Casado con mi secretaria

Capítulo 65

Me siento en la cabecera de la mesa mientras espero que el maldito de David se aparezca, al parecer le está gustando mucho estar casado que ya ni quiere salir de su casa. Luego de cinco minutos se aparece… Y afeitado, frunzo el ceño de inmediato, al parecer sí le llegaron las palabras de Alex en Navidad.

—¿Qué hay, maldito cagabilletes? —lo miro con los ojos entrecerrados mientras se sienta a mi derecha.

—¿Qué hiciste tu barba de hippie? —me fulmina con la mirada y acomoda su saco.

—Perdí una apuesta con Natalie, era eso o usar tacones todo el día.

—¿Apuesta? —río levemente, mientras él niega con su cabeza.

—Hace más abdominales que yo. ¿Puedes creerlo? Ya me estaba burlando de ella cuando alcancé los 180 sin descansar y ella hizo 220 —enarco una ceja y sonrío—. Por cierto, moveré a Andi a otro departamento, o me cortan los huevos. Ahora necesito un secretario.

—¿Un secretario? —Cristal me lleva una taza de café y agradezco, sino, juro que me duermo.

—Sí, secretario, Oliver. Y Andi ya me está poniendo harto —no sigo preguntando porque la reunión inicia y luego de un par de horas termina.

Salgo de la oficina, David sale conmigo, ya no solo es el gerente de mi empresa, ya está comenzando a ser un socio, sé que muy pronto uno de los más importantes y es que el muy maldito aparte de ser una espinilla en el culo es un cabrón bastante inteligente y responsable, lo tiene muy merecido. Con nosotros vienen dos socios más, al atravesar la puerta miro a mi rubia impaciente recostada sobre la pared tecleando muy rápido, casi de inmediato levanta la vista y su mirada es de preocupación, todos mis sentidos se alarman, frunzo el ceño y me acerco a ella lo más rápido que puedo. ¿Le habrá pasado algo?

—Mi amor. ¿Estás bien? —con mi mano tomo su cuello y le doy un beso en la frente. Ella niega con su cabeza y me preocupo aún más.

—Quiero hablar contigo, es importante —ella muerde la uña de su dedo índice, solo hace eso cuando está nerviosa. ¡Joder! Ojalá no haya matado a alguien con la maldita motocicleta esa.

—¿Hablamos en mi oficina o salimos de aquí? —pregunto, ella traga saliva.

—Cualquiera de las dos, Oliver —asiento, me alejo de ella para despedirme de los socios mientras me imagino miles de escenarios de Alex en la cárcel por matar a alguien, pero yo mandaría a mi padre que pague su condena por habérsela regalado.

Al regresar donde ella está, David está hablando con ella.

—David, cualquier cosa me llamas, por favor —David asiente, tomo a Alex de la mano y no cruzamos palabras hasta mi oficina, pudiésemos ir a otro lugar, pero es mejor que me diga ya y ahora a quién atropelló y por qué.

Al cerrar la puerta a mis espaldas, no tuve necesidad de preguntar.

—Quiero adelantar la boda, Oliver. Cuanto antes mejor —frunzo mi entrecejo y la miro intrigado, ¿eso era? Y yo hasta preparando mi discurso porque le he dicho una y mil veces que no salga en esa motocicleta.

—Yo no tengo problema. Pero… ¿A qué se debe el cambio de opinión? —pregunto, porque habíamos acordado un año.

—Mi padre, no lo sé, estoy cien por ciento segura de que no soportará cuatro meses, Oliver —sus ojos se cristalizan—, yo, en serio, quiero que sea él quien me lleve al altar —ella balbucea, tomo sus manos y están frías.

—¿Pero por qué dices eso? —voy hacia mi escritorio a dejar mi maletín y regreso de prisa mientras contesta.

—Porque lo presiento, Oliver. No sé por qué —una lágrima corre por su mejilla, se cruza de brazos, tomo su rostro con ambas manos limpiando la lágrima con mi pulgar.

—Alex, no, no digas eso. Voy a buscarle el mejor doctor a tu padre, no va a morir ahora. ¿Sí? Vamos a hacer todo lo posible —esto me preocupa.

—Él está viendo uno de los mejores, Oliver —más lágrimas corren por sus mejillas—, no está funcionando, él me lo dijo.

—Alex, no te alteres —la apego a mi pecho y continúa llorando, desde ya iré contactando los mejores doctores, yo no puedo verla así.

—Esto no puede estarme pasando. No ahora que tengo un padre —mi corazón se encoge con esas palabras.

—Alex, tranquila. ¿Sí? —toma su rostro otra vez—. Los médicos tienen diferentes tratamientos, llámale y dile. Yo le voy a conseguir el mejor doctor.

Ella asiente, finalmente, la abrazo mientras se calma, recibe una llamada y se aleja un poco de mí para sacar su celular del bolsillo de su blazer.

—Es Natalie —exclama, descolgando la llamada.

—¿Natalie? —no logro escuchar lo que le dice del otro lado, voy hasta mi escritorio y saco mi laptop.

—Porque es la tercera vez que sueño ese tipo de cosas, Nat. Tengo que llamarlo. Te llamo luego.

Cuelga la llamada y voltea hacia mí.

—Iré a llamar a mi padre, Oliver —menciona, mientras me siento en mi silla, asiento y se dirige a mí a paso rápido depositando un suave beso en mis labios, al menos ya está calmada. Debería estarlo, una arritmia puede controlarse.

Sale de mi oficina cerrando la puerta a sus espaldas, minutos después entra David sin tocar, típico en él. Levanto la mirada y cierra la puerta.

—Sé que no es de mi incumbencia, Oliver. Pero ¿qué pasa con Alex? —se sienta en el sillón frente a mi escritorio—. Hasta a Natalie la tiene preocupada.

—Es por su padre —suspiro—, no está bien de salud, se preocupa demasiado. Cree que va a morir.

David me mira pensativo.

—La entiendo. Es terrible perder un padre. Pero al menos su madre está bien, yo los perdí a ambos casi al mismo tiempo.

Recuerdo pasar con David esa época gris de su vida. Gracias a Dios, a mí aún no me ha tocado perder a un ser querido, aunque sí les tenía mucho aprecio a los padres de David.

—Por cierto, Anderson. Necesito que me firmes unos papeles para mover a Andi a otro departamento —dicho esto se levanta, acomodando su saco camina hasta la puerta.



#731 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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