«íí«
Quiero huir cuanto antes.
Le dije que se controlara. Iba bien, pero se desvió mal. Muerdo mi mejilla interna, queriendo darle un golpe en la cabeza para dejarlo soñado y llevarlo lejos de aquí; sin embargo, mis ganas son interrumpidas con el sonido de tos del señor Oliver, su padre, el cual, también está incómodo por el espectáculo que ha hecho su hijo.
—Es cierto lo que dice mi padre. Te pareces mucho a él de bromista —habla el señor Oliver sonriendo tenso—. Tienes un sentido de humor único.
—Solo digo la verdad, padre —asevera Keiran dejando de sonreír. Bebo un poco de vino y mira sin expresión a la señorita Mia—. ¿Le gusta cocinar?
Ella sonríe nerviosa.
—No soy experta en ese plano, pero…
—¿Estaría dispuesta a cuidar de enfermos?
—¿Perdón?
—¿Contestaría llamadas a la madrugada de un ebrio?
Ambos se miran en silencio.
¿Por qué está haciendo estas preguntas?
—Sería grosero que un ebrio llamara a esa hora —contesta la señorita Mia seria. Parece que le ha molestado las preguntas—. ¿Otra pregunta más, joven Carson?
Él limpia su boca con una servilleta y se levanta de la nada.
—Entonces, ya terminamos la cita de compromiso familiar —responde—. Ni usted, ni yo, queremos lo mismo. —Sus ojos oscuros apunta a la señora Emily, la cual, está con una expresión molesta—. Ahora ya sabe cuáles son mis estándares, abuela. —Su mirada se va a mí—. Vámonos.
—¿Qué?
Él se dirige hasta mí y sujeta de mi muñeca, haciendo que me levantara de la mesa. Ese gesto hace que todos nos miraran con desaprobación y sorpresa.
—¿Qué haces con la prometida de tu hermano? —pregunta su abuela—. Suéltala. Puedes retirarte, pero ella se quedará aquí.
—Ella se irá conmigo, abuela.
Oh, Dios mío.
—Kei, hazle caso a tu abuela.
Resopla y me mira sonriendo tierno que un mal augurio sube por mi espalda.
—Tenemos una reunión entretenida después de esta cena —declara—. No perdamos tiempo en un lugar que no tiene caso, Antia.
Con esas palabras, me lleva de ahí, dejando atrás problemas que pesarán más adelante. Sabía que iba a ocurrir algo, pero tenía la mínima esperanza que no. Con la personalidad de Keiran, todo se puede esperar. Medio que salimos de la mansión Carson, suelto su agarre y lo pateo en la pantorrilla haciendo que gimiera de dolor.
—¡¿Acaso te volviste loco?! —exclamo molesta—. ¡¡Armaste un problema!! ¡¡Por eso te digo que eres un niño!!
Él mueve su pierna adolorido.
—¿Pensaste que iba a quedarme quieto?
—¡¡Al menos debiste aguantar un poco más!!
—¡¡No me casaré por obligación!! —profiere, mirándome serio y adolorido—. No dejaré que me utilicen de esa forma.
Oh, cielos.
Tomo un respiro hondo y friego mi frente.
—Creaste un problema —indico extenuada—. ¿Sabes que se cargarán conmigo? Desde ahora, estaré en la mira de tu familia.
Keiran comprime la mandíbula.
—Te protegeré de ellos.
¿Qué dice este chico?
—¿Protegerme? ¿Piensas que soy una damisela en peligro? —cuestiono con una sonrisa débil—. Volveré con ellos.
Sujeta mi muñeca enseguida.
—No.
—Suéltame, Keiran.
—¿Por qué te empeñas en estar en un lugar donde no te sientes tú misma? —pregunta con una expresión extraña—. ¿Lo haces por mi hermano?
La brisa nocturna corre por mi cuerpo, helándome por completo.
Su pregunta me ha dejado sin saber qué mismo decir. De cierta manera, desde que me enteré que el compromiso de Decker, era por ese trato entre nuestros abuelos, todo se volvió pesado.
Tuve que adaptarme a todo lo que decían los Carson.
Hasta cambié de carrera universitaria para prepararme a ser la señora del ceo. Ni que hablar de las directas de esa mujer que quiere a Decker y lo solitario que es la relación a distancia. Solo me distraía el curso de repostería que tomé por Keiran.
—Yo…
—Lo siento —habla Keiran, abrazándome—. No quise decir eso. Olvida lo que dije, Antia.
Permanezco de pie y con una sonrisa tenue en mis labios.
—Tú eres un idiota.
—Lo soy.
—Quiero golpearte.
—Dejaré que lo hagas —contesta—. Haré lo que dices, pero no pongas esa expresión en tu rostro.
¿Expresión?
Este chico parece un cachorro que ha hecho algo malo.
De hecho, sí lo hizo. No pensé que se iba a disculpar de esta manera al verme triste. Palmeo su espalda y busco su mirada oscura. Sí, es igual a un cachorro.