Casado con mi secretaria

Capítulo 58

Conduzco rumbo a la oficina y David va saliendo de su casa en su Ferrari, toca el claxon y yo hago lo mismo, no, tampoco nos vamos a poner a jugar a los rápidos y furiosos en la calle, aunque… Pasa a mi lado bajando la ventana y esboza una sonrisa moviendo sus cejas, en instantes me deja a varios metros de distancia, acelero para alcanzarlo, puedo correr más rápido que él si quiero, pero… Luego recuerdo que tengo esposa, y es bonita, si me accidento y muero lo más probable es que dentro de un par de años se vuelva a casar con cualquier zopenco, eso no lo soportaría ni muerto, y si reencarno lo más probable es que recuerde eso, me dé un infarto y vuelva a morir. Mejor me calmo, no voy tarde.

—¡Hey, Anderson! ¿Cómo que te quedaste atrás? —enuncia David, en la entrada de la empresa.

—Sí, tuve mis razones —él me mira con el ceño fruncido, una de sus manos está dentro del bolsillo del pantalón de su traje gris.

Llegamos a la sala de reuniones, venimos bastante temprano, comenzamos a saludar a los socios y me siento encabezando la mesa, David a mi derecha y solo espero que Cristal aparezca en menos de cinco minutos, si no me voy a molestar.

—Oliver, ¿te sientes bien casado? —la pregunta de David me hace despegar la mirada de mi laptop y observarlo frunciendo mi entrecejo.

—Increíblemente, sí —hasta las madrugadas me alegra cuando choca contra la pared buscando el baño adormilada y comienza a decir miles de malas palabras en alemán, francés, inglés y creo que japonés.

David posa sus codos sobre la mesa de vidrio, me observa fijamente.

—Tú, Oliver Anderson, el que decía que no se iba a casar jamás, el que decía que para qué casarse, el que decía que estaba bien sin compartir sus cosas, el que decía que —tomo la pluma que reposa sobre la mesa y se la lanzo en la cara.

—Oliver…

—Ahora recógela, tú me hiciste tirártela —señalo la pluma y vuelvo la mirada al monitor.

—Bueno, eso te va a costar 50 dólares —se inclina a tomar la pluma y me la lanza.

—¿Tan barato? La pluma es más cara —contesto con sarcasmo, él ríe mientras se recuesta en el espaldar de la silla.

—Bueno, con esos 50 dólares ya compro tampones —estallo en risas, pero luego recuerdo que es una reunión con socios y no puedo estarme riendo.

—¿Y tú no te sientes bien casado? —enarco una ceja y lo observo.

—Por supuesto que no.

—¿Por supuesto que no? —él niega con su cabeza mientras saca su laptop de su maletín.

—Es la cosa más jodida.

—Tal vez es momento de que te portes bien —hablo, viéndolo fijamente. Hace caso omiso a mis palabras y comienza a teclear en su computadora.

—Necesito que despidas a Andi, me está volviendo loco —sabía que algún día me iba a pedir eso y no, no lo haré.

—Despídela tú, también puedes —lo observo al decir esto y vuelvo la mirada a mi computador, comienzo a teclear cuando Cristal entra por la puerta, miro mi reloj, al menos vino 3 segundos antes de los cinco minutos que le había dado. Se sienta al lado de David y la reunión inicia.

Si algo extraño de que Alex esté en el grupo de edición ahora es que ya no la veo todo el día como antes, ya no puedo llevarla a reuniones, pero me enorgullece saber que ha pasado todas las pruebas con buenas calificaciones y esto que la presioné al doble, interiormente quiero que vuelva a ser mi secretaria, a estas horas ya está en casa.

Conduzco a casa, David va detrás de mí, pero de inmediato me pasa al lado, presiono el acelerador con fuerza, pero luego recuerdo que mi esposa me espera, así que mejor me calmo.

Llego y la casa está sola, ni siquiera está Rosa. ¿Dónde habrán ido? Subo a la habitación, no, Alex no está, al menos está todo arreglado. Tocan el timbre y voy hasta la puerta.

—¿Está Natalie? —pregunta David frunciendo el entrecejo.

—No lo sé, ni siquiera miro a Alex o a Rosa —David entra a mi casa y suelta una risa.

—¿Qué putas es eso? —señala el sillón de Alex.

—Se supone que es un maldito sillón —digo, viendo por la ventana, el auto de Alex está ahí, quiere decir que no ha salido, David se acerca al feo sillón y se sienta—, estoy esperando el día que llegue el pie —David ríe.

—Cuando te des cuenta tienes una vagina de sillón en tu sala —me detengo a imaginármelo y… ¡Por Dios, no! Saca esa imagen de mi cabeza.

—¿Esta mierda no te rasca el trasero? —pregunta David observándome.

—Lo mismo me imaginé, pero creo que no —también río, sí, nosotros sí nos entendemos.

—Ahora que lo recuerdo, el saco de boxing está en el gimnasio, ya creo saber dónde están.

David me mira, también se lo ha imaginado, caminamos hasta allá y desde el pasillo escucho gritos y risas, sí, ahí están y parece que con Rosa, frunzo el ceño y abro la puerta. Sí, aquí están y Alex está doblándole el brazo a Rosa en el suelo y Natalie el pie, no estoy por unas horas y ya están matando a Rosa.

Llevo las manos a mi cintura apartando el saco de mi traje que había desabotonado y las observo enarcando una ceja, David va justo detrás de mí y también mira la escena.

—¿Qué le están haciendo a Rosa? —pregunto calmado, espero una explicación, aunque Rosa parece disfrutarlo.

—Por favor, niño Oliver, ayúdeme —continúa riendo y frunzo el espacio entre mis cejas, no sé si molestarme o reír. No sé qué le puedan estar haciendo, pero está en una posición bastante incómoda. Y es que Rosa hizo mal al hacer amistad con ambas al mismo tiempo.

—Suelten a Rosa que yo quiero brownies —dice David, Rosa deja de reírse y levanta la cabeza para observar a David con descontento.

—¿Saben qué, muchachas? Mejor terminen de matarme —vuelve a acostarse, Alex y Natalie terminan soltándola riendo y yo hago todo lo posible por no hacerlo porque se supone que estoy molesto, aplano mis labios y observo a David.

Yo tuve que convencer a Rosa de que hiciera brownies, y es que hay que admitir que ella hace los mejores, Alex se sienta sobre mis piernas en la silla del comedor donde estoy. Rosa se queja una y otra vez del dolor en su brazo y sé que la culpable es Alex, luego preguntaré por qué.



#728 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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