Cásate conmigo

Capítulo 50.

Christina.

- Bueno, ¿Cómo me veis? -  pregunté a mis amigas.

En teoría, lucía perfecto después de las manipulaciones profesionales de Dora e Iris. Me puse un vestido verde claro con un modesto escote barco, cuya falda llegaba apenas una palma por encima de la rodilla, una correa plateada y sandalias del mismo color. El cabello castaño estaba rizado en ondas y sujeto de un lado con una horquilla plateada. ¡Sí! ¡Estaba lista para subirme al podio ahora! Pero por alguna razón todavía sentía un poco de miedo.

- Pareces una futura nuera que va a conocer a su propia suegra, - sonrió Iris. – ¿Es su matrimonio definitivamente ficticio? Porque casi estas entrando en pánico, igual como yo antes de conocer a mus futuros parientes.

- Definitivamente no será ficticio, - dijo Vanesa al entrar a la oficina. - Ya sólo queda firmar el contrato matrimonial que redactó mi marido.

- Vamos, firmaré. - dije extendiendo mi mano hacia una pila de hojas grapadas.

- Al menos deberías leerlo, - dijo ella con reproche.

- ¿Para qué? Si el contrato fue redactado por tu esposo y sospecho, que tú lo leíste bajo una lupa para poder discutir una vez más con Ángel, así que puedo confiar en ti.

- En realidad, tienes razón. Firma sin miedo, - dijo y señaló con el dedo los lugares donde se suponía que debía colocar mi firma. – Tengo que devolvérselo a Ángel para que lo registre.

Salí con ella de la oficina y me dirigí al despacho de Wehler. Nuevamente su secretaria me dijo que no estaba y que el señor Chang había ido a una reunión de negocios.

- Bien. Puedes enviarles un mensaje de que mi boda se llevará a cabo pasado mañana a las siete de la tarde en el juzgado y ambos están invitados, - dije con orgullo.

- ¿De verdad te vas a casar? - ella estaba sorprendida.

- Sí, con el mejor hombre del mundo, - sonreí sarcásticamente, giré sobre mis tacones para salir de la sala de recepción de Wehler.

- Está claro que ha empezado a obedecer a Iris, por eso encontraste marido. – escuché detrás.

- Tienes razón. – volví a ella nuevamente y pregunté. - Dígame, ¿por qué Wehler no está constantemente en el trabajo? ¿Quién dirige la fábrica ahora?

- ¿Como quién? Los chinos.

- ¿Dónde está Weller?

- No lo sé, simplemente me llama y pide comunicarlo con Chang. - respondió la secretaria. - En realidad, algo extraño está pasando. Antes Wehler trabajaba todos los días, pero ahora...

- Está bien, volveré a trabajar el lunes y lo resolveré todo, - dije.

- ¿Qué pasa con tu luna de miel? – preguntó ella.

- Ya tuve vacaciones, así que iremos más tarde, - esquivé la respuesta.

Las palabras de la secretaria me inquietaron, por eso fui a ver las instalaciones. Era primera vez que no estaba tanto tiempo lejos de mis dominios. En principio todo funcionaba como antes, los empleados me felicitaron con mi futura boda, pero el almacén de las telas y complementos me pareció demasiado vacío. Nunca tuve escasez de material y constantemente llamaba a los proveedores para apurarlos, así que regresé a mi oficina y le pregunté a Amanda:

- ¿Qué pasa con nuestros proveedores? En el almacén sólo encontré dos rollos de organza y tras de satén. ¿Has llamado para pedir más?

- No, porque Chang dijo, que su gente ahora se encargará de esto. - respondió. - Generalmente empezaron a mandar todo aquí. A Vanesa le quitaron todo el departamento de contabilidad y ahora sólo se dedica a la tienda online. Menos mal que no se meten con Iris por ahora.

- Es extraño, - dije pensativamente. - Quizás Chang encontró otros proveedores y se esté reuniendo con ellos?

- No lo sé, no estamos invitados a las reuniones semanales como antes. - levantó las manos. - Toda nuestra esperanza está puesta en ti, así que vete a casa y haz todo lo posible por complacer a tu futura suegra.

- Sí, tienes razón, me casaré y me enfrentaré a los chinos. Son inversores, pero no son dueños, - me reí y me fui a casa.

Pero cuanto más se acercaba la hora de la visita señalada, más nerviosa me ponía. Yo misma no me entendía, porque se suponía que todo tenía que ser una simple actuación, pero por alguna razón realmente quería que sus padres me aceptaran, aunque pensando con seriedad entendía que no había absolutamente ninguna razón para esto y, después de la historia con Mimi, era casi imposible, especialmente considerando que Oliver y yo nos conocimos desde hace menos de una semana.

Afortunadamente, el timbre de la puerta me impidió continuar con mis pensamientos sobre ese tema. Miré mi reloj. Era Oliver quien me llevaría a casa de sus padres y ya podía imaginar la pesadilla que sería.

- Te ves genial, - me sonrió.

- ¡Gracias! Al principio pensaba poner tu vestido amarillo, pero cambie de idea en el último momento. – dije con ironía.

- Hiciste bien en cambiar. – dijo. – Escucha, Chris, lo compré, porque en aquel momento creí que éramos novios, tú misma me convenciste de esto. Simplemente quería entender que me gustaba de ti, porque en mi cabeza estaba imagen de Amelia y era completamente distinta a tu aspecto habitual.

- Okey, era culpa mía. – corté su tirada, porque escuchar de nuevo el nombre de su ex era insoportable. - ¿Le advertiste a tus padres? ¿O debería llevar unas gotas de valeriana en lugar de vino? – Pregunté con calma, aunque todo temblaba por dentro de rabia.

- No saben nada de la boda por ahora, sólo les avisé que no estaré solo. Entonces es mejor llevar dos cosas a la vez, - respondió con toda seriedad.

Intenté objetar y rechazar la visita, pero Oliver simplemente me tomó de la mano y casi a la fuerza me sacó del apartamento.

- Entonces, ¿cómo se llaman tus padres? ¿Qué están haciendo, a que se dedican? - Pregunté, tratando de ponerme más cómoda en el asiento delantero de su coche.

- El nombre de mi padre es Brandon, - respondió Oliver. – Es propietario de una inmobiliaria. Mi mamá se llama Donna, una vez fue ilustradora de una editorial, pero ahora trabaja con mi padre y se dedica a la decoración, aunque no ha dejado de dibujar. Tiene un taller en casa, a donde seguro te llevará.




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