Cataleya

Capítulo 19 Pensamientos.

Con un movimiento lento, abro mis ojos y me encuentro con sus labios hinchados por nuestro apasionado beso. Me preocupa que pueda enfadarse por mi osadía, pero finalmente sus ojos verdes esmeralda se posan en los míos.

—¿Qué has hecho, Dylan? —dice ella, visiblemente molesta.

—No ves que mi padre aún nos observa desde la ventana, deberíamos disimular un poco, Cataleya —respondo, intentando calmarla. Ella frunce el ceño y me mira fijamente.
—¿ No me digas que recibire un golpe al salir de aquí por esos besos que nos estamos dando? —pregunto con una sonrisa burlona.

—Eres tan estúpido... Sabes eso, Dylan.

—¿Qué? —inquiero, intrigado por su respuesta.

—Nos podemos ir, ya es muy tarde —dice ella, cambiando de tema.

—Mmm, está bien, vamos entonces. Ya dimos un buen espectáculo —respondo, aceptando su sugerencia.

—Idiota —me replica con una leve sonrisa.

Cataleya es tan encantadora pero a la vez tan reservada. Sé que me costará un poco ganar su confianza por completo, incluso después de que nos casemos. Espero que finalmente ceda y se deje llevar por la pasión.

Después de salir de la casa de mi padre, nos dirigimos hacia su hogar. Ella parece perdida en sus pensamientos, y yo desearía saber qué es lo que tanto le preocupa.


****

—Bueno, Cataleya, hemos llegado. Espero verte pronto, aún debo presentarte con mis tías —comento mientras detengo el auto frente a su casa.

—Sí, está bien. Mañana no será posible, ya que tengo que llevar a mamá al hospital privado para que empiece sus terapias —responde seriamente.

Es evidente que la situación de su madre la preocupa. Espero sinceramente que logre superar su enfermedad. Ahora es el momento de cumplir con mi palabra. Le entregaré el cheque en dólares que firmé al llegar a la casa de mi padre. Lo prometido es deuda y tenemos un acuerdo.

—Cataleya, este es tu primera paga —le informo, notando cómo frunce el ceño en confusión.

—¿Por qué tanto, Dylan? —pregunta con curiosidad.

—Este es nuestro acuerdo, Cataleya. Yo te ayudo económicamente y tú me ayudas a hacer creer a mi padre que estás muy enamorada de mí, así ambos estamos bien —explico, esperando que comprenda la situación.

Ella asiente y baja del auto apresuradamente. Antes de entrar a su casa, se devuelve y me besa en la mejilla, dejándome sorprendido. Quizás su madre nos está observando, o tal vez simplemente es un gesto espontáneo. Sin más que hacer ni decir, me marcho y decido ir a tomar algo para relajarme.

Llego a un bar lujoso y pido un coñac al barman. Desde lejos, observo a una stripper moviendo su cuerpo al ritmo de la música, su actuación es impresionante y despierta ciertos deseos. La noche pasa rápidamente y, cuando me doy cuenta, son las doce de la madrugada. He tomado más de cinco botellas y aún no me siento ebrio. Mi mente divaga y lo primero que se me viene a la cabeza es el rostro de Cataleya.

—Qué demonios —me digo a mí mismo en voz alta, mientras pienso en ella, en esos ojos verdes que me hipnotizan, en el sabor de su beso que fue tan dulce y apetecible. Noté su falta de experiencia, lo cual me desconcierta. ¿Cómo es posible que una mujer, siendo madre y trabajando como bailarina, no sepa besar?

Trato de apartar esos pensamientos de mi mente y decido concentrarme en la chica que sigue bailando. De repente, siento vibrar mi móvil. Al ver el número del remitente, decido contestar.

—Hola, Indira.

—Hola, guapo. Me preguntaba si estás dispuesto para una noche de placer —responde ella con voz seductora.

—Digamos que sí. Espérame dentro de veinte minutos, estaré allí.

Salgo del bar y me dirijo hacia el departamento de Indira.

Indira es una mujer atractiva, con la que he estado en muchas ocasiones. Nuestra relación se limita únicamente al sexo. Ella tiene tez trigueña, ojos miel, cabello negro y un cuerpo deseable que atraería a cualquiera. Sin embargo, aunque solo busco sexo con ella, últimamente me encuentro pensando en otro cuerpo, uno que estoy empezando a conocer mucho mejor que el suyo.

—Demonios, sigo pensando en ella. ¿Qué me pasa? Aún ni siquiera la he visto desnuda y ya estoy diciendo tonterías —me reprocho, sacudiendo la cabeza para intentar alejar esos pensamientos.

*******

Llego, aparco el auto y me adentro al elevador. Toco el botón que indica el piso de Indira. Al llegar, la puerta está entreabierta. Entro y la cierro. Todo está oscuro, lo que me hace pensar que está lista para mí, y no me equivoco. La encuentro desnuda, esperándome. Me desvisto y me coloco sobre ella, acariciando su cuerpo con mis manos pero sin besarla. No me gusta besar a las mujeres con las que tengo sexo. Prefiero el sexo rápido y sin muchas complicaciones. La mujer a la que me dedicaba para hacerla ver el cielo se ha marchado, así que ahora solo busco placer carnal, sin besos ni sexo oral. Aunque algún día llegará esa mujer afortunada que pruebe mi lengua en su vagina, por ahora no tengo intención de que mi lengua toque ninguna. Sin más que decir, saco un preservativo, me lo coloco y me adentro en ella. Solo se escuchan sus jadeos y gritos de placer. Media hora después, me retiro de ella, me quito el preservativo y lo tiro al cesto de basura. Me levanto para vestirme y marcharme, como suelo hacer con ella. Pero me detengo cuando ella toma mi mano y me pregunta:

—¿Ya te marchas?

—Sí, ya —respondo.

—Pensé que te quedarías hasta el amanecer —dice ella.

—Indira, tú sabes muy bien que no suelo amanecer en los brazos de ninguna mujer. Fue placentero lo que hicimos, pero nada más.

—Sí, entiendo. Es solo que me agrada estar contigo, Dylan...

Ella se levanta desnuda y me besa. Mete su lengua y al instante la aparto de mí sin ser brusco.

—Indira, ¿qué has hecho? —le reclamo, ya que esto solo es sexo y no besos.

—Dylan, todo este tiempo que hemos estado juntos, me he sentido extraña contigo. Creo que me gustas. No solo quiero tener sexo, sino algo más... y quiero estar contigo...




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