Cásate conmigo

Capitulo 12.

Mis desgracias no terminaron ahí. Regresé por el mismo camino. Para ser honesta, caminar sola por el bosque no fue un placer, pero permanecer en un grupo, donde estaban Walter y su hijo, durante varias horas y caminar veinticuatro kilómetros era, en mi opinión, aún peor.

Durante la primera media hora, derramaba en voz alta mi indignación contra Walter por engañarme, para traerme aquí. También estaba enfadada con mí misma por aceptar y sucumbir a sus encantos. Lo que podría ofenderle con mi rotundo rechazo de su hijo, no me preocupaba y por eso el destino tenía que enseñarme.

Yo saqué mi teléfono y llamé a Vanesa. Ella era la única que aún no ha tenido hijos y, en mi opinión, podría venir y sacarme de este “paraíso natural”. Después de explicarle la situación y enviarle mi geolocalización, me tranquilicé un poco, porque de todas formas me iba a buscar y no necesitará arriesgarme parando un coche ajeno. Caminé con más tranquilidad, recordando las palabras de Walter de que ese era un camino viejo y me convencí de que nada malo podría pasarme, como encontrarme con animales salvajes que pudieran comerme.

Pero sólo cuando escuché el ruido de los coches que pasaban por la carretera, me relajé por completo y, al ver los matorrales de moras, decidí comer las bayas maduras, ya que mi estómago gruñía increíblemente de hambre.

Dejé el camino y me dirigí hacia los arbustos. En primer lugar, no tenía idea de que los arbustos tenían espinas increíbles y, en segundo lugar, ni siquiera podía imaginar que a las abejas les importara un comino el repelente que eché y me vieran como una impostora de sus dominios. Al final recibí un par de picaduras que fueron muy dolorosas, pero no tenía idea de lo que significaría para mí. Cogí algunas bayas, las comí con mucho gusto y me puse corriendo en el camino.

Mientras esperaba a Vanesa sentí que mis párpados empezaban a pesarse, pero lo atribuí a que apenas dormía por la noche. Cerca del camino me senté en una roca y llamé de nuevo a mi amiga.

- Ya estoy cerca. Estaré allí en unos cinco minutos. – dijo ella.

Pero después de unos cinco minutos mi condición comenzó a deteriorarse a un ritmo increíble. Comencé a sentir una sensación de ardor en la piel, como si me quemaran con fuego, se me hizo difícil respirar y aparecieron las náuseas. Por mi cerebro pasó el pensamiento de que las bayas que comí eran venenosas. Asustada de que Vanesa no tuviera tiempo de salvarme, quise levantarme y detener el primer coche que pasaba, pero no pude. Mi cabeza empezó a dar vueltas y caí cerca de una piedra. Luego Vanesa me contó lo que pasó después.

Ella llegó y vio un coche detenido, justo en el lugar donde yo debería esperarla. Ella se bajó del auto y vio que el hombre, el conductor de ese auto, intentaba reanimarme, pero no lo lograba. Ella le dijo que yo era su amiga y él la ayudó a subirme al auto. Me llevó al hospital más cercano, donde me pusieron una inyección de epinefrina y recobré el sentido. Resultó que yo era alérgica a las picaduras de abeja y fue un milagro que sobreviví.

- ¿Por qué diablos fuiste al bosque? - preguntó al final de su historia.

- Quería disfrutar de la naturaleza. - Respondí sonriendo débilmente. – Walter me invitó pasar un domingo juntos y hablar. Decidí que no me valía y lo dejé.

Consideré innecesario decirle que Walter tenía un hijo. A mi entender, esto ya era una etapa pasada y nunca más nos volveremos a encontrar.

- Espero que este placer te dure mucho tiempo. ¿Entiendes siquiera cómo me asustaste?

- Lo siento, pero yo también me asusté, pensé que moriría allí en la carretera sola.

- Pero siempre llego a tiempo, - se rio.

- ¡Por Dios! Ni siquiera sabía que era alérgica a las abejas. Perdóname, por estropearte el día.

- No pasa nada, tampoco tenía mucho que hacer. Ángel con sus amigos fueron a ver el futbol. – sacudió la mano con gesto de poca importancia. – Pero de verdad tienes mucha suerte de que llegué rápido y el hospital estaba cerca, sino hubieras muerto por shock anafiláctico, - dijo Vanesa con seriedad.

- Lo siento, no quise asustarte.

- Está bien, simplemente no vayas más al bosque con desconocidos, de lo contrario ya sabes, allí no sólo hay abejas, - sonrió.

Después de pasar varias horas en el hospital, finalmente me permitieron volver a casa y para relajar la situación de alguna manera, le conté a mi amigo mi idea de hacer citas rápidas con los solicitantes de “Meetic”.

-Sabes, me gusta esta idea, - estuvo de acuerdo. - Necesitamos concertar citas para todos los que se interesan por ti, con quince minutos de diferencia. ¿Te basta un cuarto de hora para enamorarte?

Ella se rio de una manera tan contagiosa que yo también sonreí.

- Suficiente. Sólo necesito hacer un formulario con preguntas. Para saber más sobre ellos.

- Estas reuniones nos realizamos mejor en el restaurante del amigo de Ángel. Nunca se sabe lo que puede pasar. Pienso, te llegó tener los sustos lo de hoy. – dijo ella.

- Bien. Tan pronto como llegue a casa, inmediatamente escribiré mensajes a todos para la reunión de mañana.

- ¿Para mañana? - ella estaba sorprendida. - Mejor más tarde, cuando tú te recuperas.

- No puedo perder tiempo. Esto debe hacerse lo más rápido posible. - Respondí.

- Mañana es poco probable que funcione.

- ¿Por qué? ¿El restaurante está cerrado los lunes?

- No. Ese es el problema. ¿Te has visto? – sonrió, sacó un espejo y me mostró en todo mi esplendor.

- ¡Madre mía! ¡Es lo que me faltaba! - exclamé al ver mi cara hinchada, que más parecía la cara de un cerdo. - ¿Cuánto tiempo tardará?

- No lo sé. En las urgencias no me dijeron nada en concreto. Puede ser un día o una semana. - Vanesa se encogió de hombros. - Será mejor que le preguntes a tu madre. Ella es médica.

- Si se lo digo, ella se volverá loca y vendrá corriendo, dejando todo atrás. Y desde luego empezara de nievo ofrecerme a Sergio, pero no necesito eso en absoluto.




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