«íí«
Después de esa pequeña discusión, no ha vuelto a hacerlo.
¿Quién en su sano juicio le da una moto a un menor de edad? No comprendo lo que pasa por la mente de los mayores. Ni mucho menos, por la de Keiran. Volví a enfrascarme en mis estudios por los exámenes finales y los de los de la universidad. Falta poco para que Decker se vaya al exterior a estudiar.
Suspiro y miro los libros que compré sobre administración de empresas.
No pensé que iba a estudiar algo que me aburre. La vida universitaria la imaginé de otra manera. Debo sacar buenas notas y mantener mi imagen. Es decir, no debe haber ningún problema.
—Si es tan aburrido, deberías dejar de estudiar eso.
¿Qué cosa?
Elevo la mirada, encontrando a Keiran con su uniforme de secundaria. ¿Qué hace aquí? ¿Y cómo supo que estaba en este sitio?
—Es la primera vez que te acercas a mí por voluntad propia.
—No te odio —recalca con su expresión neutral—. Vine porque el abuelo dijo que te llevara conmigo a su casa.
¿El abuelo Carson?
Sé que significa ir a la casa de los más viejos. Decker no le gustaba ir. Todo se debe a su abuela paterna. Una mujer muy seria con la mente cerrada.
—¿Viniste con tu moto?
Él arque una ceja, pero luego sonríe de lado.
—¿Y así fuera?
—No iré si has venido en eso —contesto seria—. No estoy a favor que andes en una moto a tu edad.
Lanza una pequeña risa tan jovial y suave.
Es la primera vez que lo veo reírse de este modo tan fresco. Se parece un poco a Decker, pero en versión rebelde. No puedo evitar sonreír. Al menos ahora puedo ver esta expresión bonita de este chico.
Al darse cuenta de mi sonrisa, deja de reírse.
—Vine en el carro con chofer que me dio el abuelo —informa con un carraspeo—. ¿Contenta?
—Sí —respondo, levantándome y recogiendo mis libros. Echo un vistazo a Keiran, apreciando que ha crecido más. Ya traspasa mi altura. ¿Por qué siempre crece cuando no lo veo por un tiempo?—. Te ves más atractivo si te ríes.
—¿Qué?
Palmeo su hombro.
—Vamos. No hay que esperar al abuelo Benjamín.
«♥▬♥«
Mandé un mensaje a Decker diciendo que iré hacia la casa de sus abuelos. Enseguida contestó que estaría en media hora allá. Al parecer no le gustó que viniera aquí. A medida que camino, tropiezo con una pared que no es nada menos que Keiran, el cual, voltea a verme.
¿Qué es ahora?
—No tomes en serio lo que digan los viejos —declara—. A veces, dicen idioteces por su edad.
¿Qué cosa?
No evito reírme por su ocurrencia.
—Si te escuchan, se molestarían.
—No importa eso —contesta con tranquilidad—. A estas alturas, no me interesa lo que digan los demás de mí.
Es bueno escucharlo decir eso.
Sin darme cuenta, friego su cabeza. Cada vez crece más y está cambiando. Dentro de unos años, será mayor de edad y podrá montar esa odiosa moto que tiene. Aparte, se volverá más atractivo. Espero que no se vuelva mujeriego.
—Buen chico.
—Deja de hacer eso —declara, sujetando mi muñeca—. Odio que me trates igual que un niño. Solo soy menor por dos años.
—Igual te veo como un niño.
Ambos nos miramos. Él con seriedad y yo sonriendo.
Quiero seguir molestándolo, pero unos aplausos, llaman nuestra atención. Ambos volteamos a ver, encontrando a la abuela de los hermanos. Hace años que no la veía. Esta vez, tiene más canas. Su ropa elegante sigue intacta y el aspecto gélido no han cambiado en nada.
Su mirada oscura se clava en la mía.
—No pensé que la futura señora Carson, estuviera jugando con el bastardo de la familia.
¿Qué dijo?
Me tenso, mientras Keiran suelta mi muñeca.
—Buenas noches, señora Emily. —Saluda Keiran con tranquilidad—. Es un gusto de verla de nuevo.
Ella sonríe con fastidio.
—Puedes quedarte aquí. La reunión será solo familiar.
Este es el peso que debe llevar Keiran por tener la mitad de la sangre Carson. Abro mis labios para objetar algo, pero él se aleja cuanto antes, ignorando las palabras despreciables.
—Señora Emily.
—Sígueme.
Quiero argumentar algo, pero me trago lo que deseo y acato a sus palabras. Sigo detrás de ella, hasta un cuarto. Hace años que no estoy aquí. No recuerdo bien los pasillos. La puerta se abre, viéndose todo lo de adentro. Sus paredes son de melón pastel y hay varios cuadros de artes guindados de manera airosa.
Pensé encontrar al abuelo Carson, pero no está.
—Siéntate —ordena con autoridad—. Tengo que decirte algo.