Cásate Conmigo

CAPÍTULO 5

«íí«

Me lleva hasta el jardín de la mansión, el cual, tiene una piscina llena de peces Kois. Están grandes y se ven elegantes nadando. El abuelo de Decker, le encanta estas clases de cosas. Hace que me siente en unas enormes piedras que están enfrente de los pececillos. Es de tarde y el sol está ocultándose. El panorama del atardecer es hermoso a la vista que relaja las emociones que tengo en mi pecho.

—¿Qué te dijo mi abuela?

—Te irás con la hija de uno de los accionistas —respondo con tranquilidad. Aunque, por dentro soy mar de ansiedad—. No me has dicho eso.

—Lo abrevié para no preocuparte.

No me lo dijo para no preocuparme.

No digo nada ante su respuesta. No era lo que quería escuchar. Tomo un respiro profundo y volteo a mirarlo, encontrándolo con una expresión llena de pánico.

—Lo hice mal, ¿verdad?

—Así es.

—Lo siento, Anti —contesta apenado—. No pensé muy a fondo. He estado ocupado con los estudios y esas cosas.

Lo sé. Hasta yo he estado así.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Adelante.

Tomo un respiro y miro hacia los peces Kois.

—¿Piensas que me queda bien la carrera de administración de empresas? —cuestiono, volviendo a mirarlo. Tiene una expresión confundida—. Tengo curiosidad por tu respuesta.

—Eso….. —Su mirada se vuelve pensativa—. Eres inteligente y sabes manejar las situaciones. —Sonríe—. Te queda bien esa carrera, Anti.

Oh, ¿me queda bien esa carrera?

A Decker nunca le han gustado los dulces. Por eso, no le interesan los postres o me acompaña a mis pastelerías favoritas. Es rara vez que vamos ahí. ¿Debo habituarme a él?

Siento que estoy flotando en una burbuja.

Antes no sentía este peso en mi pecho, ahora lo tengo el doble y siento que cada vez, acumularé más en mi ser.

—Debiste decirme la verdad —hablo, ignorando su respuesta—. Siempre debemos decirnos todo lo que pasa en la relación. Así, podremos tener una bonita vida matrimonial más adelante.

Él sonríe más grande.

—No me arrepiento que seas mi prometida, Anti. —Se acerca a mí y deposita un beso en sus labios—. Dentro de una semana, cumpliré la mayoría de edad. Quiero estar a tu lado ese día.

Sonrío leve.

—Me parece bien.

—De nuevo, lo lamento, Anti. No volverá a pasar.

Nos abrazamos con calidez, junto a un atardecer y una piscina de peces Kois. Quiero decir otras cosas más, pero evito hacerlo. No nos veremos dentro de unos años. Ambos estaremos preparados para nuestros puestos.

«♥▬♥«

Nos reunimos todos en la mesa.

Esta vez se nos une el señor Benjamín, el cual, tiene una expresión amistosa en el rostro. Es diferente a su esposa. No entiendo cómo pudieron casarse. Es posible que haya sido un matrimonio arreglado, igual que el de Decker y el mío.

Aunque no lo considero así.

—Es bonito ver a mis dos nietos comiendo en familia —habla el señor Benjamín entre una risa. Keiran está sentado a mi lado derecho, mientras que Decker, en el izquierdo—. Sobre todo, si ha venido la prometida de uno de ellos.

Sonrío.

—Es un gusto de volverlo a ver, señor Benjamín.

—El gusto es mío, niña —responde—. Tienes parecido un poco con tu abuela. Tu abuelo estaba loco de amor por ella. Siempre empezaba a contar las cosas de pareja.

—¿En serio?

—Tu abuela amaba prepararle postres —indica sonriendo—. A él no le gustaba, pero fingía que les gustaban. Con tal de verla sonreír. Eran una bonita pareja.

Lo sé. Papá siempre decía eso.

—Es bueno hacer lo que uno le apasiona —espeta Keiran, comiendo un pedazo de pollo. Me tenso—. La vida es corta para estar metido en algo que no aporta felicidad.

¿Qué cosa?

Tanto Decker y yo lo miramos sorprendidos por su respuesta adulta y madura. No esperaba escuchar eso viniendo de este niño rebelde.

—¡Es una buena respuesta! —exclama el abuelo feliz—. No pensé que pensabas así, muchacho.

Ni yo.

—Solo he aprendido viendo a personas cercanas a mí —responde, limpiando su boca con una servilleta. Mueve el plato del pudín de manzana a mí. Lo miro desconcertada—. ¿No te gusta? Pensé que amabas el dulce.

¿Está haciendo una indirecta?

—Gracias, pero ese es tuyo.

Sonríe de lado.

—No me importaría darte el mío, Antia.

Son contadas las veces que he escuchado mi nombre de su persona. No evito sonreír. Devuelvo su plato y río suave. No pensé ver esta clase de comportamientos directo de él.

—Come, niño.

Su sonrisa sardónica desaparece de su rostro.




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