Cásate conmigo

Capítulo 32.

Óliver.

Cuando terminé mi trabajo y di las ultimas órdenes a Marisa para acabar la cena, yo empecé a preparar el pescado, que pensaba servir para la cena romántica con Christina. Tenía muchas ganas de volver a sorprenderla con mis habilidades.

 A pesar de que ayer quería dejarla y buscar un piso, hoy esa idea no me parecía tan tentadora. La razón no se debió en absoluto a nuestra intimidad de ayer, simplemente tuve ganas de hacer algo para ella, agradecerla de alguna manera, porque me parecía una buena chica, que se preocupaba mucho por mí.  

De repente pensé: “¿Por qué tengo que irme, si estoy bien con Christina?” Ella me cuidaba, me compró la ropa, me alojó en su departamento, trataba de ayudarme a recordar mi vida pasada, me llevaba al médico, ayer se preocupó tanto por mí, que salió por la noche a buscarme. Pero lo más significativo era, que ya no habló de la boda. Quizás se dio cuenta de que no había necesidad de apresurarse a tomar una decisión tan importante como un matrimonio mientras yo no la recordaba.

Salí de la cocina y le di a Carlos una lista de productos necesarios para mañana.

- Voy a llevar este pescado para la cena. Puedes descontar de mi sueldo, pero asegúrate de encontrar las chalotas, sin ellas no podré hacer la sopa mañana. - le dije.

- Haré todo lo que me pidas y te regalo este pescado, pero mañana tenemos un día libre - respondió. – Lo prepararé para el miércoles. Es simplemente increíble, pero hoy hubo más comensales que cualquier otro fin de semana. Desde luego eres un gran cocinero.

- Me alegro que a los clientes les guste mi cocina. También Marisa es una gran profesional. - Respondí, cogí el dinero, que me pagó, y me fui a casa.

Hoy esperaba de entender algo sobre mí. Christina prometió conseguir una copia de mi documento de identidad. Con él podría ir tranquilamente a la policía, decir que había perdido mi pasaporte, conseguir uno nuevo y finalmente convertirme en una persona normal. Ayer mismo estaba pensando en esto, pero tenía miedo de que me metieran en un hospital psiquiátrico, porque no recordaba nada de mí.

Desde luego, podría pensar que soy un loco, pero ahora empezaron a aparecer en mi cabeza cada vez más imágenes del pasado. Ayer recordé que soy un chef, que estudié en Francia y sabía mucho de la cocina francesa. Hoy recordé que sabía conducir un coche. Quizás el médico tenía razón, y pronto recordaré todo, pero necesitaba un tiempo.

En ese momento podía recordar todo sobre mis clases en la academia en Francia, recordaba perfectamente a casi todos mis compañeros y profesores, podía recordar cualquier receta, incluso la más compleja. Pero no recordaba nada de mi familia, tampoco a Christina, o más bien nuestra relación íntima. Para decir la verdad, ayer fue mi primera vez con una mujer.

Pero en mis visiones aparecía claramente una rubia sexy, a quien llamaba Mimi. Fue ella quien apareció de repente ante mis ojos, cuando estaba haciendo el amor con Christina, y no todo salió según lo planeado.

Al principio todo fue simplemente genial. Christina me sorprendió gratamente con su presión. Me pareció tan exigente, tan ardiente, tan salvaje, pero luego se volvió tan dócil y cariñosa que ese cambio me emocionó tanto que mi conciencia se apagó y de repente Mimi en mi cabeza gritó: "Corre, cariño", y lo hice. Gracias a Dios, Christina no entendió nada y al parecer estaba contenta. Luego me quedé dormido. No estaba muy seguro, si era el cansancio de un día del trabajo, o las pastillas que tomaba, pero mis fuerzas desaparecieron de inmediato. Aunque por la mañana Christina estaba muy contenta con el desayuno, que preparé.

No recordaba quién era esa Mimi, pero no tenía dudas de que despertaba en mí una evidente excitación sexual. Entonces ¿por qué iba a casarme con Christina y no con ella? Por otro lado, Christina, que era inferior a Mimi en su apariencia brillante, todavía pudo excitarme ayer. ¿A lo mejor, Christina era Mimi? ¿Puede ser con ese vestido ella se veía de otra manera? Esta pregunta me interesó mucho y pasando por la entrada de una tienda de ropa femenina, decidí entrar. Aun no sabía que quería encontrar allí, pero una amable dependienta me pregunto:

- ¿Usted necesito ayuda?

- Si, quería hacer un regalo para mi novia, - dije.

- ¿Qué presupuesto tiene? ¿Qué talla usa su novia?

- Talla no lo sé, pero más o menos como usted, - dije y saqué del bolsillo el dinero, que me pagó Carlos.

- Perfecto, este vestido es muy bonito. – me enseñó uno, arrimando a su cuerpo.

- No, me gustaría algo más sexy, - dije y noté que sonrojé.

Luego ella me trajo un par de vestidos, que solo para mirarlos me excitaron. Yo escogí uno muy elástico con la espalda abierta y de color amarillo, como el queso.

Ella lo empaqueto en papel de regalo y me avisó, si no le gustara a su novia, entonces podría devolverlo en la tienda sin ningún problema.

Con la idea de ver a Christina en ese vestido, algo dentro de mi empezó a removerse, yo ya la imaginaba sentada delante de mí con las piernas cruzadas y…

- Oliver, ¿te acuerdas de mí? - De repente escuché hablar en francés, cuando me acerqué al edificio de casa de Christina.

Me di vuelta, sin siquiera darme cuenta de que entendía lo que me decía. Del coche blanco bajó un tipo alto, de unos treinta años.

- ¿Me estás hablando a mí? - Pregunté también en francés.

- Claro amigo, ¿a quién más? - él sonrió. - ¿No me reconoces?

- No. Lo siento, mi memoria no ha sido buena últimamente. ¿Quién eres?

- Soy Ángel Morrón. Nos conocimos hace diez años en Quebec en el campeonato de hockey. Tú allí estabas con tu hermano. ¿Te acuerdas? - insistió el chico.

- No. No me acuerdo de ti. - Respondí. - Lo siento, pero me tengo que ir.

No lo recordaba en absoluto y últimamente no tenía ninguna visión sobre el hockey, por eso me resultaba incómodo hablar con una persona completamente incomprensible, así que me apresuré a despedirme de él y a irme a casa.




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