Casado con mi secretaria

Capítulo 56

Llevo la enorme bolsa con los 50 paquetitos, sí, no bromeaba, la guardo en los asientos traseros de la camioneta mientras le llevo la que pedí aparte a Alex, ahora tengo que buscar cómo llevársela hasta ahí, pero como obra maestra de un ser supremo la conserje va entrando al baño con un trapeador.

—Disculpe —ella clava sus ojos en mí y frunce el ceño—. ¿Puede llevarle esto a una chica allá adentro? Se llama Alexandra.

Ella asiente, toma la bolsita y entra, me cruzo de brazos mientras espero. ¡Lo que hace uno por las mujeres! Al menos ya sé que con alas y flujo normal, aunque de aquí a que los 50 paquetitos se terminen estoy seguro de que ya se me habrá olvidado.

Alex sale por fin, acomodando su blusa blanca y me mira con una sonrisa nerviosa, el nervioso debo ser yo aquí por estar pasando estas cosas.

—Te compré 50 de esas para que no vuelvas a hacerme pasar por esto —ella frunce el ceño y se ríe otra vez, a mí esto no se me hace divertido.

Por fin me entregan la jodida caja de pizza, el papel que tengo que firmar se cae al suelo y en lo que me quiero inclinar a recogerlo Alex ya lo está haciendo, la mujer que nos atiende ya me tiene aturdido, puedo apostar que tiene la edad de mi madre. Puedo notar cuando una mujer me coquetea y sé que ella lo está haciendo, ya me quiero ir de aquí, me recuerda a mi madre, pero al menos mi madre es guapa.

Comienzo a firmar papel por papel y me encamino a salir lo más rápido que puedo por esa puerta cuando escucho de la voz de Alex algo que llama mi atención.

—¿Está lindo ese trasero, no? Pues déjame decirte que yo soy la que lo aprieta todos los días, así que más respeto.

¡Oh, por Dios!

Mejor camino más rápido porque conociendo a Alex se viene a estrujarme el trasero.

No sé de qué sentirme más avergonzado, de lo que dijo Alex o de que la señora me haya estado viendo el trasero.

Llego hasta la puerta conteniéndome las risas, ella vuelve a ver a la mujer otra vez y sonríe, al parecer no se ha percatado de mi presencia y al voltear choca con la caja de pizza que sostengo en las manos.

—¿Así que tú eres la que lo aprieta todos los días? —digo, y ella de inmediato baja la mirada, me carcajeo y continúo riendo todo el camino hasta el jet, ella solo baja la mirada avergonzada y verla así me dan aún más ganas de reír sonoramente, parece un pequeño angelito que no quiebra ni un plato, pero en realidad puede quitarle el lugar a Satán allá abajo.

Ya en el jet observo a Alex y tiene una expresión seria en su rostro, tiene su mano en su vientre y con la otra sostiene su cabeza, su codo está reposando en el brazo de la silla.

La miro fijamente, me temo que tendremos que ir al hospital luego.

—Alex… ¿Te sientes bien? —llevo mi mano a su frente frunciendo el ceño, no sé qué les pasa a las mujeres cuando andan con eso, pero espero que no enferme.

—No, mi vientre está cabreado y no quiere saber nada de la vida —no sé por qué eso me da risa.

—Claro, te ríes porque no eres tú quien sufre con esta mierda.

—No me imagino yo con una de esas toallitas con alas enrolladas en mi Superoliver —Alex me observa, analizando lo que acabo de decir y sonríe.

—¿Tu Superoliver? —estalla en risas.

Luego de un rato se queda dormida en mi hombro y comienzo a buscar en Google sobre estas cosas de mujeres y sus períodos, solo he escuchado que se vuelven locas. Luego de un buen rato ya sé más cómo funciona el aparato femenino que el mío propio, y muchas más cosas que hubiese preferido mantener en incógnita.

Las turbulencias del jet despiertan a Alex y mira por la ventana, estamos llegando. Una vez que el avión aterriza, ella es la primera en bajar, camina hacia la limusina con la caja de pastelitos que la abuela Carlin nos obsequió, mientras firmo unos papeles, son varios y unas risas me sobresaltan, volteo a ver y es Alex riendo y comiendo pastelitos con Pablo, el chofer de mi empresa, y también esposo de Rosa. Sonrío al verla contenta, y es que Alex es capaz de hacer amistad con cualquier persona. Me acerco a ellos y saludo a Pablo de un apretón de manos, él abre la puerta para nosotros y Alex pasa de primera.

—Señor Pablo, no era necesario, pero gracias —dice Alex y sonrío, seguro ya se ganó a Pablo también. Leo un informe de David y Alex se recuesta en mi hombro, me acomodo mejor para que se recueste en mi pecho y acaricio su cabello, Google decía que hay que consentirlas cuando están así, no es la posición más cómoda para leer, pero al menos ella lo está.

Llegamos al edificio de su apartamento, subimos al ascensor y por suerte no hay más personas, caminamos por el pasillo del edificio que dirige a su apartamento y Alex está pensativa y nostálgica. ¿Cómo va a extrañar vivir aquí? Bueno, culparé a sus hormonas, también leí que las mujeres se ponen melancólicas cuando andan en esos días.

Alex abre la puerta del apartamento y…

—¡VAMOS, DAVID, MÁS DURO!

Quejidos roncos de David se escuchan.

—MÁS DURO. ¡JODER! NO SIENTO QUE MUEVAS NADA.

Frunzo el ceño, no sé hacia dónde ver, no quiero ver a David en pelotas cogiendo otra vez… Sí, una vez olvidó cerrar con llave la puerta de su cuarto del hotel, yo entré y… ¡Bam! Estaba sobre una modelo rusa que no sé qué es lo que estaba gritando en su idioma, salí lo más rápido que pude, pero las nalgas pálidas de David quedaron tan grabadas en mi memoria que después a todo lo que veía le daba forma de nalgas. Tardé en superar ese trauma, la rusa se fue y no volvió a llamarlo, pero sí me llamó a mí después y juro que algo ya pasado por David a mí no se me apetece.

—¡ESTOY SUDANDO! ¿QUÉ MÁS DURO QUIERES?

Evito reírme, solo espero que no sea lo que yo creo, Natalie sale a la sala y al menos lleva ropa, sus ojos brillan al ver a Alex, ya sé qué significa esto, inmediatamente llevo mis manos a mis oídos, ambas gritan y se abrazan; sí, ya las conozco, ella lleva unos guantes de esos de boxeo, espero que no los haya estado usando en David. La verdad sí espero que los haya estado usando en David.



#731 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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