Cásate conmigo

Capítulo 54.

Christina.

Después de visitar a los padres de Oliver, la desagradable sensación de que estaba engañando a todos se apoderó de mí nuevamente. Para ser honesta, nunca me gustó jugar de manera injusta, pero nuevamente no había otra opción. ¿Cómo podría decirles a sus padres, que aquello era sólo un matrimonio ficticio durante seis meses? Si ellos me creyeron a la primera, entonces Oscar claramente empezó a sospechar que algo andaba mal, por lo que no se me ocurrió nada más convincente que informarle sobre mi supuesto embarazo. Pero ni lo pensé, que mis palabras podrían haber sido escuchadas por alguien más, especialmente Oliver.

- ¿Espero que no le hayas contado a nadie más sobre tu embarazo ficticio? – preguntó, cuando me trajo a casa.

- Por supuesto que no. Simplemente me cabreó y tuve que decir algo que lo habría sorprendido. - Respondí. - Espero que no le cuente a nadie sobre esto. Lo siento, me tomó por sorpresa.

- No deberías haber confiado en él, pero creo que guardará tu “secreto”, - sonrió Oliver.

¡Lo último que esperaba era verlo sonreír tan feliz, cuando supo que el embarazo no existe! No, por supuesto, miré la vida con seriedad y supe de primera mano, cómo reaccionan los hombres ante la noticia de que pronto serán padres. Recuerdo cómo el marido de Amanda, al enterarse de que ella estaba esperando gemelos, se fue a pescar con unos amigos y desapareció durante tres días en la oscuridad. La pobre Amanda ya estaba pensando en divorciarse y volver con sus padres, pero al cuarto día apareció con dos cochecitos para bebés y un montón de cosas más necesarias. Max, el marido de Iris, también quedó atónito, cuando ella le mostró la radiografía de su hijo. Se agarró la cabeza y gritó, como era posible, si ellos usaban protección. Pero, aun así, fue desagradable.

Oliver, al parecer, tampoco era muy original, por lo que rápidamente me invitó a ir a casa, aunque me interesó hablar con su madre, una excelente diseñadora, ya que planeaba abrir un salón de venta de vestidos de novia directamente en la fábrica. Entonces pensé en reducir el tiempo de arreglos, y, además, podríamos entregar o vender vestidos no reclamados con descuento y no enviarlos a desguace.

- ¿Podemos ir a algún lado? - sugirió Oliver de repente, cuando empezó a respirar tranquilo, después de la noticia, que no estaba embarazada.

- No. Ya tuve suficiente comunicación por hoy, pospongámoslo para mañana. No lo olvides, todavía tenemos que convencer a mi mamá de venir a la cena con tus padres. - respondí sonriendo.

- Está bien. Te entiendo, mi madre a veces es muy difícil y mi hermano es insoportable casi siempre. - Estuvо de acuerdo y me acompañо hasta el portal.

Tan pronto como llegué a casa, lo primero que hice fue empezar a elaborar un plan de negocios para abrir ese salón. Me pareció muy buena idea, ya que las ventas online no aumentaban. En principio esto era comprensible. Un vestido de novia no es sólo un vestido, es un sueño, es un meta, es un deseo hecho realidad, es cualquier cosa menos un simple vestido. No puedes distinguirlo de las fotografías, como los accesorios, hay que sentirlo.

En una palabra, trabajé casi hasta la mañana, pero a las nueve me despertó el timbre del teléfono. Pensé que era Oliver, ya que acordamos ir junto a mi madre y convencerla de ir a cenar hoy a la casa de los Huntington. Para ser honesta, pensé que era una batalla perdida. Precisamente ayer le expliqué todo lo que pasó en la clínica entre Sergio y nosotros, y con mucha dificultad la convencí para que asistiera al juzgado para la boda. Por lo tanto, no tenía muchas esperanzas de que ella estuviera de acuerdo.

Pero cuando respondí la llamada, me di cuenta de que era Amanda. Casi gritó por teléfono:

- ¡Cris! ¡Nos están despidiendo! ¡Todos! ¡Wehler vendió la fábrica!

- Espera, ¿de dónde viene esta información? - Intenté calmarla.

- ¡Hoy nos dieron cartas a todos, cuando vinimos a trabajar!

- ¿Qué tipo de cartas?

- Te lo enviaré por correo ahora. ¿¡Cómo podría hacerlo!? ¿Trabajamos con él durante tantos años? Y él, como el último… ¡nos traicionó, ni siquiera nos avisó!

Nunca había escuchado una sola palabra mala de nuestra Amanda, pero en ese momento las palabrotas dirigidas a nuestro director, salieron de su boca como de una cornucopia.

- Tranquila, ahora mismo voy a la fábrica. - Respondí dándome cuenta de que la situación estaba fuera de lo común.

Entonces llamó Oliver, pero yo no tenía ni el tiempo ni las ganas de hablar con él, porque necesitaba arreglar esos problemas en la fábrica. Todo lo que Amanda me dijo fue tan inesperado que ni siquiera quise creerlo. Cuando llegué a la fábrica, el guardia de seguridad inmediatamente me entregó la carta correspondiente.

"Estimada Sra. Christina Asmus.

La dirección de esta empresa, conforme con lo establecido en el art. 53.1 del Estatuto de los Trabajadores, le comunica la extinción de la relación laboral que nos vincula por las causas de cierre de la empresa y cese de actividades productivas. En virtud de lo expuesto, solicitо que se sirva autorizar la extinción de los contratos de trabajo de la totalidad de la plantilla, que se encuentran previstas en el art. 51.1 ET.

Cumpliendo con lo establecido en el art. 53 del Estatuto, se le indemnizará con veinte días de salario por año trabajado.

Los efectos del despido tendrán lugar desde el día 31.

Atentamente, George Wehler."

Leí esta carta varias veces, pero todavía no podía entender por qué Wehler decidió cerrar nuestra fábrica. Por supuesto Wehler pensaba en jubilarse y sus hijos no tenían ganas de seguir con el negocio, aunque no podíamos presumir de excelentes resultados, pero la fábrica generaba ingresos estables todos los meses. Estaba segura de que podía solucionar el tema del cierre proponiéndole una nueva idea para un salón, así que lo primero que hice fue ir a su oficina. Pero, como era de esperar, Wehler no estaba allí. Su secretaria, secándose las lágrimas con una servilleta, dijo que hacía tres semanas que no aparecía en la fábrica.




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