Cásate conmigo

Capítulo 14.

Mientras conducía mi coche hasta la casa trataba de no pensar en nada, pero resultó mal. Los pensamientos venían a mi cabeza por sí solos. Tenía una curiosidad terrible, ¿de dónde sacó Sergio el valor y vino a la cita engañándome? ¿Fue por eso que se emborrachó o era alcohólico? No, era imposible. De lo contrario mi madre nunca me lo habría ofrecido como marido. No cabía duda de que mi madre le contó a su amiga mis problemas en el trabajo y ella se lo transmitió a su hijo. ¿Pero cómo no adiviné que Steve era Sergio? Aunque, para ser honesta, al comunicarme con todos al mismo tiempo, podría haberme perdido algo.

Con estas preguntas estúpidas intenté tapar la más importante: ¿qué pasó hoy? ¿Por qué no elegí a nadie entre siete, o más bien seis, candidatos? Y si contamos a todos los hombres con los que me comuniqué últimamente, entonces la situación tomaría un cariz muy triste. ¿Quizás el problema estaba en mí? ¿Quizás encontraba demasiados defectos en el sexo opuesto y simplemente no he visto sus ventajas? ¿Tenía el primer candidato alguna cualidad buena? Probablemente lo tenía. No tuve tiempo de mirarlo y conocerlo de cerca, ¡pero estarás de acuerdo en que tenía muchas más desventajas! Era codicioso, arrogante e inseguro. Entonces, ¿por qué necesito un candidato así?

En principio, Walter no era malo, pero no necesitaba sus problemas familiares. Aunque Willy era guapo y atento, me regaló flores, pero sabía cómo podría romper un corazón esa belleza. Yo ya había navegando en un barco similar y casi me ahogo. Insinuaciones sutiles hablaban por sí solas. Willy no estaba acostumbrado a trabajar y estaba dispuesta a meterse no sólo debajo de mi falda, sino también subirse a mi cuello, igual como Arnie. ¿Lo necesito? ¡Definitivamente no! Todos los candidatos de hoy, excepto el ingeniero, eran completamente inadecuados. No buscaban en absoluto un compañero de vida.

¿Qué estaba buscando yo? ¿Estaba buscando un marido ficticio o uno real? ¿Pensé en vivir con él toda mi vida o sólo hasta que los chinos regresaran a su país? No quería responder a estas preguntas. Sentí que no me gustaría la respuesta en absoluto.

Entré en casa. El apartamento estaba oscuro y un poco sofocante. Cerré lentamente la puerta, me quité los zapatos y me dirigí a la ducha. Lo primero, quería quitarme “el olor” de las citas de hoy, relajar mi cuerpo y cabeza. Quité la ropa y la tiré al suelo con poco cuidado, aunque era cara.

Justo en ese momento sonó mi teléfono. Era mamá. No solo me sentí como un perdedor destrozado después de esta noche, sino que también me di cuenta de que mi propia madre estaba haciendo algunos planes a mis espaldas. Decidió recordarme sobre el almuerzo del sábado, pero estaba demasiado contenta, incluso su voz me pareció demasiado suave cuando me preguntó sobre la oportunidad de invitar a su amiga y a su hijo.

-Si habrá alguien además de nosotros, me sentiré muy ofendida y te advierto que no necesito ver ese idiota una vez más. - Dije con severidad y no estaba bromeando, sabiendo muy bien que mi medidor de paciencia se había puesto a cero hoy.

Mamá, como si no hubiera escuchado mis palabras, cambió el tema a los rollitos de repollo, que pensó a cocinar para la comida. Yo apreté los puños por impotencia, convenciéndome de no maldecir. Ahora no, no por teléfono. Tampoco sería inútil... Ella era una madre que siempre quiso que me fuera bien. Aceptaba sus concejos sin cuestionar cuando era una niña... pero ahora soy una mujer independiente y realizada, aunque por dentro estoy un poco insegura, un poco confundida y asustada, pero nadie lo sabrá jamás.

Desenrosqué el grifo, ajusté el agua y me metí con confianza bajo los chorros de agua. Me quedé allí durante mucho tiempo, tratando de sacar de mi cabeza sufrida pensamientos no deseados, tratando de recordar lo buena que era mi vida sin estas citas y sin Sergio.  

Todo me parecía increíblemente estúpido e indigno de una mujer adulta. Salí de la ducha, me preparé una infusión relajante y encendí la televisión. Allí echaban una especie de comedia romántica y, naturalmente, el personaje principal estaba más allá de elogios.

- Sí. Esto no pasa en la vida real, - suspiré, apagué la película y me fui a la cama. Esa noche tuve un sueño increíble.

Me encontré en un lugar extraño, frente a un acantilado de cristal. De repente una voz agradable me llamó arriba, prometiéndome una felicidad increíble. Comencé a escalar esta roca con entusiasmo y perseverancia, pero de repente apareció un enjambre de abejas enormes que querían picarme. Eran de un tamaño increíble y con las cabezas de mis pretendientes fallidos. Intenté sacudirlos y no caer al abismo, pero eran demasiados. Sentí un miedo increíble. De repente apareció un rostro desde la superficie de cristal de la roca. Era mi madre.

- Deja de tener miedo, Cristina. Las abejas están sólo en tu imaginación. ¿Para qué vas arriba, si no sabes lo que allí te espera? Baja y vamos a tomar el té. Preparé tus pasteles favoritos.

- No puedo. Yo debo subir. - Le respondí y seguí subiendo.

A continuación, apareció el rostro de Vanesa.

- Chris, no lo conseguirás. Debes saber lo que quieres. Sabes que las abejas te hacen daño.

- No tengo otra opción. Yo debo subir.

Volví a agarrarme al siguiente saliente y me levanté a otro escalón, pero en ese momento una abeja con la cabeza de Sergio se me metió en el ojo y me caí del acantilado con dolor.

Me desperté llena de horror y de repente me hice la pregunta sencilla: ¿Por qué hacía todo esto? ¿Para que buscaba un esposo, si no lo quería? ¿Para quedarme en la fábrica? ¿Por eso me veía obligada a traer un hombre no amado a mi casa, aguantarlo, complacerlo en la cama? ¿Para luego huir de él a la fábrica para no volver a verlo nunca más? ¿Valía esto la pena? Definitivamente no.

Por eso decidí ir al trabajo y hablar con Chang o con Wehler. No podrían obligarme a casarse. Estamos en el siglo veintiuno y las mujeres tenemos derechos. Me vestí y fui con una determinación muy seria. Si no me quieren como la especialista, entonces nos veremos en los tribunales. Ahora tenía muy claro, que no estaba despuesta de cambiar mi vida tranquila por un puesto de trabajo.




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