Castiel and Shaira.

Doce dones

El día llego, más de prisa de lo que había imaginado, pero ahí está, la luz entrando por mi ventana lo anuncia, tan resplandeciente como nunca, o es solo mi idea. Lo que, si tengo claro, es que no hay vuelta atrás, nací para esto, no tengo otra elección.

Me levanto recogiendo mi dorado cabello con una cinta blanca, haciendo un pequeño arreglo con el me muevo hacia espejo para ver mi reflejo, mis ojos azules hacen contactos con los de la chica del espejo e inmediatamente se apartan, como si tuvieran vergüenza de su extravagante color o si temiera de mi apariencia que notablemente era hermosa, sin embargo, para mí no significaba nada, no en este reino donde la belleza es algo común, pero no resaltante, donde lo que verdaderamente importa es la magia que usas o el Don que tienes.

Miro el reloj de arena, y me alarmó inmediatamente. Es tarde, pienso, y chasqueo mis dedos para vestirme de una manera rápida y eficaz, vuelvo a echarme un vistazo y estoy lista. Sonrió al verme, con ese vestido blanco alargado con detalles dorados era más una diosa que una princesa.

—Mis trucos están mejorando —me digo a mi misma sonriendo y dando una leve vuelta.

Aunque deberían mejorar aún más, ya que desde niña los he practicado por aburrimiento y debido a la falta de relaciones sociales por estar encerrada en este castillo toda mi infancia según mis tutores por seguridad, ya que la Reina del Lado oscuro de la Muerte, es decir, mi abuela podría tratar de raptarme para que escriba la historia nuevamente, una donde ella sea la dueña del Reino entero y no la bruja y eso no lo haría ni por mi vida, pues un ser tan perverso capaz de traicionar a su Reino y de matar a su propia hija para que no diera a luz, no puede ser otra cosa que la bruja de la historia.

Ahora debo dejar mi sinceridad aun lado y por consiguiente actuar como me han enseñado:

♥ Bajar la cabeza ante los demás.

♥ Mantener mi boca cerrada.

♥ Y confiar en mi corazón.

Tres retos, tres órdenes que me han atormentado estos años, nunca me he visto en vuelta con un grupo de personas discutiendo o simplemente compartiendo palabras, solo con mi institutriz la cual ha sido una madre para mí, la única que he conocido. Pero, cada vez que escribo una historia y la leo, sé que no soy el tipo de persona que me han enseñado, sé que soy algo más y pensar simplemente eso me asusta.

No sé cómo voy a enfrentarme al mundo allá afuera, pero lo que, si se es que no me daré por vencida tan fácilmente, voy a hacer que el sacrificio de mis padres valga la pena.

—Buenos y Mágicos Días —dice mi institutriz apareciendo enfrente de mí con un gran brillo a su alrededor como siempre lo hace.

Asiento, inclinándole reverente mente hacia ella. Me toca con la varita la parte posterior de mi cabeza y yo levanto la mirada con un poco de miedo.

—Muy acertada tu elección —dice agitando su varita repetidas veces—. Aunque, falta algo —agrega creando un circulo con ella y haciendo que en mis orejas aparecieran dos pequeñas gotas de diamante—. Ahora estas perfecta.

—Gracias —logro murmurar.

Niega con la cabeza.

—Es hora ¿Esta lista?

—Debo estarlo, nací para esto.

—No es a lo que me refiero —me mira preocupada—. Ya no solo serás tú, si no 11 elegidos los cuales también poseen un Don.

—Lo sé— interrumpo.

Cada elegido ha sido bendecido con un Don, el cual representa la Dádiva, regalo o presente (material o inmaterial), que el ser superior nos encomienda. Pero después de los sucesos solo uno de nosotros nace, con el Don natural como es en mi caso, por lo que soy la única que podría llegar a manejar el libro mágico, aun excluyendo a los demás dones.

—No, no lo sabes —replica—. Princesa, esta vez las cosas han cambiado los doce elegidos van a ser tratados por igual y cada uno debe manejarlos, pues de todos ustedes solo uno será el encargado de escribir nuestra historia y ambas sabemos que el Don natural ha nacido en ti pero debido a que nadie sabía de tu existencia, todas las reglas han cambiado y ahora es tu turno de avanzar, no puedes dejar que los demás elegidos te dejen atrás Shaira, porque si el libro mágico cae en manos donde el Don no sea natural la historia se borrara completamente y, en consecuencia, nosotros con ella.

Asimilo lo que estoy escuchando. No puede ser cierto. Si la única que puede escribir en el libro mágico es aquel o aquella que posea el Don natural de la escritura sagrada, es ilógico que los demás elegidos estén obligados a manejarlos, sabiendo que fracasaran.

—Es imposible para alguien manejar los doce Dones —protesto obviando mis pensamientos.

—No lo es, hubo una persona que los domino y ese es el motivo del porque quieren que el elegido que escriba nuestra historia los controle, para poder acabar con ella.

Mi abuela... Ella los posee.

—Entonces, ¿porque no solo le dices la verdad; es decir que sobreviví y que soy la única que nació con el Don natural? No es justo que los demás elegidos sean obligados a manejar doce dones que podrían causarle la muerte.

—¡No eso nunca! Lo que dices va contra las sagradas reglas, no podemos omitir el juicio pues tu solo lo posees, no lo controlas, tienes un 50% del Don y el resto lo obtendrás cuando pases la prueba, cuando puedas vivir y comprender la mente humana, eso lo sabes... Y, por otro lado, no te podemos exponer, si ella sabe que sobreviviste esa noche vendrá por ti; parte de estas reglas son para protegerte y para asegurar que al final, solo tu obtengas el libro mágico. Ninguno de los elegidos revelará sus dones, hasta el día que se anuncie al Ganador, solo hasta ese día sabremos quién escribirá nuestra historia y por el bien de nuestro mundo y el de los humanos, espero que seas tú.

—Y los demás elegidos ¿qué?, solo serán parte del espectáculo. Me parece repulsivo e indignante que ellos solo serán manipulados, puesto que cada uno conoce que, si no posee el Don natural, jamás podrá lograrlo —respondo con un poco de amargura en mi voz.




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