Casados Por Un Mes

"Nye beslutninger"

Todo el mundo dice que una historia tiene un inicio y un final, pero, ¿y si no es así?, tal vez toda tu vida creiste que estabas con la persona incorrecta sin saber que realmente es la correcta, que decidiste hacerlo y que luego te arrepentirás, nadie sabe su futuro, es por eso que jamás podrás cambiarlo, ¿o sí?

Esa noche la señora Martha Gibbs llegó muy alegre a casa, lo cual era muy raro en ella dado que siempre se la veía seria lo que iba a la perfección con un maquillaje muy exagerado y una cartera de cuero que jamás soltaba, trabajaba en una empresa de pescados y mariscos en la cuál le pagaban muy poco lo que le alcanzaba tan solo para comprar un poco de comida y pagar el alquiler, tenía dos hijos, Alexandro y Abigail, gemelos, sus ojos avellana, pequeñas bocas y sus lacios cabellos color marrón, eran exactamente iguales, la única diferencia era un pequeño lunar que se posaba en el cuello del muchacho, así era como los diferenciaban cuando eran bebés.

No tenían una buena educación, al acabar la escuela primaria dejaron sus estudios para poder trabajar vendiendo caramelos en la calle, en unas cuantas horas cumplirían dieciocho y se irían de casa, deseaban con ansias poder ingresar a una universidad y un buen trabajo, odiaban la idea de dejar a su progenitora, pero creían que sería necesario para ser independientes, habían ahorrado durante años para que su madre no los necesitara por un buen tiempo, al amanecer les dirian que se iban.

La mamá los despertó, para contarles, según ella, una gran noticia, se agradecía mentalmente haber engendrado a dos chicos tan guapos.

-¿Pasa algo?_ dijo el hijo mayor por tan solo 10 minutos, ambos muchachos estaban preocupados, sabían que no era normal ser despertados a altas horas de la noche, mucho menos con una sonriente Martha frente a ellos.

-Les tengo una gran noticia_ tomó las manos de su hermosa hija haciendo que la muchacha entrara en pánico_ recuerdan al señor Davis, el dueño de la empresa en la que trabajo, su hijo tiene la misma edad que ustedes y buscaba una esposa.

Los gemelos se miraron preocupados, solo eso significaba algo, malas noticias.

Pocos conocian al señor Connor Davis, un hombre multimillonario, regordete con una nariz muy grande conocido antiguamente por chimuelo ya que la mayoría de sus dientes se habían caído en un accidente de tráfico mientras manejaba borracho, casado con Charlotte Bellamy, una antigua modelo, ambos fueron padres jóvenes, pocos habían visto a la mujer y no se decía cosas muy buenas de ella.

-Mamá..., ¿dijiste buscaba?

-Sí Abigail, aún no les he contado la mejor parte, mañana a las siete de la noche te casarás con él, ya compramos el vestido, todo esta preparado, su luna de miel será en Francia, ¿no les parece romántico?

Abigail retiró sus manos con brusquedad enojada por lo que había hecho su madre, no podía permitirle hacer tal barbaridad, ni siquiera conocía al quien sería su esposo, por otro lado, Alexandro aferraba con fuerza los montones de billetes que se encontraban dentro de uno de sus bolsillos, recordó que con sudor y lágrimas habían conseguido ese dinero, no podían permitirse ir hacia atrás.

-Me niego_ el hijo se levantó poniendo todo lo que tenía sobre la pequeña y única mesa que poseían_ escuchame bien mamá, no quería ir tan rápido, pero pienso que es necesario, mañana me iré con mi hermana, es nuestra decisión.

La mujer abrió los ojos con sorpresa mirando de un lado a otro formándose lentamente una expresión dura, furiosa y desagradable en su rostro, tiró su amado bolso a un lado haciendo caer un florero siendo el único sonido presente.

-Malditos, me han robado_ dijo al fin.

-¡No mamá!_ la hermana a borde de lágrimas retrocedió con delicadeza cubriéndose con unas mantas viejas recogidas de un basural, cuando Martha se ponía así normalmente golpeaba a sus hijos sin importar en la condición que estuviesen.

-¿Te estas escuchando?, mañana nos iremos.

-Eso es lo que menos me importa ahora Alexandro, ¿cómo es posible que mis propios hijos me hayan robado?, sabes cuantas veces habríamos evitado sufrir hambre y frío.

El hermano por momentos se sentía culpable por eso, ya lo habían planeado hace años, se habían arriesgado por una buena vida y sabían muy bien que podrían ser pobres, pero jamás unos rateros.

-No te hemos robado nada.

-No te creo nada, Abigail, mas vale que estés renovada mañana, ya me cansé de discutir.

-Ella no lo hará.

-Deja de ser un egoísta, piensa, seríamos ricos al fin.

-Tu eres la egoísta, no lo hará, es mi última palabra.

La madre soltó un par de sonrisas maniáticas antes de acercarse a su hija, siempre obtenía lo que quería, no importaba que hicieran, pero esta ves no caerían en su juego.

-Hijita, amor, tu sabes que nunca les haría daño_ ya había empezado a jugar, si no funcionaba el plan de los regaños, se convertía en una persona dulce y extremadamente amable_necesitamos el dinero, tu hermano_ dijo de manera despectiva_ no quiere ver que es necesario, pero tu eres una niña, que digo, una señorita muy inteligente, puedes hacerlo por mí, por nosotros, amor, hazlo.

-Mamá, no puedo hacerlo.

-Si puedes, piensalo, podrías estudiar, viajar por todo el mundo, es una gran oportunidad.

-Yo..., no lo sé, no quiero pasar el resto de mi vida al lado de alguien que no conozco.

-Amor..., hazlo.

Abigail parpadeo un par de veces antes de asentir, Alexandro rascó su cabeza frustrado, mientras gritaba a todo pulmón golpeando los escasos objetos presentes, de vez en cuando mostraba una conducta compulsiva que asustaba a la mayoría de los vecinos.

-¡Cállate!

-No

-¡Que te calles te he dicho!

El gemelo mayor arrastró a su hermana jalando a la vez una maleta debajo de la cama, tomó el brazo de su progenitora y la lanzo a un lado de unas escaleras que llevaban a una pequeña azotea completamente vacía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.