Cásate Conmigo- Los Carson

CAPÍTULO 18

KEIRAN

«íí«

Medio que llego a la mansión de mi abuelo paterno, encuentro al doctor de la familia. Apresuro mis pasos hasta donde está la persona que me recogió, encontrándolo sentado en su sillón preferido. Tiene apoyada una de sus manos en su cara, señal que ha pasado algo.

Toco la puerta que está abierta, llamando su atención.

—Hola, muchacho.

—¿Pasó algo, abuelo? —pregunto, acercándome a él. Lo escudriño, buscando algún indicio malo en él—. ¿Has tomado tus pastillas para la presión? ¿Tu nivel de glucosa? ¿Te desmayaste? ¿Te duele algo?

Él ríe fuerte.

—No pensé que te preocuparas por mí.

—Sé cómo soy, pero no llego al extremo de no preocuparme por la persona que me salvó —comento con sinceridad—. ¿Y bien? ¿Por qué el doctor de la familia está aquí?

Él sonríe cansado.

—Eres igual a mí de joven.

—Eso lo has dicho muchas veces, abuelo.

—Es una cualidad buena cuando se trata de conocer a uno de mis nietos —comenta sin quitar esa sonrisa enigmática—. Seré claro y preciso. Sé que estás enamorado de Antia, muchacho.

Me tenso y lo miro desconcertado.

—Aparte de tus males, parece que ha afectado a tu mente, abuelo.

Ríe de nuevo.

—Deja de actuar y solo di la verdad —declara sonriendo—. ¿Piensas que no me he dado cuenta como la ves? No soy el único que se ha percatado. Todos lo han hecho, menos la implicada principal.

No sabía que iba a declarar esto abiertamente.

Me siento igual que un niño que han encontrado en los juegos de las escondidas. Tomo un respiro y paso una mano por mi cabello para luego ir hacia su mini bar que no ha estado utilizando desde hace tiempo y me sirvo un pequeño vaso de whisky escoses con hielo.

—Antia siempre ha sido ciega en ciertas cosas —declaro, bebiendo un poco de ese licor fuerte—. ¿Tan evidente he sido?

—Tus actitudes siempre han sido claras desde el principio —cuenta con una tranquilidad y sin dejar de sonreír. Pensé que se iba a molestar—. ¿Cuáles son tus planes con tus sentimientos?

Mis planes con mis sentimientos.

Sonrío de lado y bebo otro poco de licor.

—¿No te molesta que puedo quitarle la prometida a tu nieto mayor? —cuestiono—. Mi hermano no la merece.

Sí. Mi hermano no sabe lo que tiene a su lado.

Odio el hecho de verla triste cada vez que se despide de él o tiene problemas absurdos de pareja que no cuenta a nadie. Detesto que, en ese rostro lindo, haya una expresión de soledad. Antia es un bello pájaro que puede volar donde sea. Ser ella misma y feliz.

Esta y su familia la tienen encerrada.

Cada vez que quiere volar, cortan sus alas, apresándola.

Esa relación tonta de infancia, no es nada más que una costumbre tóxica que la confunde con amor. He visto eso en mi madre. Si tan solo ella fuera mía…..

Si tan solo, yo fuera su prometido en vez que mi tonto medio hermano.

—No me meteré si deciden cambiar de prometido.

Me tenso.

—¿Bromeas?

—No bromeo —comenta sonriendo—. Antia es una excelente muchacha. La considero como mi nieta. Sé que tengo una promesa con su abuelo con el compromiso matrimonial, pero si ella decide dejarlo, no me meteré.

No pensé que iba a darme esta respuesta.

—No pensé escuchar eso de la cabeza de familia.

—Solo he sido sincero, muchacho.

Bebo el último trago de licor.

—He esperado muchas veces una oportunidad de tenerla, pero no me he atrevido a hacerlo —confieso—. Ella no siente lo mismo que yo. Solo me ve como un hermano menor.

—¿Puedo tomar que el hecho de tu amor no correspondido es una razón de tu rechazo a las citas matrimoniales? —pregunta—. Siempre has rechazado a chicas de buenas familias.

Lanzo una risa desganada.

—¿Piensas que soy un objeto, abuelo?

—No, pero debes asentar cabeza.

—No me pongas traje de pingüino con una mujer sensual en el altar, porque de imaginarlo, me causa náuseas.

Ríe de nuevo.

—Has puesto un ejemplo gracioso.

—No me casaré con una desconocida —repito lo mismo de siempre—. Si vuelven a lanzarme carpetas de chicas, las lanzaré a la basura.

—Entonces, podemos hacer algo.

Arqueo una ceja.

—¿Qué significa eso?

—Pongamos a prueba el amor que tienen ellos —indica sonriendo—. Si ambos se aman de verdad, no podrás meterte en nada. Solo lo verás casándose a lo lejos.

Resoplo.

—No te preocupes en eso, lo haré.

—Pero si llegara haber una fractura en su relación, puedes actuar. Claro, sin utilizar métodos sucios —dice sonriendo—. No me meteré si te casas con Antia.




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