Casado con mi secretaria

Capítulo 73

—Oliver…, tu padre —no, por favor, él ahora no.

—¡NO! Por favor. ¡Dime que es una broma! —sí, me adelanté…, es que yo no puedo con este tipo de noticias, si mi madre está llorando es porque algo pasó, me levanto de la cama como un resorte.

—¡Ni siquiera te he dicho nada! —no contesto, solo escucho, mi corazón bombea a mil por hora mientras llevo mi mano a mi cabeza—. Tu padre está en la cárcel —¿qué? ¡Joder! ¿Y por eso casi me causan un paro cardíaco? Saco todo el aire que mis pulmones estaban reteniendo. Juro que tengo ganas de matar a alguien.

—Mamá, cálmate —veo que Alex se pone de pie y me mira intrigada, sé que también está imaginándose lo peor.

—Oliver. ¿Qué… Qué pasó? —pregunta, balbuceando…, voy a decirle que se relaje, pero todo lo que comienza a decir mi madre llama mi atención.

—Salimos un rato y, bueno, tu padre se pasó de tragos, creo que ya lo conoces cuando se pasa un poco, golpeó a tres tipos, a un oficial, se montó en la motocicleta, quiso escapar, una patrulla lo detuvo y bueno… Ya sabes el escándalo que arma… Ebrio… Necesito que vengas a sacarlo, porque hasta yo estoy retenida.

¡Joder! Para lo que voy a ir a pagar es para que lo dejen ahí unos tres meses.

—Mamá. ¿Por qué putas fuist…?

—¡Muchacho! Lavaré tu boca con jabón —¡ah! Miren lo que piensa teniendo miles de problemas con el señor Anderson ebrio.

—Bueno, hazlo…, lávame la boca con jabón, pero no iré…

—¡Claro que vendrás! Soy tu madre y te estoy diciendo que vendrás a sacar a tu padre, ahora.

—Oliver… —escucho a Alex, siseo, llevando mi dedo índice a mis labios.

—Mamá, casi me matas de un infarto por llamarme a estas horas llorando. ¡Es casi medianoche! Déjalo en la cárcel.

—¡No! Oliver, no desobedezcas a tu madre… —¡ah! ¡Joder!

—¿Y yo le dije que golpee a un oficial? —interrumpo—. ¿Yo le dije que se corriera de la patrulla? —camino hacia Alex—. Tengo que ir a la comisaría —murmuro, juro que si él me hubiese llamado no voy ni loco.

—Voy contigo —menciona Alex, genial, porque iba a proponérselo.

Y aquí voy, conduciendo hacia la maldita comisaría, sostengo el volante con fuerza, en serio, por culpa de mi padre hasta casi me da un infarto, mi funeral es el que iba a ser y él feliz de la vida tomando en un bar agarrándose a golpes con hombres de manera inconsciente y lo más seguro es que esté haciendo lo mismo con su compañero de celda.

Casi por llegar, llamo al banco para hacer la transferencia de dinero, en serio… ¿A qué horas me dio acceso a sus cuentas? ¿Por qué estas cosas no se las da a Henry para que sea él que lo saque de apuros? ¡Ah! Ya lo recordé, se lo gasta en putas, aunque él cree que se lo gasta con Brittany en viajes.

Al llegar parqueo el auto, mientras continúo hablando con los del banco, tantas verificaciones inútiles que me causan estrés, pero luego recuerdo que son necesarias, rodeo el auto rápidamente y abro la puerta del copiloto para que ella baje. No lo sé, eso es como parte de mí. Y vale la pena al ver su carita inocente cada vez que hago eso.

—Y… ¿Por qué no llamaron a Brittany para que vaya a sacarlo de la cárcel? —pregunta Alex, una vez que cuelgo la llamada, eso me hace verla con el ceño fruncido. ¿Qué tiene que ver la mujer esa en todo esto?

—¿Por qué a Brittany? —pregunto, mientras guardo el celular en mi bolsillo.

—Porque es su esposa, ¡daahh! —resopla, la observo con mis ojos entrecerrados mientras abro la puerta de la comisaría para que ella salga, no tiene ni idea que es mi padre el que está allá dentro encerrado actuando como loco.

—Es el señor Anderson quien está en la cárcel por golpear a tres tipos y a un oficial, no Henry —digo, ella me observa con su entrecejo fruncido—, aparte se les quiso escapar, olvidó su licencia en casa y la maldita motocicleta está retenida.

—Espera… ¿Don Perfección está en la cárcel? —pregunta, me detengo levemente cuando veo que no va a mi lado, miro sus pies y anda con esas jodidas pantuflas de gato que me dan risa.

—No es la primera vez, mi padre cuando se emborracha se pelea con todo el mundo que mire a mi madre de manera atrevida.

—¡Guau! Alto al mundo —ella se detiene y me mira—, ahora entiendo de dónde sacaste esos celos compulsivos —ríe, yo no soy celoso, la tomo de su mano y tiro suavemente de ella para que camine más rápido.

—Como si tú fueras diferente —digo, mientras hago que camine a mi paso.

—Es que esas nalgas son mías, muñeco. De nadie más —me guiña un ojo, no, yo no puedo con esta mujer, termino carcajeándome con ella hasta que me percato de que todos los presentes nos miran curiosos, mejor me callo, me río en casa.

Llegamos hasta la sala, llena de oficiales donde se supone que pagaré la fianza, ahí está mi madre sentada en una banqueta mordiendo la uña de su dedo índice, al vernos se pone de pie y camina rápidamente hacia nosotros, no puedo evitar notar que lleva un vestido bastante ajustado y maquillaje, y como todos los hombres presentes voltean a verla, entiendo a mi padre, yo no soporto que miren a mi Alex de esa forma.

—Haré esto porque tú me lo pides, de mi parte que se quede en la cárcel hasta mañana.

Ella rueda sus ojos y bufa cuando me encamino a pagar la multa, no sé cuántos cargos son, pero son bastantes.

Alex me espera junto a mi madre, cuando escucho unos gritos que mi cerebro reconoce de inmediato, ahí viene él, soltándose del agarre del oficial, está tomado y viene espetando miles de palabras a todo pulmón.

—A todosss losz voy a demandarr por eszto. Y tú —se acerca a un oficial—, eszpero que aprendasz a no ver mujeresz ajenasz —dijera: «Así es, papá, que respete las mujeres ajenas», pero no le voy a seguir la corriente, estoy molesto con él.

—Oliverrrr, hijoooo míoooo —se acerca a mí y no me esperaba que me rodeara con sus brazos. ¿Desde cuándo me abraza? Ah, sí, está borracho—. Te amo. ¿Lo sabes?



#736 en Novela romántica

En el texto hay: comedia, jefe, celos

Editado: 05.12.2019

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