Cásate conmigo

Capítulo 6.

Cuando mis amigos se fueron, la casa de repente se volvió tranquila y acogedora. Después de recoger la mesa, me paré en medio del pasillo y sonreí mentalmente. ¿Como sería vivir aquí con alguien cada día? Recordé cuando rompí con mi “espía”, de repente me di cuenta de que era bueno estar sola. No, incluso perfecto. Me acostumbré muy rápidamente a mi soledad.

No me deprimió para nada, me hizo feliz. Estaba tranquila, nadie me molestaba por nimiedades, nadie me cargaba con sus problemas económicos y emocionales, nadie me mentía ni me engañaba. Quizás me encontraba con los hombres equivocados, con los que no me sentía cómoda y feliz. No lo discutiré, pero con la partida del último, de alguna manera se me volvió más fácil respirar...

Si no fuera por esos chinos, lo único que pensaba tener en mi vida, sería un gato. ¿Por qué un gato? No porque los musulmanes crean que los ángeles no entran en una casa donde hay un perro, sino los gatos me traerán menos problemas. No es necesario pasearlo dos veces al día, no ladrará ni se quejará, si lo dejo solo y llego tarde del trabajo. Son muy autosuficientes y me hará compañía como un perro.

Pero, al parecer, el destino quiso darme otra lección. El primer candidato a mi mano, corazón y algo más resultó ser un hombre impresionante de cuarenta años. Una especie de chico que busca a su otra mitad y nunca la “encuentra”. Abrí de nuevo su página, releí nuestra correspondencia varias veces y miré sus fotografías con lupa. Parecía un buen hombre, pero la sensación de que algo andaba mal con él no me abandonó, porque no entendía cómo un hombre tan maravilloso era libre.

Ante la insistencia de Vanesa, concerté una cita con él en un restaurante bastante caro, y no en un café normal cerca de mi casa.

- No pidas nada, sólo una copa de vino y deja que él mismo elija el menú. Entonces comprenderás inmediatamente dos cosas. En primer lugar, lo generoso que es y, en segundo lugar, conocer sus preferencias gustativas. - dijo con complicidad.

- ¿Y si pide dividir la cuenta? Después del salón de belleza, esta ropa y pagar la cena, estaré completamente arruinada, - añadí.

- Por eso sólo pedirás una copa de vino. Y comerás en casa.

- Entonces es mejor tomar un café, es más barato. - comenté con sarcasmo.

- No, el café no te relajará, pero el vino sí. - Iris se rio, - Además, podrás devolverme el dinero de la ropa cuando te cases.

- Escucha, si se interesa por ti, y estoy segura de que lo hará, lo pagará todo él mismo. Accedió a este restaurante cuando le envié la geolocalización. - añadió Vanesa.

- Por supuesto, pero esperó mucho para contestar.

- A lo mejor estaba mirando, como era el sitio, - insistió Vanesa.

- Entonces, si pide dividir la cuenta, ¿significará que no está interesado en mí? - pregunté, tratando de aclarar toda la situación.

- No siempre, - respondió Iris, - ¿Pero por qué necesitas un hombre que no puede pagar por su novia?

Nunca he sido una persona mezquina, pero de repente me di cuenta de que había algo de razonable en esta afirmación suya. Todos mis pretendientes, y fueron al menos dos, nunca gastaron dinero en mí, o mejor dicho, fui yo quien gastó dinero en ellos. Arnie era un hombre de arte y, como resultado, no tenía dinero, porque realmente no hacía nada y no intentaba ganar dinero de alguna manera. Sentí lástima por él, así que siempre pagaba todas nuestras salidas yo misma e incluso le prestaba dinero. Anthony venía cuando quería, comía y bebía en mi casa y nunca me dio nada ni me invitó a ningún lado. A parte, el cabrón, me mentía.

Habiendo analizado todo esto desde un punto de vista empresarial, de repente entendí claramente que ni uno ni otro invirtieron nada en nuestra empresa llamada "relaciones serias". Resulta que sabían de antemano, que no sería rentable y nunca prosperaría. Pero yo como una idiota traté de salvar algo que era incapaz de tener vida.

Era bueno que ahora entendí esto y haya decidido no perder el tiempo con quimeras, sino trataré de conocer sus planes para el futuro desde la primera reunión. Naturalmente, no les dije esto a mis amigas, sabiendo que estarían en contra.

Para mi primera cita, decidí tomar el metro en lugar de ir en mi auto. En primer lugar, buscar aparcamiento en el centro de la ciudad no era una cosa realista, en segundo lugar, llegar allí todavía era un reto, debido a los atascos de tráfico y no quería llegar tarde, en tercer lugar, iba a beber vino y lo más probable es que no me detuviera ante una sola copa. Con todo esto me opté por el transporte público y luego, para volver a casa, tomaría un taxi.

El restaurante me recibió con música agradable, iluminación tenue y un ambiente cálido. Fue un lugar increíble en el que solo he estado dos veces con mi mamá. Como tenía miedo de no reconocer a mi invitado, inmediatamente me dirigí a la barra del bar para que me indicaran dónde estaba la mesa que había reservado.

Me indicó la dirección y le pidió a uno de los camareros que me llevara allí. Pero tan pronto como vi a Charles en la mesa, me di cuenta instantáneamente de dos cosas. Charles realmente resultó ser un hombre decente, porque no mentía y sus fotografías coincidían completamente con su original imagen y lo segundo es que vestía muy bien. Como dijo Iris, el chico tenía buen gusto.

- Hola, ¿he llego tarde? – Sonreí amistosamente y un poco congraciadamente. Según el consejo de Vanesa, a todos los hombres les encanta este tratamiento.

- Hola, Christina. - Él galantemente se levantó y me ayudó a sentarme. - Llegas a tiempo. Soy yo, me gusta llegar un poco temprano.

Para ser honesta, estaba un poco avergonzada por no estar acostumbrada a ese trato. A pesar de toda mi indiferencia hacia la alta etiqueta, me sentí satisfecha con tal cuidado. Mientras tanto, el camarero puso las carpetas del menú en la mesa y le pedí que me trajera una copa de vino.




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