puedo sentir el aroma que su cabello desprende y me encanta.

Ella voltea hacia mí y observa la perla del collar.

—Me encanta como te queda —digo, y esbozo una sonrisa.

—En serio, gracias. ¿Salimos? Quiero ir a un lugar que tengo mucho de no visitar —dice y sonríe.

—Sí, pero tengo que cambiarme, no voy a andar por ahí cubierto de gotas de vino —me quito la camiseta y cuando mis ojos la enfocan está viéndome con morbosidad de pies a cabeza.

—¿Te gusta lo que ves? —sonrío de manera pícara, de inmediato sus mejillas se sonrojan y comienza a reír.

Inmediatamente puedo notar cómo sus mejillas se colorean y río a carcajadas, me acerco a ella tomando su rostro con ambas manos y junto mis labios con los suyos, un tierno beso al inicio que a medida que pasan los segundos se va volviendo más apasionado, me deshago de la cazadora negra que aún lleva puesta, la blusa roja de tirantes que lleva en su interior me da una vista espectacular de sus voluptuosos pechos, tengo ganas de llevar mis manos a ellos. Tomo su cintura por debajo de su blusa y comienzo a acariciarla suavemente con las yemas de sus dedos, se estremece con cada roce y bueno, yo también.

—Debo admitir que tengo mucho que agradecerle a mi padre —hago una pequeña pausa mientras junto mi frente con la suya—, de no ser por él no estuviese aquí contigo.



#732 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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