Casado con mi secretaria

Capítulo 72

Las cosas ya van mejorando, no me siento tan estresado, ser pobre no es tan malo, paso más tiempo en casa y puedo disfrutar de todas las locuras que a Alex se le ocurren a cada hora, al menos sé que ya está mejor y poco a poco vuelve a ser la misma de siempre, adiós seriedad con ella y es que hasta cuando se enoja es bastante divertida, sí, hasta que me hace un extraña llave que pone mi brazo en un ángulo extremadamente doloroso, ahí sí no es divertido. Lo que sé, es que nunca me voy a aburrir de esta mujer.

Luego de hacer mi rutina de ejercicios, me dirijo a mi habitación, tengo una reunión a la que asistir, en mi pobreza, aún tengo algunas cosas que hacer, necesito tomar una ducha, escucho el sonido de la regadera, lo que significa que hoy Alex pasa 40 minutos ahí adentro. Tengo que apresurarla, entro al baño y escucho una canción que no logro entender del todo, pero sé que se llama algo así como Gangnam Style. Sé que fue bien sonada hace ya un tiempo, Alex está coreando la canción y por medio del vidrio corrugado de la regadera puedo ver su delgada silueta moverse de un lado a otro, me da curiosidad y me acerco sigiloso, silenciosamente corro la puerta y mi esposa está ahí coreografiando la bendita canción. ¿Ya mencioné que nunca me voy a aburrir con ella? Es precisamente por esto. No sé de dónde saca tantas cosas raras para decir o hacer.

♪ Heeeeeeey, sexy ladyyyy… ♪

—¡Alex! ¿Qué estás haciendo? —espeto, da la vuelta de forma rápida, resbala y cae al suelo, aplano mis labios, no me voy a reír, es mi esposa.

—¡A la gran p…! —exclama—. Oliver. ¿Por qué no golpeas la puerta antes? —le extiendo la mano para ayudarla a ponerse de pie, pero no me puedo contener más, las carcajadas se me salen e hicieron que perdiera fuerzas, Alex cae otra vez y me mira encabronada.

—Lo… Lo siento —balbuceo—, es que… —más risas, no, no puedo contenerme, y esto que estoy corriendo el riesgo de que me golpee.

Ella camina hacia el ventanal, no, no puedo parar de reír.

—Bueno, bailamos juntos la canción porque tengo que bañarme —no escucho ni un sonido de su parte, volteo a verla y está envuelta hasta la cabeza en las cortinas del ventanal del baño—. ¿Alex?

—Finge que estoy en China.

—Una mierda es que voy a fingir, sal de ahí —vuelvo a repetir, no, nunca me voy a aburrir de ella, camino a paso rápido e intento desenrollarla de las cortinas, pero las está sosteniendo con fuerza, en ese preciso momento mis pies descalzos pisan algo resbaladizo y caigo al suelo. ¡Hijo de los setenta mil pares de los ciento ochenta mil… Solo escucho el sonido de la cortina rasgarse y Alex cae sobre mí envuelta en ella.

—¡Alex!... ¡Era una cortina con bordados a mano!

—¡Alex, nada! Tú mismo la jodiste.

Y ahí me percato de que lo único que nos separa es la jodida cortina y, bueno, mi leggins deportivo con mi bóxer, pero de ese me deshago fácil.

—Estás desnuda, sobre mí, Alex —esbozo una pícara sonrisa y muevo mis cejas repetidas veces.

—No te fueron suficiente esas tres veces anoche, ¿cierto? —enarca una ceja, y solo recordar esas tres veces de ayer casi me provoca una erección, niego con mi cabeza mientras comienzo a reír nuevamente.

—Y ahora quiero la cuarta y mucho más con esa música de fondo que tu celular está sonando —no sé qué canción es, pero por lo que escucho es bastante erótica, con un ágil movimiento me ubico sobre ella y la aprisiono entre mis piernas tomando sus muñecas con mis manos. Comienza a removerse, pero la sostengo con más fuerza—. Con que el torito Carlin está domado, ¿eh?

Y ella ríe sonoramente, caigo al lado suyo muerto en risas.

—Termina de bañarte, tengo una reunión, vendrás conmigo —digo, levantándome, llegaremos tarde.

—¿No es que éramos pobres? —pregunta, mientras la ayudo a ponerse de pie.

—Lo somos, ya no tenemos una empresa que dirigir, por el momento. Tengo una maravillosa idea, cuando la tenga mejor formada te la expongo.

—Suena bien, igual no la voy a entender, pero fingiré que sí y diré que tienes todo mi apoyo y los cuantos dólares que tengo en el banco para que hagas lo que quieras y si quieres vender el Bentley pues entonces mucho mejor.

Esta Alex y sus cosas, fuerzo mis labios a no reír y enarco una ceja.

—¿Y si mejor vendo la motocicleta?

—Con ella no te metas —me lanza su pote de gel de baño vacío y da justo en mi abdomen.

—¿Qué tienes contra el Bentley, Alex? Te lo di con todo el amor posible —ella comienza a ducharse otra vez y yo finjo lloriquear.

—¡Ah! Sí, claro, dijiste que odiabas mi chatarra. Además, ese auto es de niña mimada.

—Eres una niña mimada —digo de inmediato—, si la niña mimada quiere hamburguesa tenemos que ir por las hamburguesas, si la niña mimada quiere helado tenemos que ir por helado —digo todo esto mientras pongo mi toalla sobre el lavamanos—, si la niña mimada quiere pizza tenemos que ir por la puta pizza, aunque sea medianoche…

No me imagino cómo será cuando esté embarazada, me llevará el diablo con todo y zapatos como decía mi madre.

—Oliver, basta o te lanzo por la ventana.

Río nuevamente al salir por la puerta del baño.

 

k

 

—¡Jaque mate! —frunzo el ceño y miro perplejo el juego de ajedrez que está sobre la mesa.

—¡No! —digo de inmediato—, yo fui capitán del equipo de ajedrez en la universidad, no puedes ganarme —ella sonríe triunfante mientras se recuesta sobre el respaldar del sillón y se cruza de piernas.

—Pero sí lo hice —entrecierro mis ojos y la miro desafiante—, quiero la revancha, Alexandra, ahora.

—¿Otra vez? —¿y todavía se burla? Se cruza de brazos, y yo comienzo a acomodar las piezas de nuevo.

—En mi defensa, estaba distraído —ella esboza una sonrisa—. ¿Hay algo que tú no puedas hacer, Fosforito Carlin?

—¿Ahora fosforito? —frunce su entrecejo y me mira intrigada.



#733 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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