Cataleya

Capítulo 20 ¿Nos siguen?

Cataleya.

Esta mañana me despierto sumergida en mis pensamientos. En la madrugada, recibí una llamada de mi supuesto "novio prometido", ¡demonios!, ¿cómo se atreve a llamar a estas horas? Me dirijo a tomar una ducha rápida. Al salir, me cepillo los dientes, me seco luego aplico crema hidratante, me visto con unos jeans negros, una remera de manga larga, mis botines, un poco de rubor, me hago un moño en el cabello y bajo a desayunar con mi pequeña familia. Debo informarle a mi madre que hoy ingresará al hospital privado.

—Mamá, hoy iremos al hospital central Healh para que empiece las terapias —mi madre frunce el ceño, listándose para inundarme con preguntas.

—Catalina, ¿se puede saber de dónde sacaste el dinero para mi tratamiento?

—No deberías preguntar tanto, lo importante es que lo conseguí.

—¿Serías tan amable de responder lo que te acaba de preguntar Cataleya?

—Hasta que por fin me llamas Cataleya cuando estamos solas, nunca lo has hecho, ¡hasta me sorprende!— Mama rodo los ojos—Madre, mi novio me lo ha prestado, contenta —digo levantando las cejas.

—¿Tu novio? ¿Acaso tú y él ya...?

—¡Por Dios, mamá, qué te sucede! Es mejor que prepares lo necesario para llevar, se nos hace tarde, no me voy a poner a hablar contigo. Mi vida personal es mía, eres mi madre, pero ya deja eso, ya soy mayorcita —contesto estresada.

—Está bien, haz lo que quieras, espero que luego no te arrepientas de lo que te suceda.

¿Qué le pasa a mi madre? Actúa como si yo fuese una chiquilla.

—Dejaste de trabajar en el restaurante —cambia de tema al verme enojada.

—No, solo pedí unos días libres —ella suspira y a la vez me mira frunciendo el ceño.

—Ty phokhoy docheri —¿en serio, mamá, me estás llamando mala hija?

Mi madre piensa eso de mí, claro que soy mala, hasta he llegado a matar.

—Vámonos, se nos hace tarde, tengo que ir a dejar a Aleyna a la escuela.

Fuimos a dejar a Aleyna a la escuela. Al salir, esperamos el metro para ir al hospital Health para hacer los papeles de ingreso. Francela y yo no hablamos de nada, ella estaba sumergida en sus pensamientos. Seguramente debe pensar mal de mí y no la culpo, estoy haciendo mal para lograr que ella esté bien. Llegamos al lujoso hospital. Pasamos con un médico llamado Joseph, se veía joven y apuesto, no quitaba su vista de mí, sus ojos azules me veían de una manera penetrante.

—Señorita Cataleya, ¿verdad?

—Ese es mi nombre.

—Ayer usted hizo la solicitud aquí, debes firmar. Le explicaré los detalles —el apuesto doctor me explicó todos los detalles que debemos manejar. Firmé los papeles para dejar a mi madre una semana ingresada en este lujoso hospital, donde se llevará a cabo su primera terapia.

—Muchas gracias, doctor Joseph, por su tiempo —le digo con una media sonrisa.

—No es nada, señorita, es mi deber atender a mis pacientes de buena manera y darles confianza.

—Gracias nuevamente —le agradezco.

Él se levanta, toma mi mano y deposita un beso en ella. Quedo sorprendida por su actitud.

—No es nada, señorita Cataleya, espero volver a verla —pero qué directo. Le sonrío y salimos del consultorio.

—Hija, ese doctor es muy atrevido, ¿no lo crees? ¿Notaste cómo te veía?

—Sí, y es muy guapo, ¿verdad? —mamá ríe despacio y burlona recalca.

—Tienes novio, ¿a qué se debe eso? ¿Te gustó el doctorcito?


—Un poco, madre — le digo sinceramente.

Francela me mira desaprobando lo que acabo de decir. Es la primera vez que me escucha expresarme así con entusiasmo.

—Ya lo he dicho, haz lo que desees, hija —me encojo de hombros ignorando sus palabras. Llegamos a la recepción, pagué los papeles de ingreso y las terapias. Luego entramos a la habitación asignada y dejamos todo en orden. Una enfermera entró junto a nosotras para darnos los detalles y las reglas del internamiento.

—Mamá, espero que estés bien y que me llames por las noches. Este es mi número de móvil —le entrego un papel con el número.

—Tienes un móvil.

—Sí, ma —suspira y se recuesta en la cómoda cama.

—Quiero hablar con tu supuesto novio —me dice sin mirarme.

—Se lo recordaré —mi móvil suena justo en ese momento. Acepto la llamada entrante.

—Hola, preciosa.

—Hola, amorcito —hablo fingiendo felicidad.

—¿Está tu madre contigo? —pregunta el idiota de mi novio.

—Sí, amor, mi madre quiere saludarte. Te la paso.

Le paso el móvil a mamá. Ambos se saludan y quedan en verse en la noche o cuando ella salga de su primera terapia. Ella me devuelve el móvil y me dice que es hora de irme.

—Debo irme, ya se me hace tarde para ir por Ale a la escuela.

—Cuídate, hija —me susurra abrazándome.

—Lo haré, madre. Vendré en la tarde, ¿vale?

—Está bien, hija.

Salgo del hospital rumbo a la escuela de Ale. Iré al cementerio a dejar unas flores en la tumba de mi hermana. Luego de recoger a mi niña, entramos a una tienda de flores y compramos unos ramos de margaritas y jazmines. Al salir, nos dirigimos al cementerio.

—Mami, estas flores le gustaban a mamá Cata, ¿verdad?

—Sí, mi amor, a ella le encantaban —siempre le he hablado de mi hermana. Aleyna debe saber que su verdadera madre es Cataleya 2, aunque aún es pequeña para comprenderlo por completo. Ella sabe que su mamá la cuida desde el cielo, y no dudo en mostrarle fotografías de su mamá. Algún día, tendré que estar preparada para responder algunas preguntas más profundas. Al menos, sabe que su verdadera mamá fue mi hermana y que murió al tenerla. Lo bueno de todo esto es que está informada. No puedo ocultarle nada ni negarle la existencia de su verdadera madre. Lo bueno también es que me ama y me considera su mamá.

—Mami, mamá Cata estará feliz de que le traigamos estas flores, ¿verdad?

—Sí, mi niña, ella estará muy feliz.

Entramos al cementerio y dejé las flores. Noté unas orquídeas sobre la lápida. ¿Quién pudo haberlas dejado aquí? Se veían frescas, miré a mi alrededor y no vi a nadie.




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