Casado con mi secretaria

Capítulo 51

No puedo parar de reír con las ocurrencias de la abuela, y es que ya comprendí de la peor forma posible que Magic Mike en realidad no es un mago, y que la abuela no se guarda nada.

—Magic Mike es un tipo bien buenorro que me hace sudar, y no solo eso.

¡Joder! ¿Por qué pregunté? No puedo parar de reír, llevo mis codos a mis rodillas, mi cara a mis manos y me carcajeo como nunca.

—El Channing Tatum baila tan rico que hace mi desierto humedecer.

Ya no puedo con esto, mi estómago duele de tantas risas, no quiero imaginar qué sentido le quiso dar a su «desierto», soy niño bueno, así que pensaré que se refiere a que la regadera de su casa no funciona, sí, eso.

Cuando por fin logro calmarme poso con Alex para la bendita foto y aún estoy conteniendo una carcajada al recordar su inusual forma de describir una película, y casi de inmediato la fotito sale por la parte inferior de la cámara. Me gusta esta cámara, la abuela nos la entrega y no puedo evitar sentir una emoción interna recorrer mi ser, mi primera foto con Alex. ¿Por qué antes no me tomé fotos con ella? Nos vemos tan bien juntos y contentos, Alex se acerca a verla con el ceño fruncido, seguro no entiende por qué me he quedado viendo esta foto por bastante tiempo, pero es que significa mucho para mí, las fotos son recuerdos muy importantes, la observo a los ojos y ella me mira intrigada.

—Alex esta es la primera foto juntos. Voy a ir a guardarla, esta foto la voy a enmarcar y va a estar sobre nuestra mesa de noche.

—¿Nuestra? —arquea una ceja, y me mira confusa.

—Bueno, ya que Natalie se casó tendrá que irse a vivir con David y… tú te tendrías que venir conmigo.

—¿Es eso una petición o una orden? —me mira con sus cejas arqueadas.

—Una orden —me mofo, ella me mira con sus ojos entrecerrados—, bueno, dijimos que lo haríamos funcionar y no puedes estar viviendo en esa olla.

Sonrío ampliamente para que olvide que le dije olla a su apartamento.

—¿Esa olla? Aparte ofendes mi apartamento, Oliver Anderson —río de nuevo, claro que ese lugar es una olla.

Muchas risas en mí no es normal, no sé, es que estoy feliz.

—A mí me gustaría vivir contigo, Alex —digo, de una manera tierna; esbozo una sonrisa, de esas que sé que le gustan. Ella solo me observa y también sonríe.

—Iré a guardar esto, mi amor. Ya regreso, ¿sí? —asiente, y me inclino a besar suavemente sus tiernos labios y camino hacia las escaleras.

Escucho que comienza a tocar otra melodía mientras subo y me hace sonreír, no sé cuántas veces he repetido esto, pero nunca voy a encontrar otra mujer como ella.

Veo otra vez la foto antes de guardarla en mi maleta, mi celular suena y lo saco inmediatamente de mi bolsillo, es una llamada de Romanov, frunzo el ceño, ¿por qué me llamaría? Esto debe significar problemas.

—¿Hola? —digo, al descolgar.

—Hola, guapo —una voz chillona de mujer del otro lado, no puede ser.

—¿Por qué puta me estás llamando, Lauren?

—Uh, estás de mal humor. ¿Tu esposita no te ha hecho feliz? —ríe, maldita mujer.

—En serio me estás poniendo harto, si continúas haciendo estas cosas te juro que cortaré todo tipo de relación laboral con tu prometido, y créeme que no les conviene.

Silencio del otro lado.

—Bien, por Dios, solo quería salud...

Clase forma de saludar.

Cuelgo la llamada, esta mujer me está estresando en serio. Bajo las escaleras y me encuentro con una imagen bastante tierna de Alex enseñándole algunos acordes a su padre y riendo a carcajadas ambos de espaldas a mí. ¿Ya habrán hablado? No lo sé, pero Alex se ve bastante tranquila.

—¿Por qué siempre tienes que estar a la defensiva, Alex? —pregunta su padre, observándola, suena interesante, no sé si quedarme tras esta pared o

alejarme y que tengan esta plática en privado—. Nunca me dejas terminar y a veces las cosas no son como crees.

—Tal vez porque siempre me culpabas de todo lo que a tu princesa le pasaba. No me sorprendería que ahora creas que fui yo quien la golpeó.

—¿Cómo? ¿Evan golpeó a Stefanie?

—Papá…

—¿Por qué diablos nadie me dice…?

—Papá. ¡Basta! —¡mierda! Me siento como doña Cleotilde, la chismosa de todo vecindario.

—Fue un accidente —añade Alex. Obvio que no fue un accidente, pero entiendo por qué lo hace.

Ella lleva de nuevo sus dedos al piano y él solo la mira.

—Bien, te creo —dice, finalmente—. Yo nunca te culpaba por todo, Alexandra —a Alex no parece importarle y continúa paseando sus dedos sobre el piano emitiendo un glorioso sonido que me envuelve—. Cierto que no fui un ejemplo de padre, pero tampoco soy tan malo como le haces creer a las personas.

—No les hago creer que eres malo, Alexander. Solo he contado la verdad —lo dice de una manera tan calma, cualquiera creería que esto no le afecta.

—Una verdad bastante exagerada. Mencionas todo el tiempo lo duro que he sido contigo, pero no mencionas la persona que eso te hizo. Eres fuerte, independiente, lista, no necesitas de mí ni de nadie, te puedes valer sola por ti misma —el señor Carlin tiene razón—. La verdad, aunque me odies por eso yo estoy orgulloso de la persona que creé, el error lo cometí con Stefanie, no contigo. ¿En serio me creen tan tonto como para no darme cuenta de que el culpable del estado de Stefanie es Evan?

Lo sabía, sabía que se daría cuenta, cualquier persona lista se daría cuenta.

—Stefanie no vive sin alguien más y tú desde pequeña eras autosuficiente, ni siquiera nos necesitabas —continúa, y Alex continúa sin enunciar una palabra. Hay un silencio incómodo entre ambos, hasta que, por fin, Alex lo rompe.

—¿Y tú qué sabes? Dime, Alexander, ¿qué sabes tú? —escucho con atención lo que Alex tiene por decir—. ¿Cómo una niña no puede necesitar de sus padres? Crecí prácticamente sola. Me mandabas a un campamento al otro lado del país todos los veranos, y el resto del año apenas te veía. ¿Por qué querías apartarme de ti?



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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