Caso ExÁnime

CAPITULO UNO

FISCALÍA FEDERAL NACIONAL
Guadalajara, época actual.

Los pasillos se sentían más estrechos de lo habitual, con la luz blanca de algunos fluorescentes brillando fría y estaticamente, mientras otros parecen parpadear ante el paso de la agente Agatha Castillo, quién caminaba entre los cubículos, intentando adivinar la razón por la que su jefe la había mandado llamar con tal urgencia.

En cada paso que daba, podía sentir las miradas fugaces de algunos de sus compañeros que la observaban desde sus escritorios, hundidos entre colinas de expedientes, teléfonos insistentes y pantallas de computadora que iluminaban sus rostros serios.

El aire estaba cargado de murmullos y del sonido de los suaves tecleos, que le recordaban los informes que nunca cesaban y que la estarían esperando, pacientes y aburridos, para cuando ella volviera a su cubículo a reanudar sus actividades diarias.
Sin embargo, primero tenía que llegar con su jefe de unidad, al que poco le faltó gritarle a través de la bocina del teléfono.

A medida que avanzaba, notaba pequeños detalles que normalmente habría pasado por alto, cualquier otro día. Algunos tramos de los muros evidenciaban la urgente mano de obra del personal de mantenimiento, o la escasez forzada de presupuesto. Carpetas desgastadas, que iban quedando bajo otras carpetas más recientes. Casos sin resolver por falta de pruebas o de voluntad. El sonido de sus tacones, le recordaban que sus pies le pasarían factura en las siguientes horas, o en los siguientes años. Las manchas de café en algunos escritorios, que en cualquier momento marcarían de por vida el expediente de homicidio doloso de esa pobre víctima, que quedará atrasado su caso hasta que se reimprima su expediente inmaculado.

Doblando a la izquierda, a veinte pasos de la jefatura de unidad, la leyenda de un cartel motivacional torcido y apunto de desprenderse, rezaba:

"EL RESPETO COMO GARANTÍA DE JUSTICIA, Inscribite al congreso virtual de Derechos Humanos, este 15 de marzo de 2022".

—No jodan. ¿Aún no quitan ese cartél? —pensó Agatha, mientras revisaba si los botones superiores de su blusa color salmón, no se habían desabotonado.

El ambiente en la D.I.C solía ser tenso, pero hoy, la agente percibía una inquietud que no podía ignorar.
Al llegar al final del pasillo quedó de frente a la oficina de su jefe, el Comandante de la División de Investigación Criminal de la FFN Alfonso Vargas, Agatha detuvo su marcha y respiró profundo en más de una ocasión. El letrero metálico junto a la puerta parecía brillar, recordándole la formalidad del encuentro que estaba por tener.

Alzó la mano y, con firmeza, tocó la puerta.

Del otro lado, el silencio se extendió durante unos segundos que a Agatha le parecieron interminables. Luego, la voz grave de Alfonso Vargas resonó con la misma autoridad que siempre imponía, pero esta vez con un tinte de urgencia:

—Pase.

Agatha giró el pomo y entró en la oficina. La luz dentro era tenue en comparación con los fluorescentes de afuera, apenas filtrada por las persianas entreabiertas. Vargas estaba detrás de su escritorio, rodeado de montones de carpetas que parecían rivalizar con las de los cubículos, aunque con un aire más pesado, más decisivo. El Comandante apenas levantó la mirada de un documento mientras ella entraba.

—Siéntate, Castillo —dijo sin preámbulo, señalando la silla frente a él.

Agatha obedeció, sintiendo una leve incomodidad al dejarse caer en el asiento de cuero que crujió bajo su peso. Frente a ella, las expresiones tensas de Vargas eran como un libro que ella ya conocía bien: su mandíbula apretada y las venas apenas visibles en sus sienes indicaban que lo que estaba por decir no sería cualquier cosa.

Finalmente, el hombre dejó el documento sobre la mesa y se reclinó hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Soy consciente de que no tienes idea del por qué te mandé llamar —dijo con ese tono calculador que utilizaba cuando quería medir las reacciones. —Pero, para eso te hice venir, para explicarte el caso detalladamente, pues esta a un pelo de volverse mediático. Y eso, como bien sabes...

—Se volverá un dolor de cabeza, lo sé —respondió Agatha, completando la frase.

Vargas asintió lentamente, sin apartar la mirada de su monitor, como si buscara un dato en específico.

Por la cabeza de Agatha comenzaron a desfilar las notas y reportes que había leído y escuchado entre ayer y hoy:

Ejecución múltiple a las afueras de la Zona Metropolitana, donde cinco civiles fueron maniatados, torturados y encontrados con un impacto de arma de fuego a la altura de la sien, en lo profundo de un terreno abandonado."

«No. Esos casos... todos sabemos que esos se los quedan los de Crimen Organizado»

Dijo Agatha para si misma, pensando y pasando de inmediato a la siguiente nota en su cabeza:

La policía metropolitana investiga el secuestro de dos niños, presuntamente a manos de su padrastro, cuyo paradero es desconocido. La madre informó que no ha tenido noticias de sus hijos ni de su pareja desde que su exesposo amenazara de muerte al padrastro. Según la escuela, el padrastro fue quien recogió a los niños, pero nunca regresaron a casa con la madre. "

«Quizá se trate de este caso, pero según sé, estos casos no me los darían solo a mi, aún no. Quizá quiera que informe a José, pero algo me dice que ya lo debe tener en su escritorio.»

Terminó de meditar la joven agente, mientras ve, como su comandante ya no miraba el monitor, ahora la observa a ella, con exasperación.

—¿Escuchaste a caso algo de lo que te acabo de decir, Castillo?

Agatha no supo que responder, solo se limitó a negar con la cabeza y solicitar una disculpa por su falta de atención.
El Comandante Vargas, hizo un gesto de desaprobación, al tiempo que juzgaba negativamente con la mirada a la novata agente y procede a repetir indicaciones, mismas que Agatha ignoró por darle voz a sus pensamientos. Suspiró con desgano el jefe de unidad, antes de proseguir.




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