Casado con mi secretaria

Capítulo 48

—Buenos días —exclamo, Stefanie está al lado del señor Alexander, ambos se voltean a verme y me saludan de igual manera.

—Feliz cumpleaños, Alexander —digo efusivo, él sonríe, una sonrisa escalofriantemente igual a la de Alex solo que sus labios ya han perdido el color y en la comisura ya están comenzando a notarse diminutas arrugas.

—Muchas gracias, Oliver —estrecha su mano y da un apretón a la mía—. ¿Nos vamos?

Asiento con mi cabeza, nos despedimos de Stefanie y nos vamos en un jeep de su propiedad, la verdad que estoy encantado con este lugar, no dejo de ver todo a mi alrededor y mucho más cuando llegamos al viñedo, nunca había estado así de cerca a algo como esto.

Tal vez yo debería tener un viñedo y dejar la revista.

—En serio que este lugar me gusta, señor Carlin. ¿No ha pensado en vender? —él me mira y esboza una amplia sonrisa.

Bajamos del jeep y comenzamos a caminar hacia las plantaciones. Es bastante grande y tienen bastantes trabajadores. El señor Carlin y yo nos vamos a entender.

—Ya he recibido varias ofertas, pero no quiero hacerlo, es algo que a mí y a mis hermanos nos ha costado y no lo queremos dejar así por así. Creo que tú me entiendes mejor que nadie —asiento con mi cabeza, y llegó la hora de hablar de lo más importante.

—¿Es cierto que Raymond pidió trabajar aquí con usted? —él voltea a verme desconcertado.

—¿Conoces a Raymond? —el señor Carlin comienza a saludar a todos los trabajadores y ellos sonrientes le estrechan la mano. Yo no me vería saludando de esta forma a mis trabajadores.

—Sí, está casado con una de mis primas —me cruzo de brazos y él comienza a presentarme con ellos, todos sonrientes se me acercan y también me estrechan la mano humildemente.

—Ah, en ese caso voy a considerar un mejor puesto para él —creo que no está entendiendo, suegro.

—No, de hecho, no tuvimos un buen roce la última vez que lo vi —comienzo a hablar—, creo que le agrada Alex más de lo que me gustaría y lo despedí —él se lleva sus manos a la cintura y ríe.

—Entonces supongo que aquí no va a entrar —sonrío, dije que él y yo nos íbamos a entender.

—Raymond desde pequeño mostraba un gran interés por Alex —continúa, y todo mi interior se revuelve, ahora lo odio más—, siempre ha sido el tipo de mujer que vuelve loco a los hombres —tal vez eso se lo hubiese guardado.

Comienza a caminar y más adelante hay más trabajadores, todos sonríen al verle y los saluda igualmente, me está gustando esta faceta de jefe, tal vez yo debería ser así.

—Por eso la inscribí en lo que ella llama «escuela militar», pero en realidad era un campamento de defensa personal —continúa—, conozco la intención de muchos hombres y al ver que Alex crecía con un gran atractivo físico creí que esa era la mejor opción, y sí que funcionó —ríe—, luego a todo niño que la molestaba le pateaba las pelotas —¿auch?

—Eso era algo que quería preguntar. ¿Cómo es que esa mujer sabe usar armas? —él ríe levemente sin despegar su mirada del frente.

—También da sus buenos golpes y patadas, dile que te enseñe —dice con mofa.

—La verdad no quiero que me enseñe —digo, con extrema seriedad—. ¿Por qué es que no tiene una buena relación con Alex? —él me observa y vuelve su vista al frente, tal vez no debí preguntar; pero si no lo hago ahora, ¿cuándo?

—Yo nunca fui un gran padre que digamos, creo que fui un poco grosero, pero… ¿Qué te puedo decir? Sé que no es excusa, pero no sabía cómo criar una niña, tengo solo hermanos, mis hermanos solo tienen hijos varones y creí que estaba haciendo lo mejor —hace una pausa—. Seamos sinceros, en esta sociedad las mujeres son las que más sufren, quise hacerla una mujer fuerte.

—Y demasiado diría yo —bromeo, él ríe, pero hablo en serio.

—Cuídala, porque si esa mujer se va ya no regresa —guardaré esas palabras con tinta en mi mente.

—Lo sé, por eso la cuido demasiado —él sonríe, una sonrisa cálida y pacífica que parece estar pensando en algo; sin embargo, no dice una palabra.

—Stefanie es muy diferente —agrega luego de varios segundos—, deseara que tuviera el carácter de Alex, pero cometí un error, la crie de una forma más sosegada porque casi muere en el hospital al nacer, la cuidábamos demasiado que hasta nos olvidamos de Alex, pasaba más tiempo con mis padres y no me di cuenta de que iba creciendo con una aversión hacia mí.

—Disculpe, señor Carlin, pero… ¿Por qué no intentó enmendar ese error mucho antes? —él simplemente me mira, mientras seguimos caminando. Vuelve su vista al frente y pone esa expresión en su rostro que significa que está pensando.

—Porque me tomé mucho tiempo para pensarlo, Oliver. Porque todo el tiempo mantuve en mi cabeza que lo que ella hacía era por rebeldía, además, sabía que no iba a escuchar; ahora estoy enfermo y no quiero decírselo para que no se lo tome que quiero enmendar las cosas con ella solo por eso.

Quisiera preguntar a qué se refiere con enfermo, pero es mejor no indagar sobre eso ahora. Supongo que debe ser del corazón, la señora Alicia me dijo que había sufrido un infarto hace poco.

—Luego de unos días —continúa— me di cuenta de que se había casado y ya no le vi sentido a buscarla, sabía que iba a pensar que la estaba buscando porque se había casado contigo, pero te juro que no fue así —él se detiene y me observa.

—Creo que debería explicárselo —me detengo igualmente y lo miro a los ojos, tengo que saber si no miente.

—Lo haré, pero es tan terca como su padre que no sé cómo vaya a terminar esa conversación —sonríe tristemente. No lo sé, pero yo no creo que esto sea actuación. Continúa caminando y a lo largo vemos a Frank.

—Allá está la calva brillante de Franklin —dice, no puedo evitar reír.

Comenzamos a caminar hacia él y al llegar, él y Samuel comienzan con sus bromas hacia la calva de Frank, es imposible no reír, aunque con la macabra mirada de Frank cuando ya está harto intento contenerme las risas.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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