Castillo de ilusiones: algo parecido al amor

Capítulo 4

Lord Strathmore condujo a la pequeña comitiva hacia la planta baja, de vuelta al salón donde antes disfrutaban de una agradable charla —los demás, no él—, con las notas del piano como fondo. Las damas cuchicheaban entre sí y no hacía falta ser muy perspicaz para intuir que el tema era el grito que escucharon minutos atrás y la manera abrupta en que cerró la puerta de la habitación de lady Amelie luego de que lady Suffolk y lady Bristol ingresaran. No había podido ver mucho antes de cerrar la puerta, pero con lo que vio le bastaba para hacerse una idea de lo ocurrido ahí dentro, solo esperaba que su futura esposa fuera solo una espectadora y no uno de los personajes principales en ese drama.

Al llegar al salón, instó a su hermana a continuar con su improvisado recital de piano. Pronto el bullicio de las conversaciones —amortiguado por las notas que las hábiles manos de lady Phillipa sacaba al instrumento—, llenó el salón y el incidente pasó a segundo plano para todos, excepto para él. Por ello, cuando lady Charlotte se unió a la tertulia rato después, no la perdió de vista. La dama aparentaba normalidad y se integró con rapidez a la charla sobre una ópera que sostenían lady Penélope, hermana del conde de Berkeley, y Charles Van Keppel, hijo del conde de Albemarle. Sin embargo, él pudo notar que su temple no era tal cuando lady Sophie —hermana de Charles—, preguntó sobre lo ocurrido hacía poco más de una hora en la segunda planta.

—Una alimaña —respondió ella con una sonrisa tensa, pero que los presentes interpretaron como de vergüenza—, estaba en la habitación de lady Wilton cuando entramos y nos dio un susto de muerte. Por fortuna controlamos la situación enseguida, aunque no antes de frenar mi extralimitada reacción. —Afirmó sin cambiar su expresión, sin embargo, sus ojos tenían una sombra de ira que contradecía su intento de restarle importancia al asunto.

—¡Señor misericordioso! ¿¡Cómo es posible!? ¿¡Están bien!? —exclamó lady Susan, hija de los condes de Suffolk y su anfitriona. Estaba de pie junto al piano charlando con lady Phillipa y el conde de Berkeley.

—Fue solo el mal rato, milady —aseguró lady Charlotte forzándose a esbozar una sonrisa

—Por favor, lady Charlotte, acepte mis disculpas por este enorme descuido —continuó con la voz un tanto temblorosa—. Iré a ver a lady Wilton y luego hablaré inmediatamente con los criados —expresó mientras se movía en dirección a la puerta.

—No se preocupe, milady. —Lady Charlotte la tomó con delicadeza del brazo—, lady Suffolk ya se encargó del asunto.

—Lo lamento tanto —recalcó la dama, su cara roja por lo bochornoso de la situación.

—Tranquila, querida, fue solo una tontería. —Lady Charlotte reforzó sus palabras de consuelo con un par de palmaditas en el brazo de lady Susan—. Vamos, sigamos disfrutando del maravilloso talento de lady Phillipa. —Instó al tiempo que la dirigía de vuelta al piano.

Kinghorne observó la conversación en silencio, sin creer ni por un segundo en la aparente calma de la dama Warwick. Él había visto lo suficiente antes de cerrar la puerta y sabía perfectamente quién, y no qué era la alimaña. No obstante, no acotó nada al tema, prefería esperar a hablar con lady Charlotte en otro momento.

La oportunidad llegó horas después, cuando bajaban al salón para reunirse antes de pasar al comedor a cenar y lady Charlotte entró a la estancia sin más compañía que la señorita Reed. Él esperaba de pie junto a la chimenea a que la doncella de lady Phillipa le avisara cuando esta estuviera lista para bajar; él mismo iría por ella y la escoltaría hasta el salón, tras lo visto esa misma tarde en la habitación de lady Wilton, sería un imbécil si confiaba la seguridad de su hermana a los anfitriones.

—Milady, confío en que ninguna alimaña apareció en su habitación en las últimas horas —comentó mientras se inclinaba en una reverencia que ella correspondió con algo de torpeza.

—Le agradezco su preocupación, milord, pero, como dije, lady Suffolk ya se encargó del asunto.

Strathmore asintió.

—Estoy seguro de que lord Grafton tomó las medidas necesarias al respecto —respondió él, destruyendo la farsa en un segundo—, sin embargo, sepa que estaré atento por si la alimaña intenta regresar.

Lady Charlotte parpadeó un par de veces, sorprendida por la seriedad de su tono, incluso sus orbes de color de las castañas se tornaron más oscuros. Peligro. La palabra retumbó en sus pensamientos. Un escalofrío le recorrió la espalda y reptó hacia sus brazos; la necesidad de pasarse las manos enguantadas por estos era casi insoportable. No tuvo tiempo de responder a la declaración del conde, lady Sophie apareció en el dintel acompañada de Charles; cosa que ella agradeció al Creador en sus adentros.

Lord Strathmore salió minutos después para ir en busca de lady Phillipa y ella pudo respirar con normalidad —toda la normalidad que el ajustado corsé le permitía, por supuesto.

Los anfitriones ya estaban en el salón —alimaña incluida—, cuando Kinghorne regresó con lady Phillipa. El ambiente era agradable hasta que una doncella se asomó a la puerta y lady Suffolk fue a atenderla entre cuchicheos.

—Lady Bristol se disculpa por esta noche, está un poco indispuesta y lady Wilton le hará compañía —informó la condesa con una sonrisa tensa, su mirada se desviaba con disimulo hacia lord Grafton, quien estaba de pie cerca del servicio de bebidas.




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