Casi Ángeles|| Saga Casi Ángeles

Capítulo uno.

Beep, beep , beep.

Ese sonido molesto, incesante aún le producen molestia, aunque claro, ¿a quién no? Su rutina había comenzado desde hace unos días: levantarse, cambiarse, ir al baño, acomodarse tomar las cosas para la universidad y luego irse.

Y eso no iba a cambiar hoy.

Luego de ya estar preparada, tomó el collar con forma de llave y se marchó. En el trayecto a la universidad, pensó un momento en su vida y en ella.

“Me llamo Alaska Draíocht Láidir, aunque prefiero que me digan Ketian, tengo diecinueve años, nací el 15 de Marzo del 2002. Mi padre y madre murieron en un accidente el año pasado, quedé en coma porque iba con ellos, soy hija única. Mis tíos me han enviado hasta aquí.”

Esa iba a ser su frase de presentación; si es que alguien me la pide, pensó.

Entró en su primera clase del día: Mitos y Leyendas. Se sentía nerviosa, lugar nuevo, personas nuevas, todo era extraño, no se sentía bien. Cálmate, no pierdas la calma, no lo arruines. Se repitió. Ya sabía las consecuencias de no estar calmada.

En el momento que entró al aula, lo sintió; un ser igual que ella, le echó una mirada a todos adentro, y su vista cayó en una chica de cabello grisáceo y con trenzas. No supo cuánto tiempo se le quedó viendo, hasta que un empujón la sacó de los pensamientos que se le cruzaban.

—Lo siento, no te vi— una voz gruesa se disculpó, se dio vuelta y vio a un chico pelirrojo y de su misma altura.

—Perdón, yo… estaba distraída— quizás es amable, haz un amigo—. Soy Alaska —estiró su mano.

El pelirrojo estrechó su mano, sonriendo —Soy Sebastián, un gusto Alaska, ¿te sientas conmigo?

Asintió. Y se dirigieron hasta la tercera fila del salón.

—Como sabrán, en el mundo existe una gran diversidad de mitologías, desde la Greco-romana, egipcia, sudamericana y muchas más— habló un hombre entrando al salón—, nosotros empezaremos por la popular.

El hombre que entró, no debía tener más de cuarenta y tantos años, tenía cabello negro con algunas canas, y un físico estable.

—Soy el profesor John Withman, y seré su profesor hasta que se marchen de la universidad. Ahora, decidme alguna “criatura” que se les venga a la mente— hizo comillas con los dedos en la palabra criatura. Nadie levantó la mano, lo que decepcionó un poco a Withman—. Oh, me dirán que jamás escucharon de alguna criatura— nadie habló—, bueno, he de asumir que no vieron televisión ni jugaron de pequeños— todos rieron ante el tono chillón del profesor —. Bien, he de elegir yo— Señaló a varios con el dedo—, de tín martín de don pingüe— el dedo cayó en Alaska—, bien señorita, dígame su nombre y lo primero que se le venga a la mente, vamos, no sea tímida.

Alaska estaba por los techos de pánico, se repitió el mantra y después de quince segundos, habló:

—Soy Alaska— presentó—, ¿Qué hay de… los hombres lobo? — cuestionó.

El profesor, tan animado, sonrió de oreja a oreja, como si le hubiese dado gusto que preguntara por ellos.

—Creo que es una excelente pregunta— se sacó los lentes y se apoyó en el escritorio—. Creo que varios de ustedes han visto Teen Wolf, por lo que sabrán algo de ellos, y que va, los actores son bellos— varios alumnos rieron—. Volviendo a su pregunta, sí empecemos por los hombres lobo.

《— Verán los hombres lobo han existido desde tiempos inmemoriales (según los mitos y historias)…

Si bien el relato del profesor era interesante, más interesante para Alaska era saber quién era la chica de trenzas grisáceas, que ya empezaba a sentir comezón en la nuca, signo de que la miraban fijamente. Se volteó rápido, negándole tiempo a Alaska de cambiar de vista.

Avergonzada, sintió sus mejillas calientes; signo de que estaban rojas. La misteriosa chica (como ella decidió llamarle); la seguía viendo. Su mirada era curiosa, pero dura, tenía los ojos cafés. Alaska desvió la mirada, aún avergonzada por ser descubierta, y siguió prestando atención a la clase del profesor Withman y su relato de los hombres lobo.

[***]

Para el final de la clase, pudo calmarse y actuar como si nada hubiera ocurrido. Sintió la mirada de la chica misteriosa durante un rato, pero después nada.

Sebastián, que se quedó con ella en todo momento de la clase, la notó algo tensa al último minuto:

—¿Está todo bien? — preguntó el pelirrojo, distrayendo a Alaska de cualquier pensamiento.

—¿Eh? Ah, sí. Todo bien— asintió varias veces confirmando su respuesta— Sólo que… ¿Quién era la chica de cabello grisáceo? La de trenzas— aclaró al ver la confusión en la cara de su nuevo amigo. El pelirrojo lo pensó un rato, buscando las imágenes en su mente.

—Esa chica es Alba Brooks, iba conmigo el año pasado a la preparatoria— dijo.

Con que así se llama, Alba.

Alaska sintió aún más curiosidad al saber que Sebastián sabía quién era y que podía darle detalles de la tal Alba.

—¿Sí?¿Qué más sabes de ella? — preguntó dudosa— Es que me suena familiar —mintió, pero sintió que debió cubrirse para que Sebastián no pensara nada extraño.

No muy convencido, él contestó.

—Pues, sé que tiene un par de hermanos más, tiene buenas notas, un humor que depende del día, es como la fuck girl pero no tanto, tiene una terrible enemistad con Carlie Kills, y que le gustan las motos— habló.

No era mucha información importante, pero con saber que había más como “ellas” la ponía feliz, extraño, pero sí. Para ella, era más que suficiente.

—¿De casualidad sabes, dónde vive?

—No, creo que no.

Se desilusionó, pero bueno, mejor utilizar el método antiguo: La seguiría.



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En el texto hay: angel caido, magia, sobrenatural

Editado: 25.03.2021

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