Cásate conmigo

Capítulo 29.

Christina.

- ¿De verdad estabas tan preocupada de que me pueda pasar algo? - preguntó Oliver, cuando le dije qué fui a buscarlo.

- Por supuesto. Después de todo, alguien te golpeó en la cabeza hace tres días. - exclamé. – Tenia miedo que te encontraron de nuevo.

- ¿Lo más probable es que solo querían robarme? Cosas así no le suceden a una persona todos los días, sobre todo cuando esa persona lleva un chándal, - sonrió y me abrazó aún más fuerte.

- No lo sé. - Me alejé, porque me sentía incómoda al estar tan cerca de él. -Pero al no encontrarte en casa, me asusté mucho. Por cierto, te compré algo de ropa, decidí que no puedes usar este chándal todo el tiempo, especialmente para trabajar.

- Tienes razón, aquí tienes mi primer sueldo, - dijo y me entregó el dinero enrollado en un tubo. - Sé que esto no será suficiente, pero es todo lo que tengo por ahora.

- Déjalo, - me aparté su mano. – Entiendo que tienes buenas intenciones, pero me gusta cuidar de ti. Cuando nos casamos, todo será nuestro. Por ahora, ahorra ese dinero.

- Me siento muy incómodo, ya has gastado demasiado en mí. Tómalo, me hará sentir mejor.

- Está bien, obedeceré. - Estuve de acuerdo, porque no quería discutir por nimiedades, y agregué con una sonrisa: - Me alegro mucho que hayas encontrado un trabajo tan rápido.

- Así es. Me imagino, que cobras mucho más que yo, pero…

De repente se paró pensando. Me giró hacia él y me miró.

- Si estudie en Francia, en la academia culinaria más famosa, si sé hacer los platos de alta cocina, no podría trabajar en un simple restaurante, como un simple cocinero. ¡Estoy seguro de que, si encuentro mi restaurante, podré recordarlo todo! ¿Cómo se llamaba el restaurante donde te invité? - preguntó.

- Lo siento, pero no recuerdo su nombre, no miré el cartel, - traté de evitar a responder.

- ¿Pero recuerdas dónde estaba?

- Ciertamente. En el centro. Si quieres vamos mañana para allá, - sugerí, porque fue lo primero que me vino a la mente y rápidamente cambié el tema de conversación. - ¿Recuerdas que estudiaste en Francia? Dime lo que recuerdas.

Decidí darle la oportunidad de compartir sus recuerdos conmigo, porque tenía mucho miedo de tener que mentir nuevamente, sin saber hasta dónde Oliver había progresado en sus recuerdos. Él hablaba muy emocionalmente, pero entrecortadamente. Hasta el momento todos sus recuerdos se referían a sus actividades profesionales. No dijo nada de su ex prometida, ni de mi propuesta, ni de las personas que lo secuestraron. Durante esta conversación llegamos a mi casa.

- Siempre sospeché que eras una persona muy talentosa, - sonreí, resumiendo su historia y abrí la puerta del ascensor.

- Pero escribir cuentos no es lo mío, debes admitirlo. - se rio y presionó el botón del piso. - Esas lindas palabras que me dijiste fueron sólo para no despreciarme.

- Realmente no, la verdad es que me gusta todo lo que haces.

- ¿Así que todo? Por cierto ¿cuál es mi nombre completo? Quería ver en internet, si hay algo sobre mí en la página de academia. - preguntó inesperadamente.

Esta pregunta me asustó tanto, que ni yo misma entendí cómo lo empujé contra la pared del ascensor y, presionándolo con todo mi cuerpo, lo besé. Él me devolvió el beso ligeramente, pero no hizo nada para profundizarlo. Lo más probable es que lo sorprendí con mi ataque inesperado, así como a mí misma. Pero no se me ocurrió nada mejor para evitar responder a una pregunta cuya respuesta no sabía, y era una estupidez mentir, ya que mañana descubriría la verdad.

- ¿Estás segura? Ayer pensé que tú...

Intenté besarlo de nuevo para cerrar su boca, pasando mi lengua por sus labios. Oliver abrió la boca y se inclinó hacia adelante, capturando mis labios en un tierno beso y mi cuerpo en un abrazo. Sentí el calor de su cuerpo, o una ola de fuego atravesó el mío por este contacto. No sé qué provocó esta reacción: ya sea porque todavía tenía miedo de sus preguntas y estaba nerviosa, o porque su proximidad, combinada con la crema de Amanda, en realidad provocó ciertas reacciones químicas en mi cuerpo.

- ¿Y tú? - También hice una pregunta, pero por un motivo completamente diferente.

Por un momento me quedé paralizada, esperando su respuesta. Si él se negaba o se alejaba, podría complicar un poco mi plan de seducción. Oh Señor, no preví tantos matices, cuando acepté esta aventura. Todo lo que estaba pasando ahora parecía más el escenario de alguna comedia y nada de una película erótica, porque este papel no me convenía para nada, y el guion no estaba escrito, todo dependía de mi improvisación.

Nunca he atacado a personas en un ascensor, o mejor dicho, nunca he atacado a nadie en absoluto. Incluso en relaciones pasadas, más bien obedecí, esperé a que el hombre diera el primer paso, seguí sus deseos, pero aquí simplemente lo presioné contra la pared como una loca. ¿¡A quién!? Una persona a quien estoy engañando descaradamente. ¡Dios, qué estoy haciendo!

Estaba lista para soltarlo de mis manos, pero por un momento vi mi reflejo en los hermosos ojos oscuros del hombre. Es curioso, siempre pensé que sólo los colores claros del iris podían ser bellos; me gustaba el contraste del cabello oscuro, la piel bronceada y los ojos claros. Pero ahora, hechizada, miraba directamente al charco de pupilas oscuras y vi algo nuevo en ellas. Sus ojos ya no me miraban como antes, con frialdad y desconfianza, más bien con deseo. Luego, como en cámara lenta, Oliver tocó mi mejilla con sus dedos.

- ¿Quizás podamos esperar hasta llegar al apartamento? - preguntó y esto me sacó de mi estupor.

- Lo siento, es que tuve mucho miedo por ti, - respondí algo caótico y me alejé de él.

En ese momento, las puertas del ascensor se abrieron y salí volando al rellano. Para no mirar a Oliver, me sentí increíblemente avergonzada, comencé a rebuscar en mi pequeño bolso, fingiendo estar buscando las llaves, pero él rápidamente sacó las suyas del bolsillo y abrió la puerta. Me abrazó, me empujó hacia el interior del apartamento y cerró la puerta con el pie.




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