Cataleya

Capítulo 21 Pensamientos

Cataleya.

Los besos de Dylan envuelven mi cuerpo en una tormenta de sensaciones, intento liberarme de su agarre, pero sus brazos me sujetan con firmeza. Sin premeditación, mi boca se aferra a su labio con fuerza, causando que la sangre brote.

—¡Maldita sea, Cataleya! ¿Por qué has hecho eso? —grita, masajeando su labio herido.

—Será la última vez que me beses así —replico con furia, abriendo la puerta de casa y señalándole que se vaya—. Es demasiado tarde. Gracias por llevarme al hospital y traerme de vuelta, pero ahora vete. Tengo cosas que hacer.

—Eres una salvaje. Mira lo que le has hecho a mi labio —señala, sonriendo mientras lo insto a irse—. Me rindo, me voy. Hasta mañana, mi amor —añade con un puchero antes de salir. Cierro la puerta con llave y observo cómo se aleja. Subo a mi habitación, donde mi hija duerme plácidamente. Me dirijo a la ducha, y tras unos minutos, salgo, me seco y me visto con mi pijama de algodón. Me acurruco junto a Aleyna, apago la lámpara y cierro los ojos. Sin embargo, el recuerdo de los labios de Dylan persiste, su sabor aún fresco en mi mente. No entiendo por qué me gustó. Él es tan idiota y egocéntrico. No puedo conciliar el sueño, mi mente sigue atormentada por su recuerdo. Decido apartar esos pensamientos y concentrarme en dormir.

***
Al despertar por la mañana, bajo a la cocina y preparo el desayuno con rapidez antes de subir de nuevo a la habitación. Mientras me arreglo, escucho el móvil sonar, pero decido ignorarlo y me sumerjo en el baño. Después de unos minutos, salgo, me seco y veo a mi pequeña aún somnolienta. Le doy unas palmaditas en su trasero para animarla y le indico que se tome un baño.

Opto por un conjunto de ropa interior Blancos, seguido de unos shorts cortos negros y una camiseta a juego. Me calzo mis Converse, cepillo mi cabello y aplico un poco de loción antes de preparar un conjunto de ropa para Aleyna. Tras desayunar juntas, salimos rumbo al hospital para visitar a mamá.

Al llegar, entramos en la habitación y veo a mi madre desayunando con una sonrisa. Aleyna, al verla, corre hacia la cama y le da un beso en la sien. Mi madre me pide que me acerque, y la abrazo.

—¿Cómo dormiste, mamá? —pregunto preocupada.

—Más o menos, hija. Ya sabes cómo son los hospitales. Y tú, ¿cómo estás?

—Bien, aunque algo preocupada por tu tratamiento. Solo deseo que todo salga bien —suspiro, pensando en el sacrificio que implica—. Aleyna, es hora de ir a clases. Vendré dentro de media hora para llevarte. Mamá asiente, despide a la pequeña con un beso y salimos del hospital. 
Dejo a la nena a la escuela, le compro unas cuantas chucherías y su juego de leche.

—Mami, te quiero mucho. Nos vemos luego —dice mi hija con una sonrisa antes de entrar a su aula junto a la maestra.

—Hasta luego, pequeña —respondo con cariño, observándola mientras se adentra en el salón.

Mientras me dirijo al hospital, coloca los auriculares y comienzo a escuchar una canción que me transporta a tiempos pasados, cuando mi hermana gemela aún estaba viva. La melodía me trae recuerdos vívidos mi infancia juntas, de risas compartidas y momentos inolvidables. Aunque dolorosos, sin embargo me reconforta sentir la presencia de mi hermana a través de la música, recordándo que nunca estare completamente sola... Llego al hospital para pasar la mañana junto a mi madre.

*****

El día avanza rápidamente después de dejar a mamá en el hospital, y me dirijo al jardín de infantes para recoger a Aleyna. El maldito móvil no deja de sonar, y finalmente decido contestar.

—¿Qué pasa, Dylan? Estoy ocupada —digo entre dientes, sintiendo la irritación crecer dentro de mí.

—Querida novia, tenemos una cena con mi familia en estos días. Espero verte temprano para llevarte a comprar algo decente y lujoso —dice con su tono engreído habitual.

—Está bien. Adiós —respondo, cortante.

—¿Puedo ir a verte? Ayer estuve pensando en tus dulces labios, me encantaría besarte hasta gastarlos —añade con descaro.

Qué idiota. Me vuelve a besar y estoy a punto de darle una buena bofetada por su atrevimiento.

—Tú no aprendes, Dylan. ¿La mordida que te di no te hizo reflexionar en absoluto? —replico con indignación.

—No, preciosa, para nada —responde con burla.

—Eres un idiota. Adiós, estoy ocupada —concluyo antes de colgar, sintiendo una mezcla de rabia y frustración.

Este hombre me está volviendo loca. Ojalá que este sacrificio valga la pena. No deseo hacer esto, pero todo es por el bienestar de mamá. Espero que a su familia le agrade, pero no sé cómo actuar, nunca he tenido un novio. Y espero que Dylan no se aproveche de mí, o lo dejaré sin ser padre en el futuro.

Llego a la escuelita de mi pequeña y la veo a lo lejos, platicando con alguien. Ese alguien no puede ser...

 




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