Cásate conmigo

Capítulo 16.

Cada persona tiene algo que odia con especial pasión, por eso no sólo me desagradaba Sergio, también odiaba conducir bajo la lluvia, e incluso de noche, pero no había otra salida. Faltaba poco más de una semana para la boda programada y necesitaba tener una conversación seria con mi "novio" y descubrir todos los matices de nuestro matrimonio.

Yo iba con mucho cuidado. Los coches pasaban a mi lado con un crujido depredador y me cegaban con sus faros. No les importaban ni mis miedos ni problemas. De repente algo, como una pelota perdida, rodó por el camino justo hacia mis ruedas. Pisé los frenos y giré el volante hacia un lado de la carretera para no chocar con ese “algo”. Ni siquiera me di cuenta de dónde venía, parecía como si hubiera caído directamente del cielo. Recordé las palabras de Chang de que la felicidad suele caer del cielo por mérito y perseverancia, ¡pero no así!

La teoría de que era una buena sorpresa del destino murió en el momento en que bajé del auto y descubrí que era un hombre atado. Alguien le había sellado cuidadosamente la boca con cinta adhesiva y su rostro no se podía ver en absoluto a través del cabello manchado de sangre y barro.

En este caso, lo más probable era que este tipo se haya caído de uno de los coches que me estaba adelantando. Me pregunté, ¿cómo lo hizo? Me agaché junto a él, sin ninguna intención de ayudarle. No se me ocurrió semejante estupidez. Sí, claramente él tuvo problemas, pero cada uno es arquitecto de su propia desgracia. Nadie se apresuró a resolver mis problemas, entonces ¿por qué debería preocuparme por los de otras personas? Ilógico. Me detuve a su lado porque me impedía seguir mi camino. La curiosidad me hizo agachar y mirarlo más de cerca.

Su ropa definitivamente no era del supermercado, era demasiado cara, eso entendí rápidamente, cuando lo vi. Aunque estaba descalzo y manchado de barró, lo examiné a la ligera. Estaba inconsciente, pero vivo. Me levanté y me dirigí al coche. Lo único que pude hacer por él fue llamar a la policía y a una ambulancia. Ellos deberían salvarlo, porque yo no pertenecía a ninguna de estas autoridades y no sabía qué se debería hacer exactamente en tales situaciones. O mejor dicho, sabía que tenía que correr lo más lejos posible de este lugar, para no meterme en los líos, pero un gemido silencioso me hizo mirar hacia él.

- Lo siento, hombre, pero no quiero meterme en tu mierda y, a juzgar por tu apariencia, estás atrapado en ella hasta lo más alto. Ya tengo suficientes problemas propios.

 Por supuesto, podría desatarlo, arrastrarlo a un lado del camino y dejar que él mismo resolviera sus problemas. Esa genial idea se me ocurrió para que los restos de mi conciencia no se quejarán por la noche por el hecho de que abandoné a una persona a merced del destino. Sí, era un compromiso.

- ¡Está bien, no te quejes, yo te ayudaré, maldita sea!

Me acerqué a él nuevamente, lo agarré de las manos y traté de levantarlo hacia mí. Pero el tipo pesaba mucho y no pude con él. Entonces elegí una táctica más apropiada. Lo agarré por las piernas y lo arrastré, como si fuera un saco. Por mi manipulación poco profesional, el chico parecía recuperar el sentido y gimió.

-No me das las gracias, da igual no te entiendo... ¿No encontraste otro lugar donde caer? Podrías haber caído un poquito más abajo, allí hay un puesto de la policía.

Lo quité del medio de la carretera y miré las cuerdas en sus manos.

- Sí, te amarraron fuerte. No te preocupes, ahora buscaré las tijeras para uñas, creo que las tenía en algún lugar.

Volví a mi coche, de la guantera saqué las tijeras de manicura, después de poner las uñas de gel Dora me regalo unas. También cogí un paquete de las toallitas húmedas, que tenía en mi bolso, para limpiar la cara del pobre hombre. Bueno, liberé sus manos con mucho esfuerzo, porque las tijeras eran muy pequeñas para esas cuerdas, pero fue mejor que nada.

- Quítate la cinta de la cara tú mismo.

Pero él no se movió. Naturalmente, ¡quién lo dudaría! Otra vez se perdió el conocimiento. “Así será mejor, no sentirá nada.” – pensé recordando el dolor que pasé en depilarme.

- Está bien, también quitaré la cinta.

 Un tirón brusco y todo estaba listo.

-...¡Tu madre! – escuché.

- ¡¿Oh, estas maldiciendo?!

Parece que le dolió tanto que se despertó del desmayo. Sus ojos me miraban suplicantes a través de los párpados hinchados. "Ya está oscuro, es poco probable que pueda identificarme más tarde, en todo caso tengo que irme," - pensé.

-Bueno, parece que estás bien. Aquí tienes las toallitas, limpia la cara. Llamaré a la policía y a la ambulancia, ellos vendrán a buscarte y finalmente te salvarán. Es hora de que me vaya. - dije y rápidamente me levanté.

- ¡Espere por favor! Te lo ruego... No puedo levantarme en absoluto y no... - murmuró el chico y me quedé paralizada, porque su voz era muy familiar.

¿¡Era ese hombre guapo del restaurante!? ¡Maldito sea! Él no quiso ayudarme, pero yo le salvé la vida. Yo no podía creer, que era él. Saqué una toallita y le limpié la cara. No me quedaban dudas. Era él. Pero antes de que tuviera tiempo de pensar detenidamente qué hacer, unos faros atravesaron la oscuridad. El auto todavía estaba lejos, pero por alguna razón me di cuenta de que ese era exactamente el auto del que se cayó el hombre. Volvieron por él. El hombre también entendió esto. “No tendré tiempo de marchar desapercibida, no hay dónde esconderme y no lo dejaré solo con ellos…” - pasó por mi cabeza y el miedo de lo que podría suceder, si ellos descubren que yo le ayudé, hizo que actuaría rápidamente.

No sé cómo, empujé al tipo hacia el asiento trasero de mi coche, pensando automáticamente que tendría que llevar el auto a la tintorería más tarde. Me senté encima de él, me quité la chaqueta, desabroché la blusa y me solté el pelo. Luego, encendí la radio a todo volumen y abracé al extraño, cubriendo su rostro con mi cabello para que pareciera que nos deteníamos para hacer el amor.




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