Cásate conmigo

Capítulo 35.

Christina.

Al salir al rellano, sonreí y saludé a las vecinas de mi amiga. Dos señoras mayores que, al parecer, salieron a enterarse de lo que estaba pasando. Fingiendo que no había nada terrible, tomé a Oliver del brazo y, como si nada hubiera pasado, lo conduje hacia la salida. Pero mi resistencia me falló tan pronto, como entré en mi auto.

¿Quién hubiera pensado que se podría esperar tal escaramuza del inofensivo y completamente adecuado Oliver? Se negaba a volver a casa, estaba dispuesto a pasar la noche en casa de Ángel incluso en el sofá, me llamó mentirosa y no quiso tener nada que ver conmigo. Todo esto en voz alta frente a mis amigos. Y al final, incluso, me amenazó con denunciarme a la policía. Para ser honesta, no podía entender por qué estaba tan nervioso. Vanesa me convenció de que Ángel le contaría todo sobre su familia, sus negocios, sobre la traición de su prometida y su hermano, sobre la propuesta de casarse conmigo, sobre su consentimiento por teléfono y sobre el ataque de desconocidos de los que lo salvé.

- Escucha tú, no sé qué podría decirte Ángel sobre mí, pero yo no participé en absoluto en tu ataque, no tengo idea de quiénes fueron esas personas. - le grité en la cara. - Acabo de ayudarte. ¡Te salvé la vida!

- ¡¿Sí?! - se emocionó nuevamente. - ¿Entonces explica cómo terminé en el hospital donde trabaja tu madre?

- Simplemente porque ese hospital era el más cercano al lugar donde te atacaron. - Traté de explicar.

- ¡Pero me dijiste que celebramos nuestro compromiso juntos!

- Sí, pero dejaste el restaurante solo. - No quería, pero volví a mentir, o mejor dicho, no aclaré que todavía no era un compromiso, sino solo una propuesta. - Si no me crees...

- No. ¡No te creo! - gritó interrumpiéndome. - ¡A ni una sola palabra tuya!

- Está bien, entonces mañana podemos ir a ese restaurante y pedir ver las cámaras de seguridad. - Respondí con más calma.

Esta maravillosa idea me vino a la mente hace un momento y me pareció muy interesante. Quizás los atacantes sean capturados en los videos. ¡Maldita sea, cómo no pensé en esto antes!

Oliver guardó silencio, lo cual ya estaba bien en sí mismo. En completo y doloroso silencio regresamos a casa y lo primero que hizo Oliver fue encender mi portátil, sin permiso siquiera, y empezó a buscar algo en Internet. Mientras tanto entré en la cocina y entonces vi, que no había recogido la mesa. Tuve que ponerme un delantal y empezar a limpiar, ya que nunca dejaba platos sucios para la mañana. Además, después del escándalo que me montó Oliver, no podría dormir.

Ya me di cuenta de que él nunca se casaría conmigo, pero esto ya no era la complicación más urgente. Temía que después de su declaración a la policía, mi madre y yo tuviéramos serios problemas. Ya me estaba maldiciendo por salvarlo, por sacarlo del hospital, por siquiera haberlo conocido en mi vida. Sería mucho mejor casarme con Sergio, que tener que lidiar con este histérico. Ahora no sólo estaba en duda mi trabajo, si no mi libertad.

- ¿Qué quisiste decir, cuando dijiste que debería ocuparme de mi familia? - De repente escuché la voz de Oliver, cuando terminé de lavar los platos.

- Nada. - Respondí poniendo los platos en la secadora, haciendo pasar de él olímpicamente.

Para que discutir con una persona, que ya te ficho como una gran mentirosa.

- Lo siento, tal vez perdí un poco los estribos...

- ¿Perdiste estribos? - Me volví hacia él. - ¿Así llamas a tus histerias en casa de mi amiga? Si lo supiera, nunca te llevaría allí.

- Lo siento, pero tienes que entenderme...

- ¡No, querido, no te debo nada! - exclamé. - ¡Eres tú, quien me debe!

- ¿En qué sentido?

- ¡En lenguaje sencillo! No tuve que recogerte en la carretera y llevarte al hospital, esconderte de los secuestradores y tratarte como a un niño y luego escuchar amenazas. - Solté.

- ¿En qué carretera? - preguntó y se acercó a mí.

- En la carretera que lleva a la ciudad, donde vive mi madre. - Respondí.

- ¿Ibas a presentarme a tu madre?

- No. Me iba a casar con otra persona.

- ¿Para qué?

- Ya te lo expliqué. De todos modos, ¿por qué te estoy explicando algo? No crees ni una sola palabra de lo que digo.

- Perdón. Es que Ángel simplemente no creía que me golpearon en la cabeza para robarme. Dijiste que querían secuestrarme. ¿Quien? - preguntó.

- No sé. Saliste del restaurante, pensé que habías cambiado de opinión sobre nuestra boda y fui a casa de mi madre, para decir que me caso con el chico que ella me encontró. Por el camino te vi en la carretera. Casi te atropello, memos mal que iba despacio por la lluvia. Estabas atado de pies y manos, entonces pediste ayuda, te llevé al hospital donde trabajaba mi madre. Es todo. - Le dije brevemente.

- ¿Cómo terminé en la carretera?

- No tengo ni idea. Quizás te echaron del coche o saliste tú mismo del maletero por algún milagro. Pero entonces ya tenías la cabeza rota. Si la suerte está de nuestro lado, mañana lo verás todo tú mismo en las cámaras de seguridad del restaurante. – Respondí, pasando junto a él, y me dirigí a mi habitación.

Al día siguiente me despertó un golpe en la puerta.

- Christina, el desayuno está listo. - sonó la voz de Oliver. - Deberíamos darnos prisa.

- Bien. Voy ahora. - Respondí y pensé: "¿Por qué necesito todo esto? Ya tiene su amigo, tiene familia, ¿porque tengo que ocuparme de él?"

Pero aun así me levanté de la cama y caminé penosamente hacia la ducha. Después de arreglarme de alguna manera, puse mi traje favorito e hice un moño. Así entré en la cocina. Oliver estaba en chándal de mi papá, al parecer no quería estar obligado conmigo por la ropa que compré y creía que ese traje era propiedad del hospital.

Me miró, pero no dijo nada. ¿Qué podría siquiera decir? Ayer me presenté delante de él con su regalo, se animó, pero no entendió mi mensaje. Luego me puse el vestido que eligió Iris y se excitó hasta ponerse histérico. Hoy decidí que no necesitaba emociones innecesarias y decidí no experimentar con mi imagen. Ya tuve suficiente de los juegos sucios, ahora tengo que ser más seria y pensar como salir de esta con menos problemas.




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