Roxanna Adam.
Me siento en mi peinadora mientras reflexiono un poco, mi tía (Teresa) quiere que mi hermano (Ryan) y yo volvamos al instituto, hace un largo tiempo desde que ambos no vemos un salón de clases, ni siquiera salimos desde el incendio que nos arrebató a nuestros padres. Hace exactamente tres años y seis meses, desde el incendio en el que mis padres perdieron la vida.
Ryan se apoya en el marco de mi puerta vistiendo un pantalón negro ajustado y una camisa de mangas largas igual negra: su rojizo cabello esta hacia arriba peinado a la perfección, no tiene ni un solo mechón de cabello fuera de su elegante y hermoso peinado, sus ojos azules me miran con aprobación, yo voy vestida igual a él solo que llevo un abrigo negro ajustado al cuerpo y mi melena pelirroja cae por atrás de mis hombros y a ambos lados de mi rostro. Me pongo de pie, cogiendo mi chaqueta y la mochila que descansa sobre la cama, la engancho en mis hombros mientras bajamos por la enorme escalera de mármol.
—Buen día. —Saluda Ryan cuando entramos en la cocina.
—Mis amores, buenos días. —Responde mi tía, Sebastián asiente con su cabeza en señal de saludo sin dejar de comer su desayuno.
Nosotros nos sentamos a esperamos que Sebastián acabe y nos lleve al instituto. Para nuestra suerte él come un poco rápido, Ryan y yo somos de pocas palabras, de hecho, no solemos ser muy comunicativos ni siquiera entre nosotros, no hace falta ya que nos entendemos a la perfección; Sebas acaba y nos ponemos en marcha con rapidez.
El instituto queda algo retirado de casa y el camino es silencioso, Sebastián al igual que nosotros es de poco hablar, con el nunca hay un silencio incómodo. Al llegar al instituto las miradas de todos se posan en nosotros y habló literalmente todos, para nosotros esto no es nuevo por lo que actuamos con naturalidad. En el estacionamiento hay algunas personas conversando y voltean a vernos, en los pasillos por igual, ni siquiera porque el timbre suena continúan en lo suyo, no, ellos tienen que mirarnos.
—Bien chicos la dirección está por ese pasillo. —nos indica con el dedo. —Deben ir por sus horarios y las notas del doctor que están igual allí, díganle a la secretaria que les indique donde es su clase, yo debo irme a la mía de inmediato. —nos dijo Sebastián a lo que nosotros asentimos para seguir nuestro caminó.
Las miradas de todos seguían sobre nosotros, cuando pasábamos por un pasillo las personas en el hacían silencio y volteaban a vernos porque simplemente ellos tienen que vernos, como si fuéramos la cosa más extraña e interesante que jamás verán.
Al llegar a la dirección la secretaria era algo joven unos veinticinco o veintiséis años, tenía el cabello negro y la vista en el ordenador o eso asumo por la luz que se refleja en su rostro, Ryan aclaró su garganta llamando su atención, su mirada se posa en mí y luego en mi hermano. Lo mira con cierto brillo en los ojos que yo definiría como fascinación mientras que Ryan permanece inexpresivo.
—Disculpe, somos los mellizos Adam y venimos por nuestros horarios. —Le dice él con su grave, varonil e indiferente voz.
—Si claro aquí los tengo. —Nos entrega unos papeles los cuales no dudo en revisar de inmediato ignorándolos. Ryan me agarra del brazo y me guía hasta afuera.
—Vamos. —Me dice cuando nota mi mirada sobre él y lo sigo, el parece saber a dónde va.
Entramos a un salón de clases el cual literalmente se inmoviliza de inmediato, las personas dejan de hacer lo que hacen solo para mirarnos. Ryan le entrega una nota al profesor la cual lee de forma silenciosa y vuelve a entregársela.
—Tomen asiento. —Dice el hombre.
Al momento en el que nos ponemos en marcha en dirección a un par de asientos libres un lápiz cae del escritorio de una chica y rueda hasta los pies de Ryan el cual se agacha para tomarlo y devolverlo.
—Gra... Gra... Gracias. —Le responde ella sonrojándose levemente, Ryan solo se limita a asentir con la cabeza.
Camino hacia los asientos vacíos en el fondo seguida por mi hermano, nos sentamos uno al lado del otro.
La clase inicia y todo toma su cursó, Ryan al igual que yo presta atención, el profesor pregunta quién puede leer y yo sin dudarlo me ofrezco al igual que Ryan, a ambos nos gusta leer, el profesor le da la oportunidad a Ryan el cual me mira.
—Soy de los que piensan que las damas deben ir primero. —le dice al profesor con total tranquilidad e indiferencia mientras me cede el libró.
—Un caballero, bien. —dice él.
Aclaro mi garganta y empiezo a leer, mi voz sale firme, soy de esas personas que lee cada expresión, cada signó, punto o coma cómo se debe, siempre me ha gustado la lectura.
Cuando acabó el profesor comenta sobre lo que acabo de leer con la clase, Ryan hace un comentario y todos voltean a mirarlo como si fuera una de las maravillas del mundo. Las siguientes dos clases pasaron tranquilas, con las miradas de nuestros compañeros sobre nosotros, pero todo en orden, cuando vamos a salir del salón el profesor nos llama junto a otra chica para hablar.
—Chicos. —se dirige a nosotros. —Quiero felicitarlos por su entendimiento en mi asignatura, lo han hecho genial, pero igual voy a pedirles que se pongan al día, son buenos estudiantes por lo que he podido observar, mi objetivo ahora es que no tengan problema alguno, así que, creo que ella puede ayudarlos. —nos indica a la chica y nosotros la miramos, ella traga saliva pesadamente ante nuestras miradas. —Ella es Stella Roberts es una buena alumna y creo que podría ayudarlos a ponerse al día ¿Qué les parece la idea?
—Por mí no hay problema. —habla en un tono de voz susurrante, Ryan y yo nos miramos, el ladea un poco la cabeza dejándome hablar por ambos.
—Sí, nos parece bien.
—Bien solo era eso, gracias, pueden retirarse.
—Gracias a usted. —digo antes de salir, los tres salimos, la chica delante de nosotros.
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Editado: 30.04.2021