Rouz caminaba por el pasillo del edificio con pasos rápidos, sus pasos resonando sobre el suelo de madera pulida. Una preocupación sutil marcaba su rostro. Abrió la puerta del estudio de Nick con decisión... y se quedó congelada.
La escena ante ella parecía salida de una película cómica: Nick estaba en el suelo, con un pequeño gato blanco de ojos azules forcejeando entre sus brazos, mientras a su alrededor reinaba el caos. El sofá mostraba arañazos recientes, cables colgaban mordidos y una taza de café se había estrellado en el piso, dejando una mancha oscura y vidrios esparcidos.
—Esto... no es lo que me esperaba— murmuró Rouz, con una sorprendida pero también con una sonrisa divertida en los labios —¡Esto es adorable!
Se acercó, se agachó a su lado y sus ojos se iluminaron al mirar al gatito.
—Solo quería darle de comer…— murmuró Nick, cansado y frustrado.
—Hola, amiguito… ¿Tienes hambre?— preguntó Rouz con dulzura, centrando toda su atención en el felino.
Nick la miró, sintiéndose ignorado.
—Oye, ¿vas a ayudarme o solo te vas a quedar mirando al gato?— dijo con una mezcla de molestia y resignación, aunque una sonrisa se le escapó al verla tan encantada.
—Bueno, pero primero dámelo— dijo ella, extendiendo los brazos.
—Como sea. De todos modos, no me gusta tener encima a quien arruinó mi hermosa carita— respondió él con dramatismo, acariciándose una mejilla donde se notaba una tirita.
—Ajá... seguro necesitas ahora una cirugía urgente— bromeó ella, soltando una risita suave.
El gatito se acurrucó contra el pecho de Rouz, ronroneando satisfecho. Ella lo acariciaba con ternura, como si hubiera encontrado un pequeño tesoro.
—Creo que le agradas más tú que yo— dijo Nick desde el suelo y con una sonrisa suave.
—Tengo mis encantos— respondió ella con una sonrisa traviesa.
Nick se levantó despacio, sacudiendo su ropa mientras miraba con pesar el desastre en la habitación.
—Mi reputación como adulto responsable acaba de morir.
—¿Tenías una?— preguntó ella, sarcástica.
Nick la miró, fingiendo estar herido, y luego rió.
—Oye, te recuerdo que soy mayor que tú. Y muy maduro.
—Claro, tan maduro como el gatito mordiendo cables eléctricos— señaló ella.
—¿Y qué se suponía que hiciera? Tiene esos ojitos… esos malditos ojitos...
Ambos miraron al gatito, que los observaba con inocencia.
—Te entiendo— dijo Rouz, apretándolo suavemente contra su pecho —Yo también caí.
Sus miradas se encontraron. El tiempo pareció detenerse en ese instante, solo interrumpido por el ronroneo tranquilo del gatito.
—¿Cómo se llama?— preguntó Rouz, bajando la vista al pequeño.
Nick se rascó la nuca.
—No lo sé. Pensaba llamarlo "Desastre"... pero suena cruel.
—¿Y si lo llamamos Blue?— dijo ella, rozando la naricita del gato —Por sus ojitos.
Nick la miró, como si la viera por primera vez.
—Blue... me gusta.
Se alejó para recoger los vidrios rotos, mientras Rouz caminaba hacia la cocina. Pero apenas dio un paso sobre una mancha de café...
—¡Ah!— gritó.
Resbaló hacia atrás, y Nick, al escucharla, giró en un impulso. Logró atraparla... pero el impulso los llevó a ambos al suelo. Él cayó sobre ella, apoyando sus brazos a ambos lados de su cabeza. Sus rostros quedaron a centímetros de distancia, respirando el mismo aire.
—¿Estás bien...?— susurró Nick, sin aliento.
—Creo que sí…— murmuró ella
Y cuando ambos se dieron cuenta de la poca distancia entre los dos sus mejillas se sonrojaron.
En ese instante, el gatito saltó encima de la cabeza de Nick, haciéndolo soltar un quejido y arruinando el momento. Ambos estallaron en una carcajada.
Nick se levantó y ayudó a Rouz a incorporarse. Pero justo cuando iba a decir algo...
TOC TOC TOC
Unos golpes secos sonaron en la puerta del estudio.
Nick frunció el ceño.
—¿Quién podría ser…?— pregunto ella
—¿Nadie sabe que estoy aquí...— Susurró él
El gatito bufó y corrió a esconderse bajo el sofá. La puerta volvió a sonar.
TOC TOC TOC
—¡Nick! ¡Tenemos que hablar… ahora!— gritó una voz desde afuera.