Cásate conmigo

Capítulo 21.

Christina.

"¡Dios mío, de qué estoy hablando!" – Pensé, cuando comencé a inventar la historia de nuestro “amor” sobre la marcha. Nunca pensé que mentir a los ojos de una persona indefensa sería tan difícil. Pero, por otra parte, ¿cómo podría decirle la verdad? Si no creyó en un repentino estallido de amor, entonces cómo va a creer en la traición de su prometida con su propio hermano, en un ataque de desconocidos, en un secuestro y en mi ayuda en la carretera. Además, mi tiempo también se estaba escapando con una fuerza terrible. Me quedaba una semana para presentar a mi marido a mis superiores en la fábrica.

- ¿Sabes qué? - exclamé, pensando que la mejor forma de defensa es un ataque. - No te obligué a proponerme matrimonio y, de hecho, pensé que era una broma. Pero no bromeabas y me arrastraste a la oficina del registro para presentar los documentos para el matrimonio.

- ¿Me quieres que tenemos una fecha de la boda? - Preguntó Oliver con la cara completamente perdida.

- Sí. El próximo lunes. Y eso es completamente tu idea.

- Pero, ¿Por qué tan rápido? ¿Por qué lunes? ¿No pensamos hacer una fiesta?

- No. Tú no quisiste hacer nada pomposo, porque no llevas bien con tu familia y yo tengo poco amigos y solo una madre, a quien quería presentarte ayer.

- Espera, si presentamos documentos al registro civil, entonces allá debería haber una copia de mi carne de identidad. - Se animó de repente, como sin entender lo que le dije. - Y debe haber mi dirección.

- Lo más probable, - respondí enfadada, dando vueltas en mi cerebro posibles opciones para salir de esta situación. - Por supuesto, eso es todo lo que te importa, pero hoy el registro está cerrado, así que de todos modos no sabremos nada hasta el lunes.

Óliver se frotó las sienes con los dedos.

- ¿Tienes el dolor de cabeza? - pregunté.

- Sí un poco.

- Esto se debe a que desea recordar todo a la vez, pero no es necesario que lo hagas. - Respondí disgustada, pero luego de mirar su tormento, la compasión prevaleció sobre el egoísmo. - Espera, el doctor del hospital me dio unas pastillas.

Fui a la cocina y saqué de mi bolso las pastillas y las instrucciones que mi madre había escrito. Elegí analgésicos y pastillas para dormir. No le vendría mal dormir un poco, mientras yo necesitaba ir urgentemente al salón de Marcus. Tomé las pastillas, serví un vaso de agua y fui al salón. Óliver todavía estaba sentado en el sofá.

- Toma estas pastillas, te ayudarán. - dije.

- ¿Cuándo tuviste tiempo de hablar con el médico? - preguntó con incredulidad.

Dejé el vaso y las pastillas sobre la mesa y dije desafiante:

- Escucha, allá en el hospital te pregunté si querías irte conmigo, porque me dolió verte allí. Esperaba que te sintieras mejor a mi lado, pensé que mi amor refrescaría tu memoria. Estuviste de acuerdo. Entonces, ¿por qué diablos sospechas ahora de algo terrorífico? Si cambiaste de opinión, te llevaré de regreso al hospital de inmediato.

- Lo siento, no quise ofenderte. - respondió con más calma, se acercó a la mesa, cogió las pastillas y se las tomó. - Simplemente no puedo entender, ¿cómo podría proponerte un matrimonio después de solo una semana de salir? Después de todo, la gente normal se conoce, sale una temporada, se enamora y sólo después se casa.

"¡Joder! ¡Yo dije lo mismo a mis amigos! ¿Qué me dijeron entonces?" - Pensé.

- Precisamente por eso pensé que tu propuesta era una broma, pero me dijiste que pasaste por todas estas etapas en un tiempo récord y no tenías dudas de que yo era exactamente lo que necesitabas. - Respondí con confianza.

- ¿Y tú? ¿Tú también pasaste por todas estas etapas en un tiempo récord?

- Sí. Me enamoré de ti en los primeros cinco minutos. – admití por primera vez, recordando cómo reaccioné ante él, cuando lo vi por primera vez en el salón de Marcus.

- Quizás sea incluso mejor así, - dijo bostezando. - Creo que estoy muy cansado.

- Por supuesto, no deberías estar tan nervioso y ajetreado, entiendo, que estas muy confundido, pero esforzarte no da un resultado positivo. Túmbate un poco y yo iré a la cocina a preparar la comida. - dije y lo dejé solo.

No tuve que esperar mucho, quince minutos después Oliver ya estaba profundamente dormido en mi sofá. Cogí silenciosamente mi bolso y salí de la casa, habiéndolo cerrado previamente con llave.

En primer lugar, me dirigí al salón de Marcus. Tuve que mentirle también para sacarle información sobre Oliver.

- Ya sabes, no te preocupes mucho por no poder pagarnos el vestido. Vamos, lo tomaré y lo registraré como defectuoso, - dije, calculando cuando podría costarme eso. - Pero para hacer el informe de la devolución necesito el nombre del cliente y, si lo tienes, su copia del documento o número de cuenta bancaria.

- ¿Realmente puedes hacer esto? - No podía creer en su suerte Marcus. - El seguro, por supuesto, cubrirá algunos gastos, aunque tú misma sabes que no todo y solo después del juicio. Pero mira en lo que ha convertido mi salón esa loca.

- Sí, por eso decidí ofrecerte esta ayuda. Eres nuestro colaborador más fiel. Tu salón tiene las mayores ventas. - Lo halagué.

- Esto se debe a que encontramos nuestro propio enfoque para cada novia. - se enorgulleció.

- Por supuesto, por supuesto. - Asentí con la cabeza. - Pero no tengo mucho tiempo, puedes apurar a tus empleadas y encontrar en tus papeles lo que pedí.

Inmediatamente llamó a una de las vendedoras, le dio instrucciones de empacar aquel vestido y comenzó a buscar en la computadora la información que necesitaba.

- Entonces... Aquí está ella, esa loca. Amelia Bearné. Aquí está su número de tarjeta de identidad y cuenta bancaria. - dijo Marco.

- ¿Amelia Bearné? Me pareció que su prometido encargó el vestido.

- Sí, ese pobre hombre. Gracias a Dios no se casó con ese idiota.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.