Cataleya

Capítulo 18 presentando a mi novia.

Cataleya

Cada vez que despierto, siento una extraña sensación de miedo y temor, pero no logro entender qué la provoca. Después de ducharme, me visto con un vestido rosa pálido con encaje. No puedo usar ropa sin mangas, ya que no quiero que vean el tatuaje que mi padre dibujó alrededor de mi espalda cuando era pequeña. Suspiro y termino de vestirme, me pongo unos botines negros y dejo mi cabello suelto. Consulto la hora: son las 7:30 a. m. Pronto vendrá Samuel.

Busco entre mis cosas la vieja cámara que nos regaló Faddei hace nueve años, antes de lo sucedido. Entre ellas están las pertenencias de mi hermana. "Cómo te extraño, Cataleya", pienso.

Me siento en una de las sillas de mi habitación y enciendo la cámara. Comienzo a ver las fotos de hace años en las que aparecemos juntas. Lágrimas brotan de mis ojos. Ambas teníamos las mismas facciones; nadie podría distinguirnos. En ese tiempo, a pesar de mi ceguera, ni siquiera mi padre sabía quién era Cataleya o quién era Catalina. Solo mi madre podía distinguirnos. Desearía poder tener a mi hermana conmigo. Casi todos los días la veo en mis sueños y al verla, sonríe mientras me abraza.

Estaba desayunando con mi hija cuando la bocina de un auto pitó; imaginé que era Dylan. Sin pensarlo dos veces, decidí salir antes de que él entrara, pero aparentemente, él fue más rápido que yo. Tocó la puerta y la abrí.

-Buenos días, preciosa. ¿Cómo amaneciste? -me preguntó, abrazándome y depositando un beso en mi mejilla derecha. Lo empujé y solo sonrió.

-Bien -espete, fingiendo una sonrisa. Me acerqué a Ale, le di un beso y me despedí de Francela. Salimos de la casa rumbo a no sé dónde.

-¿Cataleya, por qué estás tan callada? ¿Te sientes incómoda a mi lado? -preguntó el idiota.

-Ah, sí, me incómodas -respondí. Suspiró y decidió quedarse callado, sin articular ninguna palabra. Mejor así. Llegamos a un centro comercial muy elegante. Compro un móvil y luego me llevó a ver algunas ropas a mi gusto, zapatos, sandalias, maquillaje y ropa interior. Decidí elegirlas sin probarlas. Me acerqué a él y le dije que ya había elegido suficiente. Pagó y salimos de la tienda.

-¿A dónde iremos ahora? -pregunté cohibida, sin saber por qué.

-Te llevaré para que te cambies. Debes ir bien presentable y maquillada.

-¿Y qué tiene de malo esta ropa?-pregunté, señalando mi vestimenta.

-Lamento decirte que a mi padre no le agradará verte vestida de esa manera.

-Entonces vamos a mi casa- bufo cansada.

-Iremos a otro lado-Replico sin quitar su mirada de la carretera.

Me encogí de hombres sin ponerle importancia.

****

Dylan estacionó su auto frente a un lujoso edificio. Descendimos y nos dirigimos al ascensor. Minutos después, el elevador se detuvo y al salir, nos encontramos frente a una imponente puerta de madera. Dylan marcó unos números y la puerta se abrió.

-Entremos -Pide sin mirarme.

Al entrar, quedé impresionada por la elegancia del lugar: un sofá negro, un comedor lujoso y una cocina equipada con utensilios de marca, supongo.

-¿Qué es este lugar? -pregunté.

-Es mi departamento. Tómate una ducha y vístete adecuadamente. Te esperaré aquí - indicó con un gesto la habitación. Entré y el aroma era exquisito. La cama era tres veces más grande que la mía, con una mesita de noche adornada con lámparas y algunas fotos. Me acerqué y tomé una foto en la que él aparecía; debo admitir que es guapo, aunque lo odie. Suspiré y me dirigí a la ducha. Me desvestí y decidí darme un baño ligero. Me enjaboné y dejé que el agua recorriera todo mi cuerpo. No sabía cómo actuar delante de mi futuro suegro. Terminé el baño y salí envuelta en una gran toalla. Saqué las ropas y demás cosas que Dylan me compró: maquillajes, perfumes de la marca Dior.

Me vestí con un conjunto de ropa interior fenomenal y unos incómodos jeans ajustados a mi cadera. Me puse una camisa de botones con media manga color crema, muy elegante. Luego, me calcé unas sandalias de tacón del mismo color. Cepillé mi cabello y lo dejé suelto. Me maquillé, coloqué un poco de perfume y ¡listo! Me observé en el espejo del baño y realmente lucía elegante. Salí y lo vi recostado en el sofá. Cuando notó que había salido, se levantó y se acercó a mí. Sus ojos recorrieron mi cuerpo y me sentí incómoda.

-¿Y bien? A tu padre le gusta ver chicas lindas y elegantes -Comente Sarcástica y elevando las cejas.

-Te ves muy linda-musitó sin dejar de inspeccionarme, tomó mi mano y me hizo girar, chifló y luego depositó una cajita negra en mis manos.

-¿Qué es?-Quise saber.

-Ábrela- pidió cereno

Al abrirlo vi que era una cadena parecía de oro con un dije de corazón.

-¿Por qué este detalle?

-Para verte más elegante, espero que te guste. Déjame ponértela.

Sacó la fina cadena y me la colocó, sentí su respiración muy cerca de mi cuello, me sobresalté alejando nuestras distancias.

-Vamos, ya es hora, debes actuar enamorada. Dirás que nos conocimos en una disco. Ya lo demás, déjalo en mis manos.

Dicho eso, salimos rumbo a la casa de su padre.

*****

-Llegamos, Cataleya.

Al llegar, unas grandes rejas de acero se abrieron, dentro de ellas una inmensa casa. Al bajarnos, Dylan saludó a unos hombres que se encontraban, supongo que son los guardias de seguridad, todos ellos me veían sin parpadear. Dylan tomó mi mano, sentí muchos nervios, creo que me dará una taquicardia.

-Nerviosa, Cataleya-oí decir a Dylan.

-Creo que un poco.

El idiota tenía una sonrisa en sus labios. Entramos a la elegante casa, Dylan a un sostenía mi mano. A lo lejos, vi venir a los empleados que saludaban.

-Buenas noches, joven; buenas noches, señorita- dijo la señora con una sonrisa.

-Buenas noches- dijimos los dos al unísono.

Dylan se acercó a la señora y me presentó con ella.

-Su nombre es Cleotilde es mi nana y ama de llaves. Ella se encarga de todo en esta casa.




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