Cataleya

Capítulo 25 La familia de mi prometido

Cataleya

Todo en este lugar es impresionante: las sillas de madera fina, las mesas con manteles blancos, el salón, los candelabros decorados en cada mesa, la iluminación de color amarillento, ni hablar de la hermosa melodía que suena desde la tarima por parte del pianista. No llegué a imaginar conocer un restaurante lujoso y hermoso. Por un momento llegué a pensar que él me llevaría a casa de su padre para presentarme con su familia, pero no fue así. Ahora me encuentro en este lugar.

—¿Te gusta? —pregunta, sacándome de mis pensamientos.

—Es muy lindo. Pero presiento que no encajo.

—Cataleya, no pienses de esa manera. De ahora en adelante, quítate esa absurda idea de la cabecita, ¿vale? —sus grandes manos acarician mi mejilla. Asiento, dándole mi mejor sonrisa. A pesar de ser un idiota presumido, debo aceptar que es un hombre comprensible, bueno y algo detallista, más con Ále. —Vamos, ya deben estar todos reunidos y ya sabes cuál es tu papel.

Ruedo los ojos hastiada.

—Debo actuar como la novia enamorada. Por Dios, Dylan, ya lo sé. No me lo recuerdes.

Él niega por mi actitud, pero de verdad me cansa que me repita lo mismo de siempre. Yo soy mujer de palabra, actuaré enamorada que hasta se va a empachar por mi actitud hostigosa. Caminamos cogidos de la mano. Llegamos hasta un reservado súper impresionante, había alrededor de 15 personas. Frunzo el ceño al ver tanta gente en una gran mesa.

—¿Dylan, esa es tu familia? —pregunto, apretando los dientes. Estamos a unos metros de llegar a la gran mesa repleta.

—Sí, preciosa —suspira hondo, tratando de no sentirme abatida.

—¿Qué hace ella aquí? —replica Dylan, entre dientes. ¿A quién se refiere?

Al llegar donde las personas, Dylan gruñe, llamando la atención de todos.

—Hola, familia —dice serio. Todos los presentes se levantan y me miran. Las manos de Dylan aprietan las mías con fuerza.

—Hola —saluda la mayoría al unísono.

—Mucho gusto —digo algo nerviosa.

—Hijo, esta preciosidad es tu novia —pregunta una señora muy delgada con aspecto alegre. Ella sonríe con sinceridad.

—Sí, tía Laura. Les presento a mi novia, Cataleya Volkova.

—Mucho gusto —dicen algunos, incluyendo a la señora llamada Laura. El padre de mi novio está sonriente. Él me mira y luego cambia su mirada hacia una chica, que está algo distante. Me pregunto qué piensa Dylan.

****

Después de las presentaciones, que a algunos no les agradaron, decidimos tomar asiento. La verdad, solo las dos chicas lindas que son primas de Dylan me cayeron bien, y sé que es mutuo. De los tíos y tías, supongo que la más agradable y sincera es la señora Laura. Y la señora Karla, a pesar de su aspecto serio, es amable y se nota que es diferente. Si les cuento cómo me recibieron los demás, pues no les caí muy bien que digamos. Me miran como si yo fuera alguna cosa fea, falsa e indiferente. De los tíos, solo al tal Angel parezco caerle bien. El tal Felix, me mira con lascivia. Ugh.

Dos primos de Dylan me saludaron con su linda sonrisa. El chico moreno de cabello largo se llama Adam, y el otro chico rubio de ojos azules se llama Federico. Wow, me encantan sus ojos azules como el cielo. La chica que está callada es muy linda; sus ojos son cafés y su cabello marrón. Me mira con cara de pocos amigos, y a mi novio lo ve algo enamoradiza. El tal Juan la presentó como Merlina. Parece que no se lleva bien con algunos de los familiares. Me pregunto quién es, porque no es de la familia y entonces ¿qué hace aquí? Tal vez es amiga del engreído de Juan.

La noche empezó a transcurrir demasiado lento para mi gusto. Casi no sabía qué responder; la mayor parte de las preguntas las contestaba Dylan, y con mal humor.

—¿Oye, Cataleya, sabes cuáles son los gustos de tu novio? —pregunta la tal Merlina, a la que algunos, incluyendo mi futuro suegro, miran con caras de pocos amigos. ¿Cómo podría responder si realmente no los conozco?

—Bueno, pues… —Se me hierve la sangre por esa estúpida mirada que le dedica a Dylan—A mi novio le gusta...

No logro terminar de hablar, cuando Dylan se adelanta.

—Creo que no es de tu incumbencia saber mis gustos, ya que solo a ella y a mí nos concierne.

Dicho eso, llama al mozo con la campanilla. La chica baja la cabeza, mientras su mano juega con una cadenita colgada en su cuello. A los minutos, llega el mozo con una bandeja. Encima de la bandeja se encuentra el postre. Creo que vomitaré, ya nada cabe en mi estómago.

El mozo nos sirve el postre; el mío es de chocolate y relleno de fresa. Dios mío, es mi favorito, pero ya no quiero.

—Bien, disfruten el postre —replica Dylan— con cuidado, preciosa —susurra muy cerca de mis labios, lo que me hace ruborizarme. Mientras picoteo y saboreo el postre, siento algo duro encajarse en mi labio.

Mis ojos se abren como platos. Miro a Dylan, que me sonríe de oreja a oreja. Saco el contenido de la boca, lo miro con sorpresa. Creo que ahora me toca actuar. Todos los presentes aplauden mientras yo aún sigo en un estado de shock.

—Amor, dime algo —la voz de Dylan me hace reaccionar.

—¡Oh, Dios mío, amor! Me está pidiendo matrimonio —Dylan toma el anillo en sus manos, se levanta de la silla llamando la atención de todos. ¿Qué piensa hacer?

—Cataleya, amor, deseo con toda el alma unir mi vida a la tuya —Dylan se arrodilla enfrente de todos, mis manos se posan en mi boca por la sorpresa. Creo que ahora sí confirmo mis sospechas de que este hombre es actor de telenovelas. —¿Aceptas casarte conmigo? —Su rostro está sonriente.

—Sí, mi amor, acepto unir mi vida a la tuya. Te amo —ni yo me lo creo. Esboza una sonrisa, se pone de pie y luego desliza el hermoso anillo de piedra rosada en mi dedo.

Sin pensarlo tanto, lo abrazo con todas mis fuerzas. Rodeo su cuello y uno mis labios con los de él. Nuestra lengua se enrolla bailando juntas, las manos de mi ahora prometido aprietan mi diminuta cintura, y una sensación extraña se forma en mi estómago, algo nuevo que estoy experimentando.




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