Teníamos miedo de ilusionarnos demasiado pronto, pero la sola idea de que este infierno pudiera terminar nos sacaba una sonrisa. En la jungla no había señales de humanos. Ninguna. Pero… ¿y si se nos había pasado algo por alto? ¿Y si valía la pena atravesar los matorrales y escalar las paredes de roca? Quizá del otro lado de la isla había algo interesante. Después de todo, ¿de dónde más habría sacado Rudy ese secador?
—Cuando estés recuperada, nos vamos de expedición —dije al día siguiente—. Total, no perdemos nada por explorar una vez más la isla.
—Excepto fuerzas —suspiró Anya—. David, esos arbustos son impenetrables y ni siquiera tenemos calzado adecuado.
—Entonces lo haremos por la costa. Sí, es peligroso, y las rocas son afiladas, pero... ¿y si detrás de ellas está nuestra salvación?
—Tienes razón. Hay que intentarlo —me miró con una chispa de esperanza—. Si no encontramos nada, volvemos.
—Exacto.
—O quizá deberías ir tú solo. No quiero ser un ancla que retrasa tu salvación.
—¿Y dejarte sola? ¿En este estado? ¡Ni lo sueñes!
—Puedo arreglármelas.
—Tal vez tú puedas. Pero yo no. No podría soportarlo si estoy todo el tiempo preocupado por ti.
La tormenta no cesaba, pero al menos había parado de llover. Rudy salió al aire libre, y de inmediato se respiró mejor en la tienda. Qué bicho más apestoso… Yo tampoco olía a rosas, claro, pero lo de ese orangután era otro nivel.
—Oye, amigo —le dije—, ¿no quieres llevarme al lugar donde encontraste esto? —le mostré el secador.
Rudy se rascó la cabeza. Parecía no entender por qué lo llamaba “amigo”. Luego se dio la vuelta y trepó perezosamente a un árbol. Se me cruzó por la cabeza seguirlo, pero no podía dejar a Anya sola. Además, correr por la jungla empapada, con todo ese vapor levantándose, no era lo más tentador. Probablemente no llegaría muy lejos.
Sin embargo, la lluvia tenía su lado bueno. Fui al arroyo y vi muchas ranas saltando a su alrededor. ¡Ranas! Eso es casi como pollo. Me acordé de mi infancia. En casa del cura no teníamos muchas distracciones, así que con los chicos íbamos al estanque y competíamos por quién atrapaba más. A los adolescentes de hoy eso les parecería ridículo, pero a nosotros nos divertía.
Ya no era tan ágil, pero aun así cacé cinco ranas enormes y feas, del mismo tipo que en Ucrania, así que recé para que no fueran venenosas. Las decapité allí mismo, les quité la piel y las lavé bien. No quería que Anya viera todo ese proceso. Por muy valiente que sea, sigue siendo una chica.
—¡Hoy cenamos cocina francesa! —le anuncié feliz—. Y estás obligada a comer.
—Lo intentaré —dijo, resignada.
Por suerte, las ranas le gustaron. Se comió dos, que equivale más o menos a un par de alitas de pollo. Y, aleluya, no vomitó. Eso quería decir que la enfermedad estaba retrocediendo, aunque fuera lentamente. Una batalla más ganada.
—¿Y eso? —preguntó de repente, chupando hasta el hueso.
—¿Qué cosa?
—Esa piedra, detrás de ti. ¿Estás haciendo un calendario?
—Sí. Gracias por recordármelo —tomé un poco de hollín y taché otra rayita—. Hoy se cumplen exactamente tres semanas desde que llegamos a la isla.
—¿Y por qué está marcado el día después de mañana?
—Bah, nada importante.
—Vamos, dime… —puso carita de pena, aunque ya bastante lástima daba por sí sola. No pude resistirme.
—Es mi cumpleaños.
—¡No! ¿En serio?
—Ajá.
—¡Y por qué no lo dijiste! ¡No tengo ningún regalo preparado!
—El mejor regalo sería que te recuperes.
—Qué lindo —sonrió—. Me esforzaré. Ahora tengo una motivación.
—¿Y antes no tenías?
—Ahora tengo una motivación especial. De hecho, mira… —trató de levantarse, pero lo hizo demasiado rápido y perdió el equilibrio. Alcancé a sostenerla justo a tiempo.
—¿A dónde ibas?
—Quería estirar las piernas… caminar un poco por la playa.
—Todavía estás muy débil.
—Soy fuerte —frunció las cejas, esas cejas rubias quemadas por el sol.
—Anya, no tienes que ser fuerte todo el tiempo.
—Pero…
—Puedes apoyarte en mí. ¿Es que aún no te diste cuenta? —le acaricié el mentón con el pulgar y sentí cómo su piel se calentaba bajo mi dedo—. Me importas. Maldita sea, creo que me estoy enamorando de ti.