Castillo de ilusiones: algo parecido al amor

Capítulo 3

Varios días después de su llegada a Suffolk, lady Phillipa invitó a lady Warwick a dar un paseo a caballo. Al día siguiente los hombres irían de cacería y, dado que ellas no podían participar en esa actividad, resolvió ir al lago de la propiedad. Lady Charlotte, intuyendo que lord Strathmore no permitiría que su hermana anduviera por los bosques sin más compañía que ella, invitó a lady Amelie.

Acababan de llegar a los establos cuando lady Phillipa y su hermano aparecieron en el lugar, tal y como sospechó.

—Hace un día estupendo para un picnic, ¿no les parece? —comentó lady Phillipa con una brillante sonrisa.

Lady Amelie, aleccionada con anticipación por su amiga, no se mostró tan entusiasta.

—No se deje engañar, lady Phillipa, ni siquiera habremos encontrado un prado adecuado cuando la lluvia comience a caer sobre nosotros —señaló a las nubes grises que se asomaban en el horizonte.

—Tal vez deberíamos suspender el paseo —agregó lady Charlotte, esperanzada, demasiado.

Lord Strathmore y Kinghorne observó a la dama que eligió para ser su esposa con los ojos entrecerrados. El tono esperanzado con que sugirió cancelar el paseo le confirmó lo que ya sospechaba. Desde que la viera la tarde anterior durante la comida la notaba diferente. Seguía siendo torpe y un tanto atolondrada —como atestiguó el trozo de carne que cayó sobre el mantel cuando intentó cortarlo—, quizás más de lo normal, pero había algo más, estaba seguro. Le rehuía la mirada y evitaba estar en el mismo grupo que él. La noche anterior llegó al extremo de rechazar el asiento que le ofrecía y retirarse a descansar. Tal vez sí estaba cansada como manifestó, sin embargo, no lo creía del todo.

Él no era alguien que se anduviera por las ramas ni le gustaba perder el tiempo —bastante perdió ya al esperar una respuesta de parte de lord Warwick que podría ser negativa—. Usaría estas dos semanas para dejarle claro sus intenciones de desposarla, algo que probablemente debió hacer desde el principio, pero no lo creyó necesario. ¿Ya había hablado con el padre, para qué iba a hacer el tonto yendo a paseos y tardes de té?

La miró sin disimulo, atento a sus reacciones mientras su hermana se oponía rotundamente a privarse del paseo, por eso no se perdió la mirada de auxilio que le dedicó a lady Wilton ni el cambio en su respiración, sus pechos subían y bajaban al ritmo acelerado de esta. Tampoco dejó de notar la fuerza con que se aferraba a las faldas del vestido ni el rubor de sus mejillas debajo de los polvos blancos que usaba. Sin embargo, también comprobó lo rápido que dominó sus emociones. Sus manos enguantadas ya no apretaban las faldas del vestido, en cambio, se movían de un lado para otro para enfatizar lo que decía, sus ojos grises brillaban y su semblante expresaba las emociones que experimentaba, intuyó que el tema le apasionaba. Cuando hablaba no lo hacía solo con la boca, todo su cuerpo participaba, era muy expresiva, notó.

Los mozos sacaron los caballos y la charla entre las damas se vio interrumpida. Lord Strathmore se encargó de ayudar a lady Phillipa a subir a la montura, iba a hacerlo también con lady Warwick y lady Amelie, pero estas aceptaron el apoyo de los mozos de cuadra.

Salieron de la zona de los establos con destino al sendero que lord Henry les sugirió. El heredero de Suffolk tenía intención de unirse a la pequeña expedición, pero lord Grafton requirió su apoyo para tratar un tema. Así que el conde se vio custodiando él solo a tres damas.

Lady Charlotte cabalgaba erguida, la yegua rojiza que le asignaron era dócil y la conducía sin ninguna dificultad. No así la penetrante mirada de lord Strathmore, la cual sentía que le quemaba la espalda. Gracias al Señor iba al final de la comitiva y la montura de lady Amelie le brindaba la distancia que necesitaba, no obstante, era muy consciente de la presencia del lord. Intentó concentrarse en el paisaje, pero a su alrededor todo era igual, solo árboles enormes a la orilla del sendero. Esperaba que al menos el lago del que les habló lady Susan fuera tan hermoso como esta aseguraba; si lo era, la incomodidad que sentía no sería en vano.

Tenían un cuarto de hora deambulando por el bosque cuando el sendero comenzó a ampliarse y la vegetación se hizo menos densa.

—Parece que ya estamos cerca —comentó lady Phillipa, quien cabalgaba junto a ella.

—Maravilloso —exclamó con fingido entusiasmo, lo cierto que no le seducía para nada la idea de pasar un par de horas en compañía del conde.

—Espero que el lago sea tan hermoso como dijo lady Susan. —Lady Wilton dio voz a sus pensamientos anteriores.

—Si lo es, solo por eso habrá valido la pena venir hasta aquí —respondió lady Charlotte sin pensar.

Al escucharla, el conde adelantó su montura y se colocó junto a ella.

—¿Nuestra compañía no le parece motivo suficiente, milady? —cuestionó en voz baja, inclinado hacia ella.

A lady Warwick se le secó la garganta al percibir la cercanía del conde y escuchar el timbre insinuante con que formuló la pregunta. ¿Por qué tuvo que pensar en voz alta?

—Por-por su-puesto, milord. —Lady Charlotte odió haber tartamudeado.

—¿Me honrará entonces con un paseo por la orilla del lago? —repuso Kinghorne.

Lady Warwick deseó voltear hacia atrás en busca de la ayuda de lady Amelie, quiso girar su caballo y colocarse junto a ella, pero con lady Phillipa y lord Strathmore flanqueándola no podía hacerlo a menos que detuviera su montura.




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