Cásate conmigo

Capítulo 34.

Óliver.

Fue muy desagradable escuchar de boca de una mujer que yo era el peor amante. ¡Qué puedo decir, a ningún hombre normal le gustaría saberlo! Quizás, si tuviera dieciocho años y no tuviera problemas más graves, como la pérdida de memoria y un matrimonio ficticio incomprensible, entonces quizás necesitaría un psicólogo para curar ese trauma. Pero en ese momento más me preocupaba algo completamente diferente.

Christina, a quien consideraba mi hilo con la realidad, me mintió todos esos días, se aprovechó de mi posición débil y, yo como un tonto, trataba de recordar nuestro amor, que no existió nunca. Además, después de su confesión, no entendía cómo ella podía, para algún tipo de ascenso en su carrera, hacer algo tan loco como interpretar el papel de mi prometida y posiblemente esposa. Después de todo, ella no demostró nada de que nuestro matrimonio sería por acuerdo. Incluso intentó acostarse conmigo. Dios, ¿a dónde está llegando el mundo? ¿Cómo puedes confiar en las mujeres después de esto?

-Dame cinco minutos para cambiarme de ropa y vamos al Ángel, - pidió y entró en la habitación.

Por supuesto, entendí que ella no quería ir con el vestido que le regalé, pero lo que se puso no fue mucho mejor. Todas las líneas de su cuerpo parecían brillar, menos mal que se pusiera una chaqueta encima y se limpiara el lápiz labial de los labios. Intenté no pensar en qué más se le podría ocurrir para llevarme al altar. Ya no pude confiar en ella, aunque no pude evitar apreciar su nueva imagen.

- Yo conduciré el coche, porque bebiste el vino. - Dije en forma de ultimátum, cuando nos acercamos a su auto en el estacionamiento.

Sin discutir, me dio la llave del auto e ingresó la dirección requerida en el navegador del coche. Me senté en el asiento del conductor y encendí el auto. Estuvimos en silencio todo el camino. Ella aparentemente no consideró necesario explicarme su comportamiento, y yo, para ser honesto, estaba pensando en la posibilidad de confiar o no en una persona que no recordaba y cuya esposa era amiga de esta mentirosa.

- Hola, Oliver. Me alegro mucho de verte. - nos abrió la puerta una joven guapa.

- Hola Vanesa. - dijo Cristina. - A Oliver le gustaría hablar con Ángel. ¿Se puede?

- Por supuesto que sí. Venga. Él ya estaba esperando. - dijo la chica y nos dejó entrar al departamento.

El tipo alto que conocí hace unas cuatro horas, ya estaba parado en el pasillo. Actualmente vestía pantalones deportivos y una sencilla camiseta blanca.

-Sabía que vendrías, amigo, - dijo y me abrazó por los hombros. - Vamos, quiero que mires algo. Quizás esto te ayude a recordar.

Me condujo a una de las habitaciones y las chicas se quedaron en el pasillo. Para ser honesto, me sentí fuera de lugar porque no recordaba a nadie excepto a Christina, pero ya no le creía.

-Entra, siéntate, - Ángel me ofreció una silla delante de la mesa con el ordenador y abrió un álbum con fotografías. - Mira, estos son tus padres, Brandon y Donna Huntington. Y este eres tú con toda tu familia en Quebec, al lado de tu hermano Oscar, este soy yo. Aquí estamos en la inauguración de su primer restaurante.

Miré las fotografías, pero no reconocí a nadie excepto a mí y a Ángel.

- Y estos somos nosotros en Las Vegas, ¿recuerdas? Entonces perdí todo el dinero del premio, - se rio. - Después de este incidente no voy a ningún casino.

- Lo siento, pero no recuerdo nada de esto. - Respondí. - En realidad, me gustaría saber dos cosas.

- Okey. Pregunta lo que quieres, estoy despuesto a contarte todo.

- Si tengo familia, ¿por qué nadie me busca? - pregunté.

- Porque no saben que estás desaparecido. Todo el mundo piensa que estás en Japón para asistir a una competición de corte de atún. - respondió.

- ¿En qué competición?

- Se suponía que esta competición comenzaría allí esta semana y duraría unos cinco días, no lo sé exactamente. Dijiste que irías allí para ol… - le se paró por un instante. - En realidad, a menudo asistías a eventos de este tipo como juez invitado o para participar. Entonces tus padres no saben lo que te pasó. Quería decírselo, pero pensé que sería mejor, si lo hicieras tú mismo.

- Entiendo. Luego les llamaré. – asentí con la cabeza. - Entonces explícame, ¿Por qué quería casarme con Christina?

Él no respondió, pero abrió otra foto.

- ¿Reconoces a alguien aquí? - preguntó Ángel.

Miré al grupo de chicos entre los que se encontraban dos chicas. De inmediato reconocí a una de ellas. Era la misma rubia, a quien llamaba Mimí en mis visiones.

- No precisamente. ¿Esta es Mimí? - Señalé con el dedo a la rubia de grandes pechos.

- Sí, ella es Mimí. - dijo algo tristemente. - ¿La recuerdas?

- No lo sé. Su imagen aparece en mi cabeza, pero no recuerdo cómo se relaciona ella conmigo. ¿Quién es ella?

Ángel pensó un momento, luego se levantó de la mesa y se dirigió a la cocina. De repente me pareció que no tenía muchas ganas de hablarme de ella. Empecé a hojear las siguientes fotos, pero no recordaba a nadie. Eran desconocidos para mí, no sentía nada, no recordaba y no sabía cómo reaccionar ante todo esto.

Ángel regresó con dos tazas de té.

- Christina dijo que no puedes beber alcohol debido a las pastillas que estás tomando, así que solo puedo ofrecerte el té. – dijo y puso las tazas en la mesa.

- Háblame de Mimí. - exigí.

- ¿Qué puedo decirte? - suspiró. - Ella es la hija de un amigo de tus padres y tu prometida, pero las cosas no os salieron bien y rompisteis el noviazgo.

- ¿Por qué no funcionó?

- Ella quería… - el hombre guardó silencio, se levantó de nuevo y se dirigió a la cocina.

Me di cuenta de que mi separación de Mimi era desagradable incluso para él. ¿Lo que podría haber ocurrido? Aunque en ese momento no me importaba mucho lo que pasó en el pasado, porque estaba más preocupada por mi relación con Chris.




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