Cataleya

Capítulo 4 Descubiertas

Había pasado siete meses después de ese horrible acontecimiento donde Cataleya perdió su inocencia y la poca alegría que le quedaba, ese hombre despreciable la habia ultrajado, destruido su vida, ella lloraba día y noche, su único consuelo era los brazos de su hermana, la cual la reconfortaban todo el tiempo. Pero  ella no entendía el por qué su vientre estaba creciendo tanto y por qué las náuseas matutina, se decia una y mil veces que pecado había cometido a su joven vida por haber pagado de esa manera  ella sentia como su cuerpo había cambiado, era diferente, ya no era pequeña, su vientre estaba abultado, su cadera más estirada y sus pechos más grande, odiaba lo que le pasaba a su cuerpo cada día que pasaba. Por otro lado,  Frania lloraba al decirle que estaba embarazada de su agresor, Faddei quería que ella abortara, pero su madre no se lo permitió por la razón que no iba arriesgar a su hija, la cual podía perder la vida en el intento, por otro lado, la pequeña criatura no tenia culpa alguna de tan miserable hombre que abuso sexualmente a su dulce hija.

De esa manera pasaron estos siete meses, en la que la vida de Cataleya cambió drásticamente, un Cambio irracional en la que ser de hija a madre iba ser una tortura.

En cambio Catalina era aún  más sería, más callada, no lloraba, sólo sentía el dolor de su hermanita, la cual sufría todo el tiempo desde aquell acontecimiento, después de ella haber matado a ese desgraciado se juró a sí misma no permitirá que nadie, absolutamente nadie le vuelva a dañar a su hermana, su semblante era más frío su rostro sólo mostraba enojo y nostalgia, sin embargo se mostraba valiente para cuando su padre quiso lastimar a su madre, por otro lado Faddei había sepultado el cuerpo del desgraciado cerca de los escombros que se encontraba en ese plano terreno de la cueva, él se había sorprendido mucho al ver la actitud de su hija Catalina, desde aquella vez se dijo que nunca más volvería a darle maltratos a ella y a su esposa, al parecer su hija provocaba miedo, terror y sobre todo ella transmitia odio en su corazón.

—Cati, vayamos a ver unas plantas que están creciendo cerca del pequeño río, quisiera cortar muchos para colocarlos en nuestro patio.

—Esta bien— Catalina se sujetó a Cataleya, ambas fueron al ver las plantas y flores que crecían en el pequeño rio, era obvio que ella no lo vería pero al menos podía olerlas a como estaba acostumbrada, cada vez que su gemela la llevaba a sentir los pétalos de las flores que crecían a los alrededores.

—Son hermosas como tú y como yo, son un color violeta, y las margaritas son de color amarillo, las hojas son verdosa, tienen un hermoso tono como nuestros ojos, Mamá me enseñó esos colores te acuerdas, ojala que un día las puedas ver—Catalina asiento sonriendo, su sonrisa era sincera con su hermana. Cataleya abrazo a su hermana le dio un beso en los labios como solían hacer los Rusos para expresar el cariño familiar. Cataleya le dijo a su hermana:

—Cati, seria capas de darte un par de mis ojos para que puedas ver mientras caminas y si fuera necesario, mi corazón para que sientas cuanto te amo.

—Yo jamás veré lo que hay a nuestro al rededor y tu corazón puedo sentir como late cuando te acercas a mí, no es necesario que me demuestres lo que sientes yo lo sé, nuestro amor de Hermanas es único y sincero. Tus ojos son tuyos, mientras tanto tus manos son suficientes para guiarme.

Ambas se amaban, pero Cataleya amaba a su hermana de una manera diferente a la cual cualquiera pensaría que estaba enamorada de su propia hermana, pero no era eso exactamente, era un cariño diferente, un amor puro inigualable, ambas harían todo lo posible por demostrar cuán grande y cercana eran

—Catalina, ¿Tú crees que este bebé debería nacer? Mama dice que a Diosito no le va a gustar que le hagamos daño, se enojara mucho con nosotras, además el o ella no tiene la culpa de lo que me hizo ese hombre malo.

Catalina suspiro al escuchar a su hermana hablar pero con una inmensa tristeza en su tono de voz.

—No te preocupes, ambas seremos mama cuando nazca, no lo dudes, la vamos a criar muy bien.

—Pero tengo miedo, mucho miedo, si es niño va parecerse a ese hombre y no se si podre soportarlo—susurro tocando su abultadito vientre.

—No tengas miedo hermanita, veras que sera una hermosa niña igualita a nosotras— Se detuvo cuando de repente escucharon un ruido desde la cueva, Francela venía corriendo mientras arrastraba  un pequeño maletín.

—¡Cataleyaaaa!

—¿Mamá que sucede?

—Debemos huir pero ya, tenemos que salir del desierto cuanto antes.

—¿Mamá, que pasa?— pregunto Catalina.

—Nos atacan, vamos tu padre  me ha dado esta maleta, me saco de la cueva,  luego nos seguirá, nosotras debemos huir.
Frania empezó a correr con sus hijas, a Catalina le dificultaba correr por que no podía ver, pero Cataleya la sujeto la mano y ambas corrieron como pudieron.

—Déjame ser tus ojos hermana, no temas — Expreso  Cataleya, Catalina asintió dejándose llevar por las manos de su gemela.

Empezaron a escuchar disparos y explosiones, no voltearon a ver hacia atrás, siguieron su camino con miedo de no volver a ver a su padre. Llegaron a un pequeño pueblo a las afueras del desierto con una dirección que Faddei le dio a su esposa. Frania y las niñas llegaron a una inmensa casa que se encontraba en la capital del desierto.

—Hola...Hola, hay alguien— tocó el timbre de la desconocida casa con miedo y desespero. Un hombre de buen vestir y muy serio aparece frente a ella.

—¿Quiénes son ustedes, que desean?— pregunta el desconocido con sorpresa, de seguro al ver el abultado vientre de Cataleya.

—Venimos por parte de Faddei—Francela Respondió en murmullo.

A lo que el desconocido, las miro de par en par.

 




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