Cásate conmigo

Capítulo 5.

Cuando salí del salón de belleza, entendí inmediatamente por qué este establecimiento tenía excelentes críticas y tenía una gran demanda entre mis amigas. Habiendo decidido entrar en la tienda, que estaba situada a pocos metros del salón, de repente sentí las miradas de los hombres sobre mí. Ha pasado mucho tiempo desde que miembros del sexo opuesto me miraron de esa manera tan carnívora.

Lo más sorprendente era, que me gustó su atención. No, no me consideraba una feminista ardiente, dispuesta a quemar mi sostén en nombre de la independencia, es solo que todos mis pensamientos solían estar ocupados con el trabajo y después de dos intentos fallidos, decidí que los hombres solo traen los problemas, disgustos y no dan nada.

Pero ahora sentí, como si tuviera un poder increíble sobre ellos. Uno me abrió la puerta amablemente, otro me ayudó a elegir el vino para quedada con mis amigas, el tercero me dejó pasar la primera en la caja. Por supuesto que podría tratarse de simple buena educación y ganas de ayudar al prójimo, pero me sentía atractiva, lo que antes no percibía. Un salón de belleza es una fuente de poder increíble. Hace tonta a cualquiera.

Inspirada por las miradas de los hombres y mis extrañas sensaciones, intenté balancear seductoramente mis caderas, como hacen las divas lujosas, pero resultó, como si mis articulaciones pélvicas estuvieran flojas. Al final, casi me tropecé, así que me di por vencida y emprendí el camino normal de un peatón promedio.

Al regresar a casa, guardé el vino en el refrigerador, preparé los bocadillos y esperé a mis amigos, leyendo en Internet varias tonterías sobre cómo elegir al hombre adecuado.

- ¿Has mirado los mensajes? Allí seleccioné un par de hombres para ti. - preguntó Vanesa desde la puerta. Ella fue la primera en llegar.

- No, no he visto nada. - Admití honestamente.

- ¡Dame tu teléfono! – ordeno ella.

Le entregué mi smartphone. Vanesa hizo barias manipulaciones rápidas y me lo entregó.

- Ahora solo los hombres que hemos elegido te escribirán en tu cuenta personal de la paginas. Ya no abran ni locos, no pervertidos, ni asesinos en serie. – dijo ella. - Pero primero, mira a quién encontré para ti hoy.

Iris aun no llegó, así que nos instalamos en mi pequeña cocina con una tablet y dos copas de vino, más parecidas a un acuario en miniatura.

- Charles, cuarenta años, - leyó Vanesa, mostrándome la página de uno de los aspirantes. - El gerente, igual como tú, pero se dedica a vender coches. Mide ciento ochenta, bastante alto, como querías. No estaba casado, no tiene hijos.

- ¿Cuarenta años? – pregunté, pensando, que era demasiado viejo.

Seguramente la atención de los hombres en la tienda me hizo más selectiva.

- Sí, pero tampoco eres una adolescente. Tienes treinta y dos. Son solo ocho años de diferencia.

- ¿Por qué no se casó hasta los cuarenta? Seguramente esconde algo. - pregunté sarcásticamente.

- ¿Y tú? ¿Por qué no te casaste antes? A lo mejor es también adicto al trabajo. – preguntó mi amiga.

Me quedé en silencio. Ella tenía razón. En lugar de tener citas, encontrar un hombre bueno y tener una vida familiar, estaba perdiendo tiempo y ahogándome en el trabajo del que me iban a despedir.

- Mira, tiene fotos de Europa, América... De viaje. Así que tiene dinero... No fuma... No se nota por su cara que bebe mucho... Bueno, no más que tú y yo, eso seguro. ¡Qué lindo! Me lo habría dejado para mí, pero pienso que para ti es más necesario. – dijo Vanesa con suspiro.

- Deja de decir tonterías, estás casada y Ángel es un cielo.

- Por supuesto, de otra manera no lo aguantaría. – Sonrió ella y subió la página. - ¡Mira, está buscando una relación seria! ¡Ama a los animales! ¡Siempre quisiste tener un gato! ¡Este es tú destino!

El hombre realmente parecía decente. Sin narcisismo ni prepotencia, aunque pulcramente vestido. Sin toque hípster ni lord inglés. Escribía sin faltas de ortografía y no mostró sus partes íntimas, lo cual en sí mismo fue un placer.

Hablé con él alrededor de media hora bajo la supervisión de Vanesa y finalmente acordamos reunirnos el viernes en persona. Mi amiga se sintió ganadora.

- ¡Ya verás, esto es lo que necesitas! Quizás te salga bien con él. Pero ni se te ocurra contarle lo del matrimonio, lo asustarás.

- ¿Por qué? ¿Él mismo escribió que quiere una relación seria? - Me sorprendí.

- No entiendes nada. Su “relación seria” afecta a las mujeres, igual que tu frase “sin condiciones” afecta a los hombres. Actuarás según la situación. ¡Pero estoy segura de que algo puede funcionar con él! Lo principal es ser un poco más gentil y seductora.

- ¿Cómo? – pregunté sarcásticamente.

Yo nunca supe coquetear con los hombres, nunca pude hacer el primer paso, siempre esperaba una iniciativa de ellos y Vanesa lo sabía muy bien.

- Vamos, no es nada complicado. Simplemente nunca lo intentaste. Estas acostumbrada a actuar demasiado pasivamente e independiente, pero los hombres de ahora esperan que nosotras los llevemos al saco, esperan más actitud e interés de nosotras. No te preocupes lo arreglaremos.

En ese momento sonó el timbre. Fue Iris quien vino. Nosotras rápidamente desplazamos al salón, donde era más sitio.

Iris me miró con mucha precisión, dijo, que siempre confiaba en Dora y su profesionalismo, porque ahora se vio un potencial en mí. Rápidamente me pidió que le enseñara mi armario, porque mis trajes “de la señorita Rottenmeier” no le gustaban para nada.

– ¡No me digas que tengo que ir a las tiendas! - exclamé.

- ¿De qué otra forma? Tu ropa es horrorosa y solo sirve para que los demás no vean una mujer en ti. Necesitas otro tipo de ropa, si quieres conquistar a los hombres. – respondió ella.

- Antes no me decías nada sobre mis trajes. – dije un poco enfadada.

- Antes no querías casarte en tres semanas y no te interesaban los hombres en absoluto.




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