Casados A la Fuerza

•2•

Día de la boda



El día había finalmente llegado. Hoy era el gran día y.. mi mente estaba hecha un desastre, uno total. Mamá se había ido ni bien amaneció para arreglarse a una peluquería y papá había decidido ir a su trabajo, sí. Incluso hoy trabajaba. Me sentía verdaderamente mal, no solo estaba obligada a pasar el resto de mi vida con un desconocido sino que no recibía ni el más mínimo apoyo de las personas más importantes en mi vida: mis padres. 

Por otro lado a las 9:00 a.m. la presencia de la diseñadora, el peluquero, la manicurista y la maquilladora se hacía presente en mi jogar. El señor Vélez los había mandado ni bien tenían todo lo necesario para, ¿cómo lo había dicho? Ah si, para disfrazar a las monas de seda pues la boda debía de estar perfecta, y tanto Ale como yo también. 

¿Alguna vez soñaron con el gran día? 

Ya saben, ese en el te conviertes en mujer para pasar el resto de tu vida con la persona que verdaderamente amas, el príncipe azul, la casa de tus sueños y te dedicas a lo que te apasiona, por qué yo sí. Siempre lo he hecho, desde muy pequeña y hoy estaban rompiendo ese sueño en mil pedazos. ¿Que digo? Millones de pedazos. 

Así que algo era claro: no quería demoras, quería que pasara de una vez y ya. Tenía claro que esta boda se concretaría si o si. Me lo dejó muy en claro el señor Vélez el día de ayer cuando vino a mi casa con su hijo casi a rastras, algo era cierto, esto nos afectaba a ambos, él por su parte no se encontraba nada bien, tenía ojeras, y el brillo que vi en sus ojos de aquel día que lo conocí no estaba.

[...]

Toda la mañana y parte de la tarde transcurre en medios de nervios por parte de Ale y de todos los encargados en arreglarnos, algo era claro deberíamos lucir perfectas. Así lo dijo el señor Rubén y así sería.

Por el lado de Alejandra ella estaba maquillada algo sutil pero al mismo tiempo elegante, pues debía de admitir que mi hermana mayor a sus 19 años de edad era una mujer muy hermosa, cabello castaño como el de papá, ojos verdes como los de mamá, labios hermosos y una sonrisa perfecta junto a una personalidad sensible e increíblemente valiente, Ale era una de las personas que más amaba en este mundo, sin decir una de las únicas, era mi hermana y siempre había estado ahí para mi, incluso hoy. Ya hablando de la creación de los estilistas, mi hermana tenía sus labios de un color vino, sus pestañas marcadas, sus ojos perfectamente delineados y con un maquillaje sutil en ellos, y un toque de rubor. Su cabello recogido en un muy lindo peinado con mechones callendo por su precioso rostro y todo aquello acompañado de un velo casi de ensueño. Ni hablar de su vestido blanco con un estilo sirena el cuál mostraba lo sensual que podría llegar a ser sin exagerar y definitivamente resaltaba las curvas que ella tanto le gustaba ocultar. 

Hoy mi hermanita estaba perfecta.

En cambio yo.. hay dios. Esa frente al espejo era una.. ¿chica? No. Realmente esa no era yo. Mi cabello dorado yacía en un perfecto moño junto a trenzas preciosas que nisiquiera había visto vez alguna, acompañado de un velo hermoso y bordado de flores. Por otro lado mi maquillaje era algo diferente al de Ale, el mío consistía en sombras muy claras que resaltaban el verde de mis ojos y rímel que los hacían lucir aún más grandes, un sutil rubor acompañaba este maquillaje y por último pero no menos importante el labial, era un brillo natural, que resaltaba bastante bien mis pequeños pero proporcionandos labios. Ya sé.. falta lo más importante, el vestido.

Ahora hablemos del vestido, mi vestido, este no era tan sensual como el de Ale, pero si era muy hermoso, con escote corazón estilo princesa, con un lazo en la cintura formando un moño en la parte de atrás y piedras preciosas esparcidas por todo el escote, y lo que más llamó mi atención, una espalda totalmente descubierta, realmente no parecía... yo. No, no lo era.

Estaba lista y no dejaba de mirarme frente a aquel espejo, ¿qué había hecho yo para merecer aquello? La respuesta era simple, nada. Hay veces que la vida era injusta y esta era una de esas veces.

Mientras terminaban de retorcame Ale aparece, y.. no puedo dejar de mirar lo hermosa que está y aunque el casamiento es a la fuerza ella no lo siente así, lo sé al ver la felicidad en sus ojos para luego pasar al arrepentimiento. 

—No. -fue lo primero que dije-. No quiero que llores, arruinaras el bonito trabajo de las señoras.

Ella asiente ahogando un sollozo y le digo:

—Te vez hermosa hermanita.

—Tú igual Mia. Estas preciosa.

—¡Perfectas! -el hombre que había llegado hace horas nos mira como cual pintor a su obra de arte-. Aunque me han tocado dos niñas con rostros de muñecas se ven totalmente perfectas.

[...]

Listas y nerviosas ambas parten directo a la Iglesia dónde sus futuros esposos las esperan en el altar. Jonathan yacía parado en el altar junto a su hermano, ambos impecables, cuál príncipe azul. 
La iglesia casi llena se pone de pie para recibir a las preciosas novias, las cuáles entran junto a una melodía preciosa y junto a su padre dan el espectáculo del año.

La música acaba justo a tiempo, Marcos (el papá) entrega acada una de sus hijas a sus respectivos esposos para luego ir a primera fila con su esposa.

Christopher mira fijamente a la pequeña que tiene en sus manos, ¿era la misma que vio aquel martes? Imposible, parecía otra, sin embargo para él estaba muy bonita y no hizo más que darle fuerza mediante aquellas manos cuál estaban unidas en un reconfortante apretón.

Por otro lado Jonathan yacía embobado cuál enamorado, su novia estaba perfecta, siempre lo estaba pero hoy.. no había nadie en la faz de la tierra que lo embobara más. 
Mientras que ella lo miraba como si tuviera al mismísimo dios, él era lo que más amaba y no había duda de aquello, eran dos locos enamorados.

—Esta tarde estamos todos aquí unidos para presenciar la unión de las vidas de estos jóvenes en sagrado matrimonio. -el padre comienza.

La típica boda es llevada a cabo con la bendición del padre, los votos y demás hasta la famosa pregunta:

—Jonathan Vélez, ¿Acepta por esposa a la joven Alejandra Elizabeth Johnson, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en prospero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe? 

—Si. Acepto. -Jonathan feliz acepta mientras le coloca el anillo a su amada.

—Alejandra Elizabeth Johnson, ¿Acepta por esposo al joven Jonathan Vélez, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en lo prospero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe?

—Si. Acepto. -Alejandra al igual que su enamorado coloca la alianza en su dedo seguida de una deslumbrante sonrisa.

—Cualquiera que se oponga a esta unión, que hable ahora o calle para siempre.

Nadie dijo absolutamente nada.

—Entonces, los declaro marido y mujer. Tanto Jonathan como Alejandra están a punto de besarse hasta que el cura con diversión dice:

—Pa-pa-pa, falta mi otra pareja.

Algunas risas se oyen por debajo.
El padre repite la ceremonia nuevamente, hasta la famosa pregunta: 

—Christopher Vélez, ¿Acepta por esposa a la joven Mia Jazmín Johnson, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, en prospero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe? 

—Acepto. -Christopher toma la alianza y la coloca en su dedo.

—Mía Jazmín Johnson, ¿Acepta por esposo al joven Christopher Vélez, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en lo prospero y en lo adverso, hasta que la muerte los separe?

—S-Si acepto. -nerviosa, la pequeña toma su mano y coloca el anillo.

—Cualquiera que se oponga a esta unión que hable ahora o calle para siempre.

Nadie habló. Absolutamente nadie.

—Entonces los declaro marido y mujer. Ahora si pueden besar a las novias. -con una sonrisa termina por decir el padre.

Alejandra y Jonathan toman sus manos para darse un tierno y hermoso beso frente a toda aquella iglesia para luego darse un abrazo. Mientras que Christopher da un paso y tomando el joven rostro de la pequeña de cabellos dorados deposita un suave y corto beso para tomarla de la cintura y comenzar a salir de aquella iglesia.

En todo este tiempo Mia no menciona palabra alguna, una vez ambas parejas en autos diferentes todos van hacía un mismo lugar: la casa Vélez. 

—¿Te encuentras bien? -fue lo primero que preguntó Christopher a la pequeña.

—Me besaste. -fue su única respuesta. 

—Oye.. lo siento, sabes que esto.. tenía que hacerlo. 

—¿Christopher? -el castaño clavó sus ojos en ella-, quiero llorar. 

El silencio reinó por unos minutos, hasta que llegaron a la fiesta, y antes, justo antes de salir Christopher le dijo:

—No eres la única, yo igual.

El nudo permanecía en las gargantas de ambos, pero ninguno menciona palabra alguna, se toman de la mano y van a su fiesta como cuál enamorados, pues algo era cierto, estaban unidos y.. para siempre.




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