Cataleya

Capítulo 24 Celos

Dylan

—Merlina —es lo único que sale de mi boca.

—¿Cuánto tiempo, Dylan? Te noto bien —me nota bien y cree que debo estar mal por su abandono y mentira. Claro que no.

—¿Cómo esperabas verme? —pregunto sin importancia, ya que nada de ella me interesa.

—No lo malinterpretes, solo preguntaba.

—Estoy muy bien, Merlina —añado sin dejar de verla. Realmente sigue bella, un poco más adulta pero bella. Me pregunto si ya tiene esa familia que tanto anhelaba.

—Tú andas de compras, ya tie...

Mi móvil suena, y puedo ver cómo Merlina mira las compras de manera extraña. Creo que ya sé a qué se debe esa mirada recelosa. La muñeca de Aleyna. Miro el nombre en la pantalla, esbozo una sonrisa al saber de quién se trata, descuelgo y la angelical voz de Cataleya se hace presente al otro lado de la línea.

—Señor idiota, ya estoy lista. Ven por mí —río despacio, me aclaro la garganta y hablo.

—Dentro de media hora, preciosa.

—Estás loco, solo dices majaderías. Ale tiene mucha hambre, alígerate, querido novio.

Ruedo los ojos por su comentario, es tan única. Suspiro hondo. Miro la pantalla y sonrío como un bobo. Mierda, se me había olvidado Merlina.

—Te notas muy feliz, me alegro que lo estés.

—Claro que lo estoy, no te lo imaginas.

—¿Es tu novia con la que hablabas?

Asiento sonriente. Puedo ver cómo se le arruga la frente.

—Me dio gusto verte, Merlina. Ahora debo irme —cierro la cajuela, pongo el seguro y, sin más, la saludo y salgo a toda prisa del supermercado.

Me pregunto cuándo volvió. Por un momento pensé que mi corazón latiría por ella, pero no fue así. Ya años atrás superé su abandono. Ahora, mi objetivo es uno, y se llama Cataleya.

********
Aparco el automóvil en el estacionamiento del hospital y me encamino hacia la entrada, donde veo a Cataleya de pie, sonriente y hablando con el doctor mediocre. Es un pedante. ¿Cómo se atreve ella a coquetear con él?

—¡Papi Dylan! —grita Ale al verme.

—Hola, mi amor —le respondo, besando su cabecita. Me acerco a Cataleya y le doy un suave beso en los labios, mientras el medicucho nos mira con seriedad. Cataleya se tensa al sentir mis besos, así que me separo de ella. —Hola, mi amor, ¿nos vamos? —le pregunto con una sonrisa.

—Oh, sí, pero espera, te presento al Doctor Joseph Fausto. Él es el que atiende a mamá. Doctor, él es Dylan...

—Hola, Soy su prometido, Doctor —intervengo, extendiendo mi mano hacia el médico. Cataleya me fulmina con la mirada.

—Mucho gusto, Señor Maxuel —me responde el médico, saludándome con un apretón de manos que no dura ni dos segundos. —Señorita, espero que podamos estar en contacto por el estado de su madre. Nos vemos luego.

Este médico parece estar insinuándosele a MI NOVIA. Demonios, esto no puede ser. ¿Acaso ya han intercambiado números?

—Hasta luego, Doctor —lo despide con un beso en la mejilla, lo cual me enfurece.

—Ya es hora de irnos, mi amor —digo con seriedad.


Mientras conduzco con seriedad, puedo sentir la mirada de Cataleya sobre mí, y sé que ella percibe mi irritación.

—Oye, Papi, ¿cuándo te vas a casar con mi mami? —pregunta Aleyna, llamando nuestra atención.

—Aleyna, deja de hacer esas preguntas —la reprende Cataleya.

—Ale, tu mami y yo nos casaremos muy pronto —respondo, apretando los dientes.

—¿Pero puedo llamarte Papi aunque aún no se hayan casado? —vuelve a preguntar Aleyna, con curiosidad.

—Claro que sí, no hay problema con eso —le respondo, sonriendo levemente.

Al llegar a la casa de Cataleya, entramos directamente a su habitación para empezar a empacar todo lo necesario. Mientras lo hacemos, hay un incómodo silencio entre nosotros. Desde luego, ambos somos tan orgullosos.

Después de unos escasos minutos, Cataleya rompe el silencio.

—Le conté a Francela sobre mi traslado a tu departamento, se puso algo histérica, pero aceptó.

—Me alegra que haya aceptado —respondo.

—¿Estás enojado por algo, Dylan? —pregunta con sinceridad. Bueno, se lo diré, no es que esté celoso, pero aclararé las cosas.

—Parece que te gusta el médico, ¿verdad? Si quieres estar con él solo dímelo.

Sus ojos se agrandan hasta más no poder.

—¡Estás loco! ¿Crees que suelo enamorarme a cada rato? Te equivocas conmigo, Dylan. Además, debería estar enojadísima contigo por besarme y abrazarme delante de los demás. Eres irritante.

Me mira con enojo mientras yo simplemente me encojo de hombros, cierro la maleta y salgo de la habitación, ignorando sus gestos de enojo.

Después de unas interminables horas en la autopista, finalmente llegamos a mi piso, o más bien, al piso de Cataleya, porque desde hoy será suyo. El guardia nos ayuda a llevar todas nuestras cosas. Al entrar, todo está en orden como le pedí al personal de servicio.

—¿Mami, aquí vamos a vivir desde hoy? —pregunta Aleyna, asombrada.

—Sí, mi amor. Veremos hasta cuándo nos dura la paz con ciertas personas —rio, llamando la atención de ambas. —Señor Idiota, ¿a qué se debe tanta risa?

Aclaro la garganta y replico con seriedad.

—No me estoy riendo de nada. Te he comprado cosas para la cocina y mucha comida para que no tengas que preocuparte por nada. La señora de servicio trabajará y cuidará a Aleyna. Es posible que esta noche se quede con la niña mientras tú y yo tenemos una cena con mi familia. ¿Está bien?

Arruga las cejas con gesto desagradable y asiente.

—Aleyna, te compré una hermosa muñeca. ¿Por qué no la buscas en todas esas bolsas? —propongo.

—¿Una muñeca para mí? —exclama entre brincos.

—Sí, pequeña. Anda, búscala.

—¡Sí, yupi!

—Gracias por todo lo que estás haciendo —agradece Cataleya, mirando a la pequeña brincar feliz por la muñeca. Me pregunto si el padre de Ale las ayuda. Se lo preguntaré en su debido momento, aunque no lo creo necesario, ya que pronto ella será mi esposa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.