Cásate conmigo

Capítulo 1.

¿Configuras dos alarmas en tu teléfono por la mañana? La primera es para esa parte de tu ego ambicioso en que quieres convertirte, y la segunda es para ti, es decir, quién eres realmente. Pues, yo nunca lo hacía. Desde pequeña era una persona muy motivada, decidida y con propósito claro de ser alguien en este mundo. Precisamente hoy salté de la cama con los primeros trinos de mi teléfono.

Necesitaba estar bien preparada. Hoy se decidirá mi destino, mi carrera y mi brillante futuro. Hoy debía venir una delegación de China a nuestra fábrica de trajes de novias, donde yo trabajaba como Senior Manager. A nuestra empresa necesitaba inversiones y, si el negocio sale bien en conjunto, la pequeña fábrica se unirá a un potente holding y podrá alcanzar un nuevo nivel, donde habrá tareas e ingresos completamente diferentes, respectivamente.

Para mí fue una oportunidad real convertirme en la gerente. Me preparaba para este momento durante dos años, pasé días y noches en la fábrica, actué como asistente del ingeniero líder de desarrollo. En lo que respecta a las características técnicas y capacidades, podría responder a cualquier pregunta, quizás incluso a la más complicada, e incluso comencé a aprender chino.

- ¡Hola! ¡Buenos días a todos! - Saludé a mis subordinadas, aunque sería más exacto decir, a mis amigas.

Como tanto tiempo me pasaba en el trabajo, otras amigas yo no tenía.

- Hola Chris, ¿Estas nerviosa? - preguntó Amanda, mi ayudante.

- Sí, estoy un poco. - Respondí honestamente. - ¿Han llegado ya los chinos?

- Sí. Están en la oficina del señor Wehler.

- ¿Crees que me aprobarán? -  pregunté.

- Por supuesto que te aprobarán. Tú dedicaste todo el tiempo a esta fábrica, tus ideas han sido todo un acierto y, en general, nadie más valdría para este puesto. - se rio ella y me abrazó.

- Creaste una plataforma en línea, abriste una tienda online y un chat con concejos para los novios. ¿A quién más deberían aprobar? – Iris, nuestra diseñadora, la apoyó. - Eres la candidata más adecuada.

- Oh, no sé, tengo miedo, - admití mi preocupación.

- No tengas miedo, estamos de tu lado. Serás la perfecta jefa. – dijo alegremente Vanesa.

- ¡Ya vienen! - Gritó Iris y cerró la puerta de nuestro departamento.

Como si fuera por una señal, todas se alinearon frente a mi mesa. Mi corazón se detuvo ante la anticipación de encontrarme con los chinos, los verdaderos dueños de nuestra fábrica. La puerta se abrió lentamente y unas diez personas entraron en la pequeña habitación, en su mayoría chinos, excepto Wehler, su esposa y su secretaria.

-Por favor, entren, - dijo el jefe de la fábrica, dejándolos seguir adelante, y se volvió hacia nosotras. - Chicas, un momento. Nos visitó una delegación de China largamente esperada, encabezada por el Señor Chang Ji Cho… - pero rápidamente se volvió hacia la traductora y preguntó: - ¿O el camarada?

- El camarada es bueno, pero el señor esta mejor, - respondió la traductora, también china.

Todas dijimos "Ni hao" al unísono.

- Esta es nuestra mejor Manager, por así decirlo, la creadora de nuestras ideas, Christina Asmus. De la que les hable antes. - Me presentó Wehler.

Sonreí amablemente, extendí mi mano al chino para que la estrechara y le dije en su idioma, queriendo mostrar mis conocimientos de chino:

- Es una fortuna increíble conocerle, Señor Chang.

Él también me sonrió, tomó mi mano y de repente comenzó a examinarla con increíble interés, tanto que incluso me asusté y la saqué.

- No se preocupe, me lavé las manos dos veces con gel hidroalcohólico.

Rápidamente me dijo algo, pero no lo entendí. La traductora acudió inmediatamente al rescate.

- El señor Chang pregunta, ¿Se le olvidó ponerse el anillo como debe ser?

- ¿Qué anillo? - No entendí.

El chino volvió a decir algo, pero mis conocimientos no eran suficientes para entenderlo.

- El anillo de que está casada. - tradujo la china. - Una empleada que trabaja en una empresa de productos para las novias debe estar casada y debe llevar un anillo.

Todos los representantes de la delegación me mostraron sus manos con anillos de boda. Miré a mis subordinadas con la mirada perdida, pero ellas, al igual que los chinos, me mostraron sus alianzas.

- Eso es genial, pero aún no estoy casada. - respondí vacilante.

- ¿Está divorciada? ¿Está criando hijos sola? - preguntó chino.

- No. No tengo hijos y no estoy divorciada.

- ¿Y cuántos años tiene? - preguntó de nuevo.

- Tengo treinta y dos años, pero eso no significa nada. Soy una excelente especialista. - Intenté defenderme.

¿Cuándo podría conseguir un marido y mucho menos hijos? ¡Trabajé duro para construir mi carrera durante diez años!

- ¡Tiene treinta y dos años, pero está sola y sin hijos! ¿No le gustan los hombres? ¿Es lesbiana? - preguntó la traductora.

- Por supuesto que no. ¡Por qué piensa eso! Justo...

En ese momento, Wehler me interrumpió tomándome la mano:

- El caso es que nuestra Christina se casa en tres semanas. Ya saben, durante mucho tiempo esperó al único hombre que sería digno de ella.

Lo miré sin entender, ¿por qué dijo esto?

- No me voy a casar y no tengo ningún hombre, - le susurré.

- Entonces todo está claro, - asintió la traductora y rápidamente tradujo todo al chino. - Una mujer soltera no puede vender las cosas que las novias necesitan.

- ¿Por qué? - pregunté indignada.

- Porque siempre pensará en su destino solitario, llorará, porque pensará que nadie le quiere, y no podrá trabajar bien, - ​​dijo Chang.

- ¿Por qué tengo que llorar? Mi estado civil no afectará...

- Cállate, idiota, - siseó Wehler y me tiró de la manga de mi blusa.

El chino le dijo algo emocionado a mi jefe, señalándome.

- Si no se casa, será una grave violación de nuestra ética corporativa. No podremos celebrar un contrato con su empresa, no queremos el ambiente depresivo en nuestra corporación, - respondió la traductora.




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