Cásate conmigo

Capítulo 8.

El lugar donde se llevaron a cabo las reuniones de citas rápidas resultó ser un antiguo McDonald's, un lugar amplio, que disponía de varias mesas. Ahora había allí una heladería, pero se alquilaba por unas horas todos los sábados para albergar el evento. Llegué una hora antes, así que simplemente deambulé sin hacer nada por las tiendas, mirando escaparates. De repente Iris me llamó.

- ¡Chris, cariño, sálvame! -  ella gritó tan fuerte al teléfono que tuve que alejarlo un poco de mi oreja.

- ¿Qué ha pasado?

- Ayer por la mañana se me olvidó pasar por el salón de vestidos de novia a recoger el velo de una señorita muy puta. Quería que lo acortáramos medio centímetro.

- ¿Medio centímetro? - Me sorprendí, porque normalmente todo el mundo quería alargar el velo, pero no acortarlo, sobre todo en un medio centímetro. - ¿Es una broma?

- ¡Que broma! Esa berrinchuda no sabe lo que quiere, por eso lleva seis meses volviendo nos locos. Se casará la próxima semana, así que esta sería su última patada en nuestro culo. Es necesario levantar este velo y luego traerlo de regreso a la hora señalada, como si lo acortáramos todo. - dijo Iris.

- Ya te entendí, envíame las fechas de este velo y a qué hora necesito devolverlo. - dije. - En realidad, si no lo has olvidado, hoy tengo unas citas.

- No te preocupes, tendrás tiempo para todo. Marcus ya está avisado.

Ella me envió todo lo que pedí. Bajé rápidamente al salón de novias, pero no tuve tiempo de recoger el velo. La "berrinchuda" ya estaba allí y no estaba sola. Al entrar al salón, inmediatamente noté a un hombre joven que estaba sentado en una silla y, con expresión aburrida, fingía estar estudiando una revista. Nunca creí en el amor a primera vista, pero a veces sucede que una persona te atrae de inmediato. Si, eso sucedió conmigo en el momento cuando lo vi y me gustó esa persona desde las puntas de su largo cabello hasta las cuidadas uñas de sus largos dedos. Oh, me habría arrojado a sus brazos inmediato, pero tenía que resolver el problema con el velo.

- Oh, señorita Asmus, me alegro de verla en nuestro salón. - Me saludó Marcus, el director de este salón, con quien trabajamos desde hace varios años.

Marcus era un hombre bueno, pero como todos los diseñadores gays, un poco exagerado de más. Sus gestos y manera de hablar me daban risas, pero tenía que mantener la calma y serenidad.

- ¿Quién es? - preguntó la chica mirándome con desdén.

- Este es la manager de la fábrica, donde le confeccionaron tu magnífico vestido. - Respondió Marcus, haciéndome toda la responsabilidad sobre la situación.

- ¡Maravilloso! - Ella exclamo. - ¿Cómo es posible que mi atuendo aún no esté listo? ¡Sabes que tengo una boda en una semana!

- Hasta donde yo sé, su vestido está listo y vine específicamente para ver con mis propios ojos el magnífico trabajo realizado por nuestros empleados. - dije con la tranquilidad de un muerto. - Si no le importa, le pediría que se lo prueba.

- Está bien, - estuvo de acuerdo y se fue con Marcus, que elogiaba sus pronunciadas curvas.

Yo me acerque a la silla donde estaba sentado hombre guapo, que ya me miraba con mucho interés, dejando la revista a un lado.

- Buenas tardes, ¿Usted es familiar de la novia? - Le pregunté.

- Buenas noches, - respondió y se levantó de su silla.

Él era alto, pero no demasiado, con unas proporciones muy buenas. Dios, incluso su voz era agradable, un poco áspera, ligeramente ronca, y sus ojos eran hermosos, oscuros, intercalados de oro y el cabello era espeso, largo, justo a la medida que me gustaba. La suave barba lo hizo aún más masculino. Se notaba que él era bastante rico, tenía gusto, por lo menos con la ropa y sabía estar, a la comparación de la chica.

- ¿Usted es pariente de la novia?

- Todavía no, pero en una semana lo estaré, si ella no se volverá loca y no se escapa antes de la boda. – sonrió él, mostrándome sus perfectos dientes.

- ¿Usted es el novio?

- Sí.

Era realmente guapo, pero, desgraciadamente, no era mío.

- Sabe, hay un viejo dicho, - dije sonriendo también, porque a este hombre quería sonreír con sinceridad. - El novio no debe ver a la novia con un vestido blanco antes de la boda. Se dice que esto conduce a la infelicidad y a la posible ruptura del matrimonio. Por ello, le pido que salga del salón y pasea unos minutos por el centro comercial.

- Dígame, - me miró directamente a los ojos. - ¿De verdad cree en esos viejos cuentos?

- Tal vez. Créame, he visto muchas novias y ninguna vino aquí con su novio.

- Tal vez porque no pagaron el vestido, - se rio. – Pero a mi me gusta ver con mis propios ojos lo que compro.

En ese momento alguien le llamó por teléfono y por eso salió del salón. Me quedé sola, preguntándome cómo convencer a la caprichosa novia de que dejara su velo como estaba. Finalmente, la chica salió. Mirándola, pensé que no sólo debería haber acortado el velo, sino que debería haberlo hecho en varias capas para cubrir lo que tanto quería mostrar. El vestido era modelo Serena, pero después de numerosas modificaciones parecía completamente indecente para una novia, al menos así me lo parecía a mí.

- Me parece que el velo es demasiado ancho y cubre mucho mi espalda, - hizo puchero con unos labios de silicona, aunque no eran los únicos en su cuerpo que eran artificiales.

¡Dios mío! ¡El velo era ancho! Yo como una tonta pensaba, que la cosa era de largo.

- Lo siento, pero si me permite expresar mi opinión, le demostraré que así le lo parece.

- Bien.

Le pedí a Marcus que trajera una tiara más grande y la sujeté con alfileres en la parte superior de su cabeza, acoplando el velo en una tira vaporosa.

- Mira, ese era el punto. Con una tiara alta, que sea más adecuada para reinas que, para princesitas, su velo lucirá más majestuoso y su espalda se verá perfectamente. - dije y la llevé al podio con espejos. - Mirad, así es como le ve...




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